El nuevo virus ha enturbiado las aguas en el mundo, como en el país. Lao Tse dice desde hace mucho que el mejor modo de aclararlas no es revolverlas sino dejar que se asienten. Una manera de actuar no actuando.
El virus y la cuarentena según el cristal con que los miremos
Como observadores y protagonistas a la vez de esta crisis tomamos nota de los lugares que recuperaron cierta parsimonia por la ausencia temporal de la barullenta especie humana, como queriendo volver a su entramado natural acudiendo a las últimas chances de la resiliencia, la elasticidad, antes de quebrarse definitivamente.
En algún punto el virus y su hermana, la cuarentena, están destruyendo las economías familiares, principalmente en los sectores informales que en la Argentina son mayoría. Las autoridades del Estado, aquí y en el resto del planeta, recuperan una centralidad que habían perdido y no faltan gobiernos que ya se sienten salvadores, aprovechando que de los 200 países del mundo hay diez que muestran mayor número de contagiados y muertos, y por eso la comparación favorece a los 190 restantes.
Ave Fénix
Como las aguas bajan turbias, tratamos de no hacer olas, siguiendo la prédica de Lao Tse. Entonces acudimos a una compañera que estos días ha recuperado su hábitat, aprovechando el silencio de la cuarentena. La garza es fuente de diversas alegorías en distintas civilizaciones, sea entre aztecas como entre egipcios, incluida la leyenda del ave Fénix que vuelve de las cenizas. Esas connotaciones nos llaman a escuchar su mensaje.
Digamos de entrada que la garza ha inspirado a los habitantes del litoral por siglos. Dentro de lo que podemos ver escrito, recordamos que Alcide d’ Orbigny visitó nuestra región en 1827 y entre muchas especies que desconocía avistó a estas vecinas y habló de ellas. “El croar ronco de las garzas me anunciaba con intermitencia su presencia al borde del agua donde solas, en actitud estúpida, aguardaban la aproximación de los peces para atraparlos al paso y retomar luego su impasibilidad acostumbrada”, escribió el francés, y en seguida este tremendo vaticinio: “¡Pobres pájaros! Cuando la civilización haya invadido esta ribera salvaje ya no habréis de recorrer con paso tan leve los meandros de vuestras charcas! Vueltos más ariscos, ya no tendréis tranquilidad. Con demasiada razón sospecharéis trampas y peligros por todas partes, y vuestros hábitos tan confiados cambiarán en razón del avance de vuestros nuevos dueños por esta tierra donde aún imperáis”.
Esto decía hace dos siglos. Nosotros (¿nuevos “dueños”?) somos testigos de la pérdida de esa tranquilidad. Fotografiamos una vez una garza que, empujada sin dudas por el temor a la velocidad de los autos junto a la ruta provincial 11, se chocó un cable y quedó enganchada del cogote.
La vimos colgando, como un fantasma; impactante mensaje de la civilización invasora, que pronosticó D’Orbigny.
Un pañuelo
Pero la garza sigue siendo símbolo de calma a pesar de todo. Y está metida hasta los tuétanos de la literatura regional. Solo apreciar su quietud, su actitud para la espera, su vuelo como lento, sin apuros, nos inspira una paz especial para encarar los problemas del día.
Las vio también Guillermo E. Hudson: “en noviembre de 1873, encontré una gran colonia de Ardeaegretta (hoy Egretta alba o Casmerodiusalbus), en el corazón de un pantano solitario. Los juncos eran espesos, pero habían sido volteados por las aves en una zona de unos cincuenta metros de diámetro. Era, por cierto, uno de los espectáculos ornitológicos más hermosos que yo haya visto; todo a mi alrededor era una mezcolanza de oscuros juncos verdes elevándose sobre mi cabeza mientras yo iba a caballo; la nube de graciosas aves blancas como la nieve posadas por todas partes o reflejadas en el agua mientras revoloteaban arriba de mí; y cientos de huevos azules expuestos a la brillante luz solar”.
Los viajeros, los biólogos, los escritores: quien haya visto las garzas seguro se ha enamorado de su vuelo. Lao Tse dice que la garza no necesita lavarse a diario para ser blanca, es decir: su naturaleza es esa, y el ejemplo reafirma nuestra admiración porque habla de una condición, de una esencia.
En el poemario Lluvia en los cardos, Claudio Martínez Payva alcanza a divisar un disturbio bastante parecido al actual, y entiende el mensaje de la garza: “Tuito es desmonte, surco y caserío,/ nace un quebracho y el tirón lo arranca;/de miedo a que lo atajen los tapiales/ corre con jurias de asustao el río/ por el borde pelao de la barranca./ ¡Humo se hicieron ceibos y sauzales!/ De vez en cuando, cruza por el cielo/ silenciosa, lejana, como juida/ el ala de aire de una garza blanca,/ y vos te imaginás qu’ es un pañuelo/ que te dice un adiós de despedida”.
Algunas preguntas
La mirada crítica y la nostalgia de Martínez Payva no hacen sino potenciar la presencia de la garza en nuestro imaginario.
Quién no le ha cantado a las “garzas viajeras novias leves del azul”, como dice Aníbal Sampayo. “Vuelan tus pilchas de garza aromadas de espinillo”, canta Linares Cardozo en su homenaje a Lázaro Blanco, y en una chamarrita: “Arriba, pueblos del Plata,/ nos guía la Cruz del Sur,/ y un manso vuelo de garzas/ de libertad y de luz”.
“Dónde, dónde las garzas / su vuelo tul neblina / bordado en el basalto”, dice la poeta Marta Zamarripa, que habla “de garzas y otras levitaciones”.
Esta evocación de las aves no es casual ni caprichosa. Acudimos a la simbología de las alas lentas y el caminar pausado para señalar que no todo el mundo lamenta el encierro transitorio del ser humano; y a la vez para empezar a dar vuelo a interrogantes que, sin hacer mucho barullo, pueden aclarar las aguas. En presencia de las garzas nadie se sentirá apurado por estas reflexiones con signos de pregunta.
Aquí pues algunas dudas para compartir en tiempos de cuarentena. 1-¿Por qué todos los pacientes con coronavirus que fallecen son anotados dentro de las víctimas del Covid 19? ¿Eso significa que salen de las otras listas? 2-Si estuviéramos todos con ese virus, ¿dejaríamos de morir entonces por otras enfermedades? 3-Si aceptamos como norma, eso de incluir como muertos “por” coronavirus a todo fallecido que ha contraído este virus (“con”), entonces es obvia la pregunta en consecuencia: ¿cuántos muertos en la lista de herbicidas e insecticidas tenemos en la Argentina? 4-¿Por qué no medimos en cada paciente de cualquier enfermedad si tiene alguna inmunodepresión por herbicidas o insecticidas, y si las tiene, adjudicamos su muerte al sistema Monsanto/Bayer?
Fuera de los medios masivos de mayor alcance el debate sobre el Covid 19 es un hervidero. Se cuestionan los testeos, su modalidad, su cantidad, las diversas técnicas; se cuestionan los modelos de registro, la información mezquina, la manipulación de las estadísticas en el mundo entero; e incluso hay discusiones entre científicos porque algunos piensan que estamos ante una pandemia y otros no opinan lo mismo.
Los laboratorios
Cuando se adjudican al Covid 19 las muertes de muchas personas de más de 90 años de edad, es decir, personas que superan en más de una década la expectativa de vida en distintos países, también se generan debates. Y lo mismo cuando se cuentan una a una las muertes por un virus como escandalizando a la población, sin aclarar que en el mundo todos los años muere esa cantidad y en algunos casos mueren muchos más, por enfermedades parecidas. Por ejemplo: si estamos en alerta y paralizados por la muerte de 500 personas, por qué no estuvimos así cuando morían 30.000 en un año de neumonía…
Por supuesto que aquí no agotaremos los debates porque hay preguntas y respuestas extensas y medulosas a montones. Solo señalamos que muchos medios de gran alcance en el mundo parecen coincidir, pero no muestran el mar de fondo, y no dan lugar suficiente a expertos y personas atendibles que piensan distinto de la línea oficial. Menos aún a aquellos que sospechan de fuertes intereses corporativos detrás de estas noticias. ¿Qué rol juega la Organización Mundial de la Salud sostenida por corporaciones? ¿Qué negocios tienen en vista los laboratorios y la industria farmacéutica? Inspirados en la serenidad de una garza en el bañado nos animamos a decir que se huelen conflictos de intereses y está por verse el juego de banqueros y laboratorios; pero al mismo tiempo, los poderes perjudicados por las largas cuarentenas no parecen responder con vehemencia, si es que algunos de sus pares en competencia les están arruinando sus proyectos. Tampoco los gobiernos se muestran muy dispuestos a responder dudas. La concentración en los temas de la salud como aislados de otras disciplinas, y el ninguneo de efectos de la cuarentena (como el maltrato a jóvenes de la comunidad qom en el chaco), son síntomas de una tendencia riesgosa a la autocracia. Hacer la vista gorda ante las arbitrariedades es un camino a los vicios.
Dudas y más dudas
El virus está en discusión, su origen, su condición. Los testeos están en discusión. La pandemia, la cuarentena están en discusión, como la autoridad de la OMS. Y la selección de los testimonios que aparecen en los medios, y el manejo de los datos y las estadísticas. Las comparaciones que eligen los jefes de gobierno de cada país, lo mismo. Y qué decir de las decisiones gruesas adoptadas por los gobiernos (en asuntos de economía, deudas, justicia, leyes varias), ocultas detrás del martilleo por los contagiados del día.
En principio, la mayoría de los gobiernos está saliendo favorecida, el capital financiero parece celebrar la bancarización de la economía, las empresas de la tecnología digital felices de reemplazar el cara a cara, los laboratorios en espera de una participación mayor por medio de las vacunas, y algunos ricos del mundo con fama de filántropos, llamativamente presentes como si fueran los modernos guías de la humanidad (no sabemos hacia dónde, aunque lo sospechamos).
Hay infinidad de respuestas negativas y positivas. Veamos un ejemplo sobre estas últimas: el jueves pasado escuchamos a través de la página Río Bravo en Internet una charla del ingeniero Pablo Benetti, desde la ciudad de La Paz, sobre huertas familiares en pequeños espacios durante la cuarentena.
La conversa, organizada por la Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista y la Federación Nacional Campesina, continuará durante varias semanas, pero resaltamos aquí la buena onda de un grupo de estudiantes, una página periodística y un profesional comprometido con el campesinado para difundir conocimientos de modo gratuito, sin otro objetivo que el compartir lo que se sabe.
¿Cómo se llama eso? En un mundo donde todo se cobra, todo tiene una medida, un grupo de personas se reúne para dar lo que tiene sin pedir nada a cambio. Al contrario: a quienes participen a distancia les darán un certificado por el taller.
Puede parecer un hecho pequeño, pero pensemos: ¿qué ocurrirá si cada uno de nosotros brinda ese “capital” acumulado por años, sin más objeto que dar, sin segunda intención, sin por qué?
En nuestro espacio hemos reiterado un comentario de Marcos Sastre sobre la condición central de las mujeres y los hombres de las islas de nuestros deltas: la hospitalidad. Y las referencias de Martiniano Leguizamón sobre el trabajo comunitario y festivo, la minga, en las lomas entrerrianas.
Comunidad, solidaridad, alimentos: en plena cuarentena toman color esas raíces de la vida en reciprocidad, que tiene historia en casi todos los pueblos del mundo y particularmente entre las culturas que habitan desde hace milenios el suelo de la cuenca del Paraná – Uruguay en el Abya yala.
Como las garzas, estas comunidades (lo que queda de ellas) preservan esa actitud “estúpida” (diría el viajero) y esa confianza que, se supone, debieran perder con la “civilización”. Sin embargo, lo que vimos con la charla de Benetti fue una comunidad tranquila, esperando la conexión demorada por internet, interesada en el cultivo de alimentos, el cuidado del suelo, el trabajo a conciencia en relación con la tierra. Ni desconfianza ni miedo ni apuro ni espíritu de ganancia ni competencia. Tal vez el virus y la cuarentena despierten condiciones adormecidas en los pueblos. Puede ser. Ojalá.
En tanto, los gobiernos, ¿continuarán declamando salud y promoviendo sistemas económicos que ponen en riesgo la salud desde el embrión? Tras la cuarentena extendida, y aprovechando el silencio, ¿escucharán los mensajes del resto de la naturaleza? Ahora que conocemos más de cerca las consecuencias de amontonar a las personas en los barrios, ¿cuáles son los planes para revertir ese proceso? ¿O nos quedaremos llorando derrotas y poniendo parches?
Queda la sensación de que las chicas y los muchachos estudiantes con vocación por las huertas familiares están viendo algo que a los gobernantes se les escapa. La Pachamama, agradecida.