José Amado/ De la Redacción de UNO
“Lo que nos hicieron es atroz, terrible, no tiene explicación”
Ayer por la tarde, Alicia estaba amasando para hacer tortas fritas, Roberto arreglando unas cosas de la casa y Chicha haciendo compañía. En la zona de la aceitera de Bajada Grande, hace dos años que todo es más: las calles tienen más barro, en los descampados se levantaron más ranchos de familias que no tienen si no dónde vivir, más oscuridad en los caminos sin farolas, la placita está más abandonada y destruida, la gente tiene que trabajar más porque todo sale más, son más grandes los ratones que muerden a los chicos. Y más grande es el dolor de los padres de Cristian, y de sus amigos y de su familia y de los vecinos. Chicha también está más triste y sola.
Alicia deja la harina, Roberto deja el martillo. Muestran, además de una amabilidad y respeto que en la sociedad están en peligro de extinción, muchas ganas de hablar. Alicia prende un cigarrillo y cuenta, Roberto la interrumpe y agrega, Chicha se echa a un costado y acompaña.
“Ese día lamentablemente me tuve que ir, y me da vueltas no haberlo llevado, porque no sé, era como un presentimiento de que algo iba a pasar, pero no sabía hacia quién, desde acá- cuenta Alicia y se señala el corazón-. A esa hora yo estaba trabajando y me agarró una puntada, pero no sabía de qué, hasta que Roberto me llama y me dice ‘desapareció Cristian’”.
“Él estaba con la bicicleta todo el día, estaba aprendiendo a andar, jugaba con los amiguitos, pasaba su niñez como cualquier otro chico - recuerda Roberto-. Ella me decía ‘no lo dejes salir’, pero yo le decía ‘no lo podés tener todo el día acá, es chico, necesita desarrollarse’, yo cuando fui chico no tuve la niñez que tenía él. Pero nunca nos pudimos imaginar que por un loco desalmado iba pasar semejante cosa. Lo vi en el Juzgado y tenía una frialdad total, como si no tuviera nada que ver, como si él no fuera el implicado en todo esto. Me da tanta rabia…”.
Chicha se queda echada como acurrucada, de vez en cuando levanta la vista y para las orejas. Se levanta y saluda como corresponde a la visita que llega en una moto.
Desde hace dos años, Alicia y Roberto buscan una respuesta que nadie tiene, recorren y rearman cada instante de aquel 20 de mayo. “No sé porqué tomó esa decisión de agarrar una criatura tan indefensa. Eso me atormenta día a día, ¿habrá gritado? ¿Habrá llorado? ¿Habrá pedido por sus padres? ¿Cómo habrá buscado la forma de escaparse?, porque en su cuerpo tenía golpes, esto es muy doloroso, aunque pase el juicio no vamos a estar felices y contentos, porque yo quiero a mi hijo devuelta, no puedo vivir sin él”, dice Alicia.
La espera
El lunes se hizo en el Juzgado Penal de Niños y Adolescentes la audiencia por el homicidio de Cristian Ríos. El acusado, Cristian Carrasco, tenía 17 años cuando lo violó y lo mató. El abogado querellante Marcos Rodríguez Allende pidió que sea condenado a 15 años de prisión, y la fiscal Laura Cattáneo a 14. El delito imputado por la Fiscalía y la querella: Homicidio calificado en grado de tentativa.
El defensor Pablo Barbirotto solicitó una pena condicional, porque no se puede juzgar a un menor igual que a un mayor de edad, y porque el joven está con tratamiento a cargo de los profesionales del Consejo Provincial, el Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf). El lunes el juez Mario Gómez del Río dictará una sentencia que podría tener la pena más alta aplicada en la provincia a un menor que delinquió.
Detrás de la polémica legal y técnica entre los abogados, Alicia y Roberto miraban, por primera vez en dos años, el rostro de Carrasco. “Fue duro, encontrarlo a él frente a nosotros fue un golpe, una puñalada, porque él no nos miraba, dijo que iba a la escuela, acá, allá, que estaba con el psicólogo, la psiquiatra, qué sé yo… hoy en día lo que nos hicieron es atroz, es terrible, no tiene explicación”, dice Alicia, y cuenta: “Yo muchas veces le busco la vuelta pero no la encuentro, veo chicos que son parecidos y me prendo en eso que digo es parecido al Cristian, como que lo llamo con la mente”.
Alicia y Chicha miran por la puerta de la casa, la curva de la calle sin nombre, el horizonte de pasto y arena, esperando lo que no va a ocurrir. “Hoy en día no lo tenemos pero se me da que lo espero como a una hora determinada, que salía con el papá y venía a trabajar. A esa hora que yo lo esperaba lo sigo esperando, por ahí él me dice ‘hacete la imaginación como que está de viaje’, pero no puedo porque lo estoy esperando y no regresa, es muy triste- asegura la madre-. Su perrita lo busca toda mañana, todo el día, va a donde a él lo alzaron, pega la vuelta, cuando yo me voy la perra me sigue, como que me protege, es inexplicable todo este caso”.
Más atrás, los recuerdos son los mejores. Alicia no pudo tener una maternidad como habría querido con sus tres hijos mayores. Trabajaba todo el día para mantenerlos y cuando llegaba a su casa ya estaban cambiados, o comidos, o dormidos. Cuando conoció a Roberto, vino Cristian. “Ríos me enseñó a ser mamá”, asegura la mujer. Hoy vendo la revista Barriletes, desde antes de tener a Cristian, y toda la gente me conoce, me ha estado acompañando, y a Cristian lo adoraban. Él me acompañaba y la gente me paraba en la calle y me decían ‘es precioso’, se daba con todos”.
Roberto también quiere contar: “Siempre quería acompañarme al trabajo, porque quería aprender, que yo le enseñara. Era un chico que se hacía querer con todos, hice todo lo posible para que sea educado, que respete a la gente, a los mayores”.
La audiencia por la causa de Cristian les ha removido muchas cosas, pero tienen expectativas en que el final les lleve algo de tranquilidad, a ellos y a su hijo. “Yo confío muchísimo en Gómez del Río -dice Alicia-, él me ha dado su palabra, estoy muy agradecida por todo lo que hizo, y sé que va a hacer justicia, tanto él como el abogado y la fiscal, sé que juntos lo vamos a lograr, así él puede descansar en paz. Porque ahora con todo este revuelo se me da como que no está bien. Cuando yo estoy tranquila y bien, lo sueño feliz, mirándome, y por ahí hay días que ni lo sueño y eso me extraña. Cada vez que yo estoy nerviosa él no quiere que esté así, entonces por ahí lo sueño distinto”.
“Yo lo hablo en el sueño -continúa relatando Alicia-, siempre lo vi contento, riéndose, me dice ‘mami me llevás a la cama’, y él está paradito al lado del ropero, ‘sí Cri, lo alcé y lo llevé a la cama’, ese fue el mejor sueño que tuve, me abrazaba y me besaba. Pero hay días que… y con esto la verdad… Ayer (en la audiencia en el Juzgado) ya estaba que pedía por favor que paren, porque no podía estar, casi me descomponía de tantas cosas. Es feo, muy feo”.
La condena y lo que falta
Cristian Ríos desapareció el 20 de mayo de 2012 a las 14, cuando fue al quiosco a comprar golosinas, y fue encontrado al día siguiente en una cava de Bajada Grande. En medio del gran despliegue policial, Chicha rascó en la arena y lo encontró enterrado. Las pericias determinaron que fue abusado sexualmente y ahorcado con su pantalón. A las 48 horas, la División Homicidios tenía detenido al autor.
Los reclamos de entonces por parte de los vecinos sobre las condiciones lamentables de la zona donde viven no fueron escuchados. “Ojalá pusieran por lo menos los pilares comunitarios, a la Municipalidad no le costaría nada, digo yo, tirar un cableado, por lo menos para poner luz en la calle que es una inseguridad terrible, el yuyal que hay”, propone Roberto.
La familia de Cristian, según informaron, no recibió asistencia ni contención por parte de los profesionales del Estado que están para eso. El lunes habrá una condena, pero se estará lejos de haber justicia.