Desde que se implementaron las primeras restricciones con el fin de frenar el avance de la pandemia del coronavirus en el país, en marzo de 2020, los boliches de Paraná debieron cerrar sus puertas. Desde entonces no pudieron volver a trabajar, ya que en la capital entrerriana, a diferencia de otras ciudades, no consiguieron habilitación. A la par, fueron creciendo las fiestas clandestinas.
Boliches siguen sin abrir y crecen las fiestas clandestinas
Muchos trabajadores del sector quedaron sin ingresos. Mientras tanto sigue creciendo las fiestas clandestinas.
“La estamos pasando muy mal, los boliches están totalmente cerrados, pero seguimos afrontando todos los problemas, los gastos, los costos de alquileres, de empleados y demás. Esto nos está llevando a la quiebra, directamente”, aseguró un referente del sector, que prefirió que no se difunda su identidad.
A su vez, subrayó: “Vamos a ser los últimos en abrir después de todo esto, si es que logramos subsistir, porque además no recibimos ningún tipo de ayuda para paliar la situación, y nos siguieron cobrando impuestos y servicios sin poder generar ingresos”.
Asimismo, manifestó: “Tampoco nos dejaron trabajar en verano, al aire libre, con todos los cuidados y los protocolos. No nos dejaron hacer nada, siendo que a poquitos kilómetros hay boliches que pudieron abrir. Además, sabemos que se están desarrollando constantemente fiestas clandestinas, que son enormes y los organizadores ganan fortunas”.
“Somos cuatro bolicheros en Paraná que nos dedicamos a esto. Después hay gente que organiza fiestas y demás”, indicó el referente del sector consultado por UNO, y si bien algunos se dedican también a otras actividades que les permitieron mantenerse, en el ámbito de los locales bailables se genera trabajo para una gran cantidad de gente y la situación se volvió cuesta arriba sin poder abrir. “Hay entre 60 o 70 personas por local que viven, changuean, o reciben una moneda gracias al trabajo de los boliches. Algunos están tercerizados, y no reciben nada desde hace más de un año. Si antes estaban mal económicamente, ahora están peor y es mucha gente. Hay quienes se dedican exclusivamente a esto y por ahí no tenían otro desarrollo económico cuando la actividad se cortó de golpe. Y no pudieron pedir nada a nadie”, aseguró, y remarcó: “Imagínate un sonidista, un iluminador, una persona de la barra que siempre se dedicó a su rubro. Hoy se tienen que ir acomodando como pueden en otras cosas”. En este marco, comentó que la gente que quedó sin ingresos en este rubro “hoy se han dedicado a lo que puede, monedeando en el día a día”.
Nelson Laufauci, quien trabaja en el rubro de los boliches desde hace más de 25 años y estuvo a cargo de la ya disuelta Cámara de Bolicheros de Paraná, concordó: “Esta actividad genera muchas fuentes de trabajo. Hacen su tarea inspectores de Tránsito, policías que hacen adicionales, boleteros; el personal de admisión, control y permanencia; los disc jockey, personas de la barra y demás. Generalmente son servicios tercerizados, pero es mucha gente la que vive de esto o suma un ingreso, y lamentablemente Paraná fue una de las pocas ciudades en las que no se pudo volver a trabajar”.
El empresario hizo referencia a las drásticas consecuencias de esta cuestión y a modo de ejemplo comentó: “He visto disc jockey vendiendo sus equipos para subsistir”.
Lafauci recalcó que hubo varias localidades en las que durante el verano los boliches fueron habilitados para reabrir, después de un 2020 sin ingresos. “En Chajarí se autorizó la actividad con 1.500 personas al aire libre; también pudieron trabajar en La Paz y otras ciudades. Villaguay autorizó fiestas para el 24 y el 31 de diciembre para 4.500 personas. Acá nos sentimos atrapados en una interna política que nos afecta a nosotros”, señaló a UNO.
A su vez, indicó: “Solicitamos abrir para fin de año y nos dijeron que no. Si el objetivo de que no abran los boliches es que la gente no vaya a lugares en los que se puedan contagiar, hay que pensar que en las recepciones, los casamientos y otros eventos se bailó. Entendemos que con protocolos nos podrían haber autorizado para que trabajemos al aire libre entre septiembre y febrero”.
Según contó, pudo sostenerse económicamente gracias a que tiene un bar. “En mi caso particular zafé con eso. Es un mirador que está en la Toma y es uno de los pocos lugares a los que se podía venir y estar al aire libre, bajo el sol, mirando el río, por supuesto en el horario permitido y con todos los cuidados”, dijo, y contó: “Tengo un boliche en el Puerto que lo cerré en diciembre de 2019, porque es un boliche de invierno, y lo íbamos a abrir en abril de 2020, pero llegó la pandemia. Los boliches que buscamos reconvertir en bares anduvieron uno o dos nada más, los otros no, porque los boliches están fuera de la zona de bares y esto juega en contra”.
“El gobierno nos pide empatía, pero sin poder abrir, desde ATER nos mandaron todos los impuestos de 2020 con el 30% de recargo, y este año pasó igual”, lamentó, y fustigó: “Nos piden equidad y al principio de la pandemia nos instaban a que no trabajemos, diciéndonos ‘el respirador le puede faltar a tu mamá’, pero no vacunaron primero ni a mi mamá ni a otros adultos mayores, sino que se vacunaron primero muchos funcionarios, que no dieron el ejemplo”.
Actividad clandestina A la par del drama que atraviesan los propietarios de los boliches locales, las fiestas clandestinas se siguen realizando de manera constante en la zona. Sobre este punto, Lafauci opinó: “El Estado debería controlar que esas fiestas clandestinas, que son foco de contagios, no se realicen. Desde nuestro sector hemos comunicado en una reunión que tuvimos con la Municipalidad que el Estado provincial es cómplice de las fiestas clandestinas si no toma medidas fuertes al respecto. Una medida seria es el decomiso de todo el equipamiento que se encuentra en una fiesta clandestina, pero acá la Policía va, hace un acta y nada más, no le piden a la Justicia ni una orden de allanamiento. El gobierno provincial mira para otro lado, si no no se puede entender lo que pasa en Sauce Montrull”.
En uno de los lugares en los que se organizan con asiduidad este tipo de eventos masivos en esta localidad de Paraná Campaña, la Policía de Entre Ríos ya labró ocho actas desde que comenzó la pandemia. En esta quinta se cobra entre 800 y 1.200 pesos la entrada, según publicó Análisis, y en enero llegó a reunir más de 400 personas en una misma noche.
Cabe recordar que a principios de este mes, durante el último fin de semana largo, la Policía intervino en 22 fiestas clandestinas en toda la provincia. En el Departamento Paraná se realizaron 10 procedimientos.