A los conductores temerarios hay que confiscarles el auto por la vida

Ante la repetición de los accidentes de tránsito con consecuencias fatales, observamos el control insuficiente de los gobiernos
22 de noviembre 2018 · 23:45hs
Viajábamos entre Paraná y Concepción del Uruguay y sufrimos dos ataques de conductores temerarios que pudieron acabar con la vida de varios. En ambos casos a altísima velocidad.
En uno de los ataques el conductor perdió el control del vehículo a más de 150 kilómetros por hora, zigzagueó sobre el asfalto, casi rozó a un auto que venía de frente, y saltó a la banquina con la suerte de encontrarla más o menos transitable por unos 100 metros. Entonces volvió a la cinta asfáltica y nos pasó sin tomar nota, para acelerar de nuevo a 150.
La tienen clara. Bruno, con la camiseta de Boca, abrazó a Nehemías, con la pilcha de River. Alrededor de ellos sus compañeros de grado y docentes.

Los niños brindaron un mensaje de paz

ruta 12: un triple choque termino con heridos

Ruta 12: un triple choque terminó con heridos

No estamos contando un caso aislado. Un viajecito nos regala siempre alguna anécdota así, porque los déspotas del volante marchan con impunidad matando inocentes.
La principal razón es política: la decadencia le ha nublado la vista a la dirigencia. Ahí están presidente, gobernadores, intendentes, probándose los trajes de la reelección cuando, en términos de masacre en ruta, no han demostrado que empezaron a gobernar.
Si los problemas, por graves que sean, no están en sus manuales vetustos o vienen recomendados desde Europa, los dirigentes colonizados se convencen de que no existen. Y la muerte en ruta es un caso testigo.
El apuro y la irresponsabilidad es la principal causa de muerte en jóvenes en la Argentina, aceitada por la desidia estatal. Los choques destrozan a una cantidad equivalente a un pueblito entrerriano por mes. Irazusta tiene 100 años de historia junto a la estación del ferrocarril. Cada mes, los argentinos matamos a una comunidad completa como Irazusta. Sacrificamos a sus habitantes del primero al último incluyendo a los recién nacidos. Diez localidades así caen completas en un año y sin piedad, porque en la ruta los muertos sufren. Hay que decirlo con todas las letras, para despabilar a los gobernantes obstinados en seguir dormidos al volante.

Decomisar el auto
Asociaciones civiles como Madres del Dolor y Luchemos por la Vida van a la vanguardia, con otras, en la prevención y la denuncia. Dicen que la prioridad es la reducción de la velocidad. Las muertes certifican que esas organizaciones están en el camino correcto, pero se chocan con la sordera del Estado nacional y los estados provinciales, permeables a la industria de la muerte.
Hace años que en este espacio abogamos por bajar la velocidad máxima a 70 kilómetros por hora para salvar miles de vidas, con razones irrefutables mientras se resuelven otros problemas. En Francia, este año bajaron de 90 a 80 km/h en las rutas secundarias.
Luchemos por la Vida lleva 28 años encendiendo al luz roja y alumbrando vías de solución. Si los gobernantes no las encuentran o no las buscan, ¿por qué no dejan el tema en manos de los que sí se han ocupado?
No vamos a pedir la pena de muerte para los conductores temerarios (como esos que nos atacaron esta semana), asesinos de muchas de las 7.500 víctimas fatales embolsadas en nuestras rutas cada año. Ellos han impuesto la pena de muerte bajo tortura a las y los inocentes, y no corresponde pagar con la misma moneda. Sí es justo que el Estado confisque el auto de por vida, luego de un juicio sumarísimo, a aquellos que van camino al crimen, usando el auto como si fueran francotiradores. El buen criterio aconseja más prevención que penas.

No es un juego
Cada tanto endurecen las penas a los homicidas y borrachos, pero siempre quedan en veremos la imprescindible campaña masiva de concientización y la prevención.
Esto no es un juego. Este sistema mata, y la masacre se repite por décadas. La mitad de todas las víctimas son menores de 35 años, y muchísimos de ellos, niñas y niños.
¿Cuál es la principal causa de muerte de los menores de 30 en la Argentina? ¡El chocarse! ¿Acaso existe un dato más vergonzoso para una sociedad? Matar a los niños bajo tortura en los choques nos convierte en una sociedad más primitiva que cualquier sociedad primitiva conocida. Y para la repetición de este escándalo por décadas ya no hay definición posible.
Por ahora seguimos esperando que los déspotas del volante maten, para detenerlos un rato y multarlos. Esa pretendida prevención por escarmiento no sirve. Lo que sirve es un combo, todo a la vez: capacitación, prevención, control en ruta, en marcha; y confiscación del vehículo y el carné hasta el fin de los días del agresor. Sea de quien sea el auto, debe quedar en poder del Estado, sin devolución posible. El propietario es corresponsable (salvo que el auto sea robado, claro).
No serán muchas las ejecuciones: cuando se informe con claridad el decomiso de los primeros 10 vehículos en el país, en medio de un estado de emergencia y en alerta permanente, con inspectores viajando por las rutas para pescar a los homicidas in fraganti, filmarlos cuando cometen sus atropellos y detenerlos, entonces salvaremos a miles y miles de niños, jóvenes, mujeres, obreros, que suben a las arterias para trabajar o recrearse y hoy se topan con la muerte.
También será un favor para que no consumen sus crímenes, y un favor a esos gobernantes que están cometiendo el grave delito de estrago aunque la Justicia mire para otro lado.
La muerte en ruta dejó de ser un delito común, es una masacre con responsables a la vista, y como tal exige medidas extraordinarias. No se trata de "mano dura". Lo que estamos diciendo se llama prevención extrema, cuidar las vidas una a una, y limpiar las rutas de temerarios, cerrar las puertas y hasta la mínima rendija para esos déspotas.

Delito de peligro
Si el gobierno encuentra a un grupo con 10 kilogramos de una droga prohibida lo detiene y lo juzga. ¿Y qué daño está haciendo? ¿A quién? El Estado entiende que esa persona o ese grupo pone en riesgo a la sociedad, aunque no esté claro quién será la víctima.
El fiscal argentino Antonio Gustavo Gómez, tan valorado por los ecologistas, ha explicado cómo los llamados "delitos de peligro" en materia de narcotráfico y residuos peligrosos pueden ser considerados para proteger el ambiente cuando aún no hay víctimas directas.
Lo mismo se impone en torno de los conductores temerarios.
Gómez suele repetir que la Ley Nº 23.737 (de drogas) castiga a los narcotraficantes, y prevé delitos de peligro. "¿A quién pone en peligro un narco que tiene 100 kilos de cocaína en su casa? Pone en peligro a los potenciales clientes. Ahora, ¿sabemos a quién? No. Y por eso se dice delito de peligro. Yo no necesito que alguien tenga una sobredosis en un hospital, que ese sería el resultado, para que tenga una causa penal y pueda ir a secuestrar la cocaína", apunta el fiscal.
Algo similar ocurre con la Ley Nº 24.051 de residuos peligrosos que contempla delitos de peligro abstracto, no de resultado. "No necesito que alguien esté enfermo de cáncer para que el delito esté presente... La cámara de casación penal ha dicho: es un delito pluriofensivo, nos ofende a todos, estemos o no en el lugar. Es un delito de peligro abstracto. La sola existencia de ese residuo con la posibilidad de su vertido es suficiente para que se configure el ilícito".

Emergencia vial
Algunas medidas que podrían confluir para salvar vidas: mirar el problema de manera integral, los grados de responsabilidad; declarar la emergencia vial y reducir los máximos permitidos de modo drástico durante el primer año, a 70 km/h, para luego ir flexibilizando de manera paulatina y muy lentamente. Combatir y extirpar a los temerarios y confiscar vehículos. Establecer inspectores itinerantes, superando la tontería de los puestos y controles fijos. Lanzar y sostener campañas de conciencia masiva y mejorar el estado de las rutas. Evitar o reducir al mínimo el contacto de autos y camiones en las rutas angostas. Instalar en las rutas señales de prevención, refugios para horas de tormentas y nieblas, modos de alerta, personal preparado, y disuadir a los conductores mal dormidos o que han consumido bebidas inapropiadas.
Sin dudas, quedará un mínimo de accidentes ocasionados por razones imprevisibles: salud de los conductores, fallas mecánicas, eventos meteorológicos.

Los temerarios matan
Cada vez que salimos a las rutas vemos a un par de conductores al volante cometiendo todo tipo de atropellos, poniendo en riesgo la vida de familias inocentes, trabajadores, mujeres y hombres que deben salir a las rutas para buscar el sustento o para la recreación.
No hay una pizca de duda, acerca del peligro de los déspotas al volante, y está muy claro que los conductores temerarios son responsables de delitos de peligro. Por eso deben ser detenidos transitoriamente, y despojados del carné y del vehículo de por vida.
Grandes camionetas haciendo señas de luces, colocándose a medio metro del vehículo que va adelante, zigzagueando, cruzando en doble raya amarilla, pasando semáforos en rojo: cualquiera lo ve, no es ningún secreto, no descubrimos nada. Resultado: muerte masiva.
El vínculo entre los déspotas del volante y la muerte es directo. Los temerarios matan, y abundan. No son mayoría entre los conductores. Pero claro: con solo el 1% de los conductores alocados, o el 0,1%, tendremos tragedias todos los días del año, a razón de 20 muertos bajo tortura cada día en el país, en promedio. Y eso es lo que sucede.
Ahora: si sabemos que los temerarios matan inocentes, y las rutas argentinas están bajo responsabilidad de los estados nacional y provincial gobernados por presidentes y gobernadores, entonces la deducción es lógica.
Con cada niña, cada niño que muere bajo tortura en las rutas entrerrianas, argentinas, mueren un poco su madre, su padre, sus hermanos, sus abuelos, tíos, vecinos, amigos. Y por cada víctima fatal quedan dos o tres heridos y amputados.
Con esto decimos que las víctimas del choque en las rutas son más de las que cuentan las estadísticas.
Llenar el formulario
Se acerca enero y preparamos un extenso formulario con no menos de 7.000 casillas para llenar con nuestros nombres en 2019. En muchos casos escribiremos cinco de un tirón, porque los autos cargan cinco personas. Y eso que el formulario no deja espacio para las otras víctimas, las que lloran las consecuencias de este absurdo naturalizado.
Durante meses hemos seguido las infracciones en un semáforo en la entrada de San Benito, sobre la transitada ruta 12 que conecta Paraná y Villaguay. No menos de dos infracciones por minuto, 120 por hora, unas 2.500 infracciones en un solo día. Y así durante meses. ¿Será que todos lo vemos, menos los responsables de la ruta? ¿O estamos ante evidentes casos de negligencia? El resultado de esta desidia salta a la vista: la muerte. En esa ruta y su continuación, avenida Almafuerte, se cuentan por decenas las víctimas del caos. Bien: esa es la norma. El Estado no cuida ni deja que otros cuiden.
La decadencia política ha anclado a la dirigencia en sus libritos viejos y distantes. Los seguidores actuales de Adam Smith (que pululan) no leen en La riqueza de la naciones el problema de los choques porque su jefe escribió la obra 100 años antes de que se inventara el auto, y a 10.000 kilómetros de acá. Los que siguen a Karl Marx (si los hay) tampoco hallarán este problema en El Capital. Ahora, no sabemos si la casta política estará dispuesta a mirar el aquí y el ahora, abrir sus propios ojos, escuchar el llanto de las madres, los padres, y hacerse cargo de las rutas que dejamos a su cargo.
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