El viaje que emprendió en mayo de 2016 no pudo haber sido peor para Rodríguez. Además de caer
detenido con el cargamento narco, fue abandonado por su abogado, a quien creía un amigo, y hasta lo denunció por abandono de persona. "Se me vino el mundo abajo. Y ahora encima quien me debe defender me ha amenazado y me pide que le pague" dijo. Además, aseguró que el abogado no solo cobró por un trabajo que no hizo sino que se quedó con un regalo que el preso le dio para que entregara a su hijo.
Esta semana, cuando llegó a su casa del barrio Quinto Cuartel, tuvo otro revés: "Me vendieron todo", denunció, al ver que la vivienda estaba prácticamente vacía.
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"Es otro mundo"
Sobre el año y dos meses que pasó en la prisión de máxima seguridad, Rodríguez recuerda: "Al principio la pasé mal, hasta que me ubiqué y la pasé mejor. Cuando entrás te reciben con la requisa, son personas muy malas, golpeadoras, no les interesa si estás enfermo, si sos chico, el penal de Ezeiza es otro mundo".
Los internos van pasando de módulos (son seis en total) según el tiempo, la peligrosidad u otras características que Rodríguez explica: "Desde el sector 2 empieza lo peor, el 3 y el 4 es malo, en el 5 están los mediáticos, y en el 6 los travestis", y luego amplía: "En el sector 1 están alojados allí los presos con poder y dinero, en el número 2 se siente el rigor, en el 3 te encontrás con gente mala, que no te deja entrar, en el 5 están Lázaro Báez y Ricardo Jaime".
Rodríguez relató que con el afán de pasar un poco mejor su estadía en la prisión se hizo amigo de mucha gente, entre ellas Víctor Schillaci, uno de los condenados a prisión perpetua por el triple crimen de General Rodríguez por tráfico de efedrina, y que saltó a la fama con la escandalosa fuga junto a los hermanos Lanatta que mantuvo en vilo al país entre fines de 2015 e inicios de 2016.
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"A Víctor le cocinaba hamburguesas, milanesas, arroz, le traían directamente la mercadería y yo le cocinaba, porque tenía miedo de que en el penal lo maten" contó Rodríguez. Su regreso a Victoria no interrumpió el contacto y la amistad: "Con Víctor tengo comunicación por medio del chat. Dialogamos sobre la salud, si necesito algo. Realmente hice amistad con mucha gente, el penal es una universidad, donde te enseña muchas cosas buenas y malas a la vez".
Pese a todo lo que Rodríguez vivió, el trago más amargo lo sufre todos los días: "La falta de diálogo con mi madre es lo que más duele, que no me hable, que no me venga a ver, es terrible", lamentó.
El hombre de 54 años asegura que la droga que trasladaba aquel día que lo sorprendieron los gendarmes no era suya: "Fui a hacer un viaje a Paraguay, no a traer droga, yo iba a buscar un dinero, no sabía que iban a colocar droga en el auto, el dinero superaba el millón de pesos".
Sobre su paso por el vecino país, manifestó: "Allá se puede conseguir lo que quieras y necesites. No te piden documento, podrías andar con un revólver en la cintura adelante de la Policía. Yo fui a una confitería con dos revólveres en la cintura y es como si nada, si necesitás balas en un quiosco te la venden; podés conseguir dinero, droga y todo lo que uno puede imaginarse. La gente te pide que la lleves a otro país con cualquier promesa".
Ahora Rodríguez espera en su casa priorizando su salud. Se ha fracturado una vértebra que le trajo otros problemas, por lo que deberá someterse a una operación primero y luego realizar un trasplante de médula ósea. "Todo lo hago en un hospital público con médicos que me han ayudado mucho en este momento", destacó.