Hoy se conmemora el Día Mundial del Parkinson. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa compleja, con un espectro amplio de complicaciones tanto motoras como no motoras. Además de los síntomas más conocidos, como el temblor, la rigidez y la lentitud, también se suelen sumar ansiedad, depresión, trastornos del sueño y deterioro cognitivo, entre otras manifestaciones. Hay avances en medicina que permiten mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Pacientes con Parkinson pueden mejorar su calidad de vida
Los pacientes con Parkinson pueden aspirar a una mejor calidad de vida.
Gastón Roude, médico neumonólogo de Paraná que atiende a personas con esta dolencia, señaló a UNO que “el Parkinson produce la alteración los movimientos normales aprendidos”, y explicó: “Se encuadra dentro de la clasificación de las enfermedades neurológicas. Hay síntomas que acompañan lo que es el temblor, la rigidez, pero lo que la caracteriza sí o sí es la lentitud en el movimiento. Típica mente aparece más en una mitad del cuerpo que en la otra, incluso en los cuadros avanzados, en que se manifiesta de ambos lados, hay mayor manifestación más en uno que en otro”.
El especialista agregó: “El temblor se produce cuando el paciente está quieto, sobre todo en la mano. Es el movimiento típico conocido como ‘cuentamonedas’, que es un movimiento continuo hacia arriba, como si el paciente estuviera contando monedas”. A su vez, indicó que usualmente la aparición frecuente del Parkinson no se da por un factor hereditario, aunque puede haber una excepción a la regla, principalmente en casos de personas jóvenes. “En pacientes jóvenes que ni siquiera entra en la clasificación del Parkinson clásico. Cuando se da en una edad temprana, es lo que llamamos ‘bandera roja’, es decir que sale de lo normal, ya que el Parkinson aparece principalmente en pacientes de edad avanzada”, subrayó.
El acceso a un diagnóstico certero muchas veces tarda en llegar, ya que “generalmente las personas que tienen algún síntoma consultan primero al traumatólogo por la rigidez o por dolor en el brazo, o asisten a previamente a un psiquiatra, porque uno de los síntomas más comunes es la depresión”, aseguró Roude.
Sobre este punto, aclaró que los síntomas no motores de esta enfermedad son muchos más frecuentes y aparecen más temprano que los motores. “Los más comunes son la depresión, las alteraciones en el sueño, que pueden preceder muchos años antes que la aparición del temblor o que la rigidez; y lo otro muy común es la pérdida del olfato, que es uno de los primeros síntomas que se da también varios años antes que otros”, sostuvo, y observó: “Por ahí para un médico que no está tanto en esto pasa desapercibido, y es un cuadro parkinsoniano muy típico al inicio”.
En torno al tratamiento que se realiza para que la persona diagnosticada con Parkinson pueda mantener su calidad de vida, aseguró que “ha avanzado muchísimo con respecto a lo que era 20 o 30 años atrás”, y refirió: “Hay otros tratamientos, sobre todo para evitar que esto avance. Las medicaciones actualmente son para mejorar el rendimiento de la dopamina que normalmente el genera el organismo, para evitar la dopamina en forma agregada. Actualmente la medicación lo que trata de hacer, sobre todo en la primera etapa, es evitar que el Parkinson avance, algo que no existía décadas atrás”.
Por otra parte, existe una sofisticada cirugía que se practica desde hace algunos años en pacientes con determinadas condiciones y para muchos significa una esperanza.
“Tiene un carácter paliativo, ya que al momento el Parkinson no tiene cura. Su objetivo es ofrecer una mejor calidad de vida a los pacientes afectados y permitirle recuperar la máxima autonomía posible”, aclaran en el hospital Posadas, en Buenos Aires, donde se realiza.
Sobre este procedimiento, el doctor Roude aclaró: “Hay mucho mito respecto de esta cirugía. Hace que la persona esté mejor a como estuvo, con la mejor dosis de dopamina, y para un paciente que viene muy golpeado, con muchos años de medicación, ayuda muchísimo”.
Testimonios
Rosa Delgado de Fouces, a quienes sus allegados la llaman Lula, tiene 75 años y vive en Paraná. Hace casi dos décadas le diagnosticaron Parkinson. La primera señal que advirtió, según contó a UNO años atrás, fue no poder escribir, porque su mano no respondía.
La mujer consultó a un neurólogo y después a un especialista en Buenos Aires, y si bien al principio se amargó por la situación que estaba atravesando, mencionó que tomó conciencia de esta enfermedad que antes desconocía, y esto la ayudó a sobrellevarla.
Sobre su salud en la actualidad, confió a este medio: “Ahí vamos. Hay días y días”. A su vez, recordó que años atrás había conformado un grupo de autoayuda para pacientes con esta enfermedad, que funcionaba en la Biblioteca Popular. “Andamos con ganas de remontarlo. Se puede salir adelante”, sostuvo, y aseguró que a quienes padecen esta patología los ayuda mucho compartir lo que les pasa con quienes están atravesando por una situación similar, y también es muy valioso el acompañamiento de la familia en este proceso.
Graciela Curvale, una paranaense de 71 años, comentó a UNO que hace 18 años recibió el diagnóstico, luego de consultar a su médico al advertir que las cosas se le empezaban a caer y los movimientos de su cuerpo se tornaban cada vez más lentos. “El desarrollo de la enfermedad es gradual, hasta que arranca con todo y se empieza a sentir temblor y rigidez. A mí me lo descubriendo cuando ya había avanzado bastante”, señaló.
Con la esperanza de mejorar su calidad de vida y contrarrestar los avances del Parkinson, en 2016 se sometió a una cirugía en el hospital Posadas, en Buenos Aires. Los resultados fueron asombrosos. Sintió entonces que la enfermedad había retrocedido 10 años, pero lamentablemente los efectos solo duraron dos meses: Graciela pronto comenzó a sentir los mismos síntomas que antes de operarse y tuvo que volver a enfrentar la desazón.
Debió recuperarse de tal desilusión, subrayó: “Tenía que seguir adelante, por mi familia y por mí. Ahora voy al instituto en el que hago ejercicios con aparatos y me siento mejor. Por ahí tengo mis caídas, por eso siempre estoy al cuidado de un hijo que vive conmigo”.
Según afirmó, el año pasado fue muy duro estar lejos de su hija y sus nietos debido a las restricciones por la pandemia. Pero finalmente pudo reencontrarse con sus afectos y darse el abrazo que tanto necesitaban, focalizándose en las cosas buenas que le ofrece la vida. “Trato de no estar pendiente del mal de Parkinson, y de vivir el presente”, concluyó.