Esta semana el gobierno nacional anunció la posibilidad de concretar un acuerdo con China, que busca invertir en granjas para la cría de cerdos y producción porcina de carne en la Argentina, que luego será exportada para consumo del país asiático.
Preocupación por la posible inversión china en la producción porcina de la Argentina
China es el principal país productor de cerdos del mundo y a la vez el mayor consumidor de carne porcina, y que los orientales piensen en otros países para producirla y así poder abastecerse se debe a que a finales de 2018 los 500 millones de cabezas en sus granjas se redujeran en un 30% o un 40% debido a la epidemia de gripe porcina africana, una enfermedad mortal para el animal, muy contagiosa y sin cura. Por este brote muchos animales murieron, y otros tantos debieron ser sacrificados para evitar que esta enfermedad se siguiera propagando.
Si bien para la Argentina la inversión de China significaría un desembolso millonario, el tema instaló una fuerte polémica, sobre todo de parte de ambientalistas y referentes sociales que cuestionan los modos de producción porcina y temen el ingreso de algún virus que pueda afectar a la producción local.
“Hay un tema que hay que tener en cuenta, que es el status sanitario que tiene la Argentina en la producción porcina, que es único en el mundo. Es realmente espectacular y está libre de un montón de enfermedades que tienen otros países, incluso Uruguay y Brasil. A eso a eso hay que cuidarlo como oro, porque una vez que se pierde el estatus por el ingreso de alguna enfermedad es muy difícil recuperarlo. Ese es un tema que preocupa respecto de la instalación de granjas chinas y en este sentido hay que encarar bien las cosas”, señaló a UNO Sebastián Bouzada, integrante de la comisión directiva de la Cámara de Productores Porcinos de Entre Ríos (Capper).
Según mencionó, este estatus se logró debido a que “la producción argentina es muy chica todavía y entonces los riesgos de tener algún tipo de enfermedad disminuyen”, y remarcó que además hay un buen trabajo del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) en cuanto a la importación genética: “Cuando vienen madres en pie desde Brasil se las deja en cuarentena”, mencionó.
Asimismo, comentó que las barreras naturales, como el mar y la cordillera,contribuyen a que se pueda mantener este estatus de calidad, tanto en la producción porcina como en la agricultura.
Respecto de cómo podría impactar la instalación de granjas con capitales chinos en la Argentina en la producción nacional, advirtió que es difícil evaluarlo porque “no hay nada concreto todavía”, aunque indicó que desde la Capper analizan las posibles consecuencias: “Es un proyecto por ahora y sabemos que se firmó una carta de intención entre los dos países, pero no hay nada concreto ni aprobado, y nadie sabe cuántas madres se van a instalar. Obviamente hace un montón de ruido este tema, y aunque se están escuchando voces sobre el impacto ambiental que tendría esto, hay que aclarar que existen formas de producir de manera sustentable”, dijo, y agregó: “De hecho, Argentina no tiene un gran stock de madres como los países productores más grandes del mundo. Y sobre el tema de los efluentes, que es lo que más se cuestiona de parte de estos movimientos, hay que aclarar que se los utiliza como insumo para la parte agrícola. Cualquier país que tiene producciones altas de cerdo utilizan los efluentes para fertilizar, porque aparte de mejorar la calidad de los suelos, disminuye el costo de fertilización a futuro”.
Sobre los puntos a favor de esta alianza, opinó: “Esto puede generar exportaciones, que tanto le hacen falta a la Argentina, y en consecuencia más ingresos de divisas. Así que hay que analizar seriamente estas posibilidades”.
Producción
En la actualidad, Argentina tiene unas 950.000 cerdas, y de ese total cerca de 350.000 están en unidades productivas con finalidad comercial.
En este marco, Entre Ríos ocupa el cuarto lugar entre las principales productoras a nivel nacional, con una cantidad que oscila las 25.000 y 27.000 madres en producción, de las que se obtienen alrededor de 450.000 capones mensuales. Sobre este punto, Bouzada subrayó que hasta 2009 el número de madres oscilaba las 7.500, y en una década prácticamente se triplicó.
La actividad se expandió y Entre Ríos provee de carne porcina principalmente al mercado interno, ya que en la provincia no hay plantas de faena habilitadas para exportación.
Según adelantaron desde el gobierno nacional “el desarrollo de la cadena de valor porcina mediante inversiones conjuntas entre empresarios argentinos y chinos con vistas a proveer al país asiático prevé adicionar 300.000 madres en un período de cuatro años. Sobre este punto, Bouzada advirtió: “Hay preocupación entre los productores que de un día para el otro alguien instale semejante cantidad de madres y que eso después no termine teniendo como destino la exportación, sino que se termine consumiendo aquí en la Argentina. Eso destruiría completamente un mercado, que en los últimos 10 o 15 años realmente ha crecido muchísimo”.
“No hay nada concreto sobre todo esto, y cómo se regula en la producción que esos criaderos destinen sí o sí la faena para exportación, no se sabe. Deberían definir antes qué mecanismos imponerle a China para que su producción no sea vendida en nuestro país”, reflexionó.
Consumo
Según contó Bouzada, en Entre Ríos hay alrededor de 180 productores de cerdo y si bien no se está exportando desde la provincia, a nivel nacional hay cada vez más demanda por parte de otros países: “Lo que está bueno si se abre un canal nuevo de exportación es que también ayudará a regular las ventas cuando el mercado interno está deprimido. Hoy desde la Argentina se sigue exportando muy poco: solo el 4% o el 5% de la producción, y un 80% de los que se exporta tiene como destino a China”, explicó.
Si bien destacó que el consumo interno sigue subiendo, alcanzando un promedio de 17 kilos anuales por habitante; y afirmó que la producción está en aumento debido a que hay una notable demanda en las carnicerías de cortes frescos; comentó que la pandemia del Covid-19 también afectó al sector: “Desde que empezó la cuarentena pasamos meses muy complicados, ya que el precio del capón en pie bajó un 30%. Esto pasó porque hay canales de ventas que desaparecieron, como la hotelería, los restaurantes, los bares. Eso hizo que sobre todo la industria chacinadora que consume muchos capones se retirara de la compra y empezaron a sobrar, lo que provocó es que el precio comenzó a caer”, explicó.
No obstante concluyó: “Hoy se está revirtiendo esto porque empezaron a recuperarse esos canales y el precio está subiendo de a poco nuevamente”.