Según un informe emitido por el Ministerio de Turismo de la Provincia, durante enero se recaudaron gracias a la actividad 750 millones de pesos, entre “gastos efectuados en hospedajes gastronomía, movilidad, recreación, eventos y espectáculos, compra de regionales y artesanías”, entre otros.
Pequeños pueblos se reinventan y crecen con apuesta al turismo
Sin dudas, la apuesta del sector se redobla año tras año con distintas alternativas para ubicar a Entre Ríos entre los lugares predilectos este verano.
Entre estas opciones se posicionan también los pequeños pueblos que supieron erigir sobre su historia un atractivo para los viajeros.
Sumado a la tranquilidad y lo que la naturaleza ofrece dentro de cada localidad, los museos, circuitos históricos y la gastronomía típica suman alicientes para elegir, por ejemplo, el recorrido que ofrecen las colonias judías en la zona de Basavilbaso, Villaguay, Villa Clara y Villa Domínguez. Marcos Butala es integrante de la comunidad israelita y uno de los guías que se ocupa de llevar a los turistas por las sinagogas tradicionales y de narrar la historia de la comunidad en la zona y dentro de la provincia.
“Por lo general llegan familias de otros lugares, como Capital Federal y Buenos Aires, o Rosario y Santa Fe, que son descendientes de inmigrantes de la colectividad y están interesados en conocer un poco más de la historia del gaucho judío. También llega gente de otros países que están recorriendo la Argentina y les llama la atención este circuito”, dijo a UNO.
De la misma manera, hay turistas interesados en las aldeas alemanas que circundan la zona de Paraná, como Aldea Brasilera o Spazenkutter, que supieron montar un programa a partir de la oferta culinaria y la exposición de las costumbres que se mantienen aún hoy en día entre los pobladores cuyos antepasados llegaron desde la región del Volga a fines de 1800.
Pueblo Liebig es otro de los lugares que supieron erigir una fuente de trabajo, paradójicamente, sobre los resabios que dejó el cierre del frigorífico que supo garantizar la ocupación de más de 4.000 personas hasta la década del 80.
“Hoy son solo 1.000 las que viven acá”, señaló a UNO Héctor Bochatón, presidente de la junta de gobierno situada a 10 kilómetros de Colón. A su vez, contó: “Con la llegada del frigorífico de capitales ingleses, a fines de 1900, el poblado fue el primero que tuvo luz, agua corriente y hielo. También tuvimos el segundo equipo de fútbol del país, después de Racing. Los ingleses pusieron el frigorífico y ellos mismos armaron el pueblo alrededor”.
Lejos de resignarse a convertirse en un pueblo fantasma con la emigración hacia otras ciudades, tras el cierre de la industria que motorizaba la economía del lugar, se creó el museo y se acondicionaron 93 cabañas para quienes buscan la tranquilidad y deleitarse con la pesca.
“La población se triplica en temporada estival. En esta época viene gente que escapa del ruido y de las grandes ciudades”, dijo Bochatón a modo de conclusión.
La Irazusta que no fue
La localidad de Irazusta se proyectó hace 10 años sobre una iniciativa que proponía que las familias del lugar alquilaran habitaciones desocupadas de sus casas a turistas que buscaran tranquilidad y descanso. Se formó una comisión y fueron 14 las viviendas que se pusieron a disposición para que los viajeros pudiesen hospedarse. “Hoy solo hay dos casas que alquilan piezas. Lo que pasó es que los hijos que se iban a estudiar a la ciudad venían los fines de semana largos y ya la gente no quería alquilar, priorizando a su familia. Después les dio miedo albergar a un extraño, porque venían de Buenos Aires, así que ya casi nadie se dedica a esto”, contó a UNO Eugenia Korell, vecina del lugar.
Hallar una oportunidad en las demandas que tiene la gente
Pueblo Alvear es un pueblo que, según el último censo de 2010, tiene alrededor de 480 habitantes. Desde hace pocos años se puso de moda entre quienes buscan un espacio para el descanso, sobre todo personas oriundas de Buenos Aires. En ese sitio se levantaron desde hace aproximadamente 20 años una serie de complejos de cabañas y bungalows, cada uno con su pileta de natación, parrillas, cocheras y una serie de comodidades que invitan a los turistas que gustan de la pesca y del relax. Uno de los emprendedores que apostó al lugar buscando una alternativa laboral a su trabajo como docente fue Gustavo Villarino: 26 años atrás compró un predio y empezó a edificar. “No había ningún servicio, pero hace poco años tenemos luz, gas a granel, líneas de teléfono. Era un pueblo muy decaído y el primer progreso que tuvo desde que nos instalamos fue el embrozado en el acceso”.
En el lugar, muchos pobladores aprovecharon e instalaron un kiosco, una despensa, un comedor, y de esa forma se sumaron a la iniciativa de ofrecer un servicio y generar algún ingreso. “Llega gente escapando del ruido, ya que es un lugar ideal para el descanso y eso es lo que buscan quienes viven en las grandes ciudades, sobre todo en verano. Y estamos solo a kilómetros de Paraná”, aseguró Villarino.
La necesidad de encontrar un lugar para contactarse con la naturaleza fue muy bien aprovechada por quienes alquilan las cabañas y hospedajes.
Algo similar ocurre con Pueblo Brugo, que ahora cuenta con el comedor de pescado más popular de la región y se transforma en una oportunidad para quienes ofrecen hospedajes y quienes planean construirlos. El presidente de la junta de gobierno, Alcides Andrián, confió a UNO que ahora se pidió asfaltado para que el lugar siga progresando.