A los 16 años Pablo Felizia descubrió su vocación. En realidad, comunicó cual era el plan que proyectó para su vida. “Quiero ser escritor”, le informó a su madre en el patio de su casa en Santa Fe. Su amor por las letras la volcaba en los momentos libres. Cuando no estaba perfeccionando su técnica y su juego en el polvo de ladrillo de Jockey Club tomaba lápiz y papel para redactar sus primeros textos.
Pablo Felizia, escritor, disciplinado y enamorado del Tate
Por Matías Larraule
En 2011 y mientras transitaba sus últimos años en su formación universitaria Felizia ingresó a la Redacción de UNO. El lector disfrutó de su buena pluma durante siete años, hasta que decidió iniciar un nuevo ciclo en su carrera para dedicarse de lleno como editor en Ana Editorial.
“Seré siempre periodista. Soy periodista porque me gusta escribir”, señaló. “Pienso todo el tiempo qué voy a escribir, cómo voy a escribir, con qué voy arrancar, de qué manera voy a escribir. Después está todo el trabajo dedicado a la edición. El libro que tengo que corregir, el que hay que inscribir, como lo voy a inscribir, si tiene aciertos o errores como le comparto al escritor las observaciones para que el libro sume puntos”, amplió, en diálogo con Ovación.
Pablo es una persona meticulosa, disciplinada. Planifica cada paso que da. Lo hace pensando en ofrecer el mejor producto. La filosofía de vida la adquirió en su adolescencia, en su vida deportiva. Etapa que inicio a sus 8 años cuando se acercó a Unión de Santa Fe, el “club de sus amores”. Luego continuó su derrotero en el Jockey Club.
El sacrificio fue su principal bandera. Desde los 10 años se sometió a los crudos veranos santafesinos para desarrollar las extenuantes pretemporadas. Metió horas extras para perfeccionar su juego. El esfuerzo le permitió ingresar en los courts en un nivel competitivo.
“Me importaba mucho ponerle huevo a los entrenamientos. Jugué varios torneos nacionales, perdí una cantidad impresionante de partidos, pero iba porque quería hacer deporte. Y a los 16 años, en el patio de mi casa, hablé con mi mamá y le dije “quiero ser escritor”, revivió.
Felizia resaltó los valores que adquirió en el tenis. “Siempre he sido bastante disciplinado para el trabajo, incluso en el momento que estoy desbordado. Eso me lo dio el deporte, sin lugar a dudas. Me costó mucho jugar al tenis, y jugar bien. Necesité entrenar, ser prolijo, tener horarios, comer bien. Un conjunto de cosas que me sirvieron para toda mi vida. Para estudiar en la facultad, para escribir. Esa disciplina deportiva se trasladó en casi todas las cosas que hago en mi vida”.
Pero el tenis no es el único deporte que rodea la vida de Felizia. Como buen santafesino, es apasionado del fútbol. “Es el deporte más hermoso”, describió. Su cita al estadio 15 de Abril, la casa de Unión de Santa Fe, es impostergable “salvo por cuestiones de fuerza mayor, como catástrofe ambientales o pandemia”, justificó.
El orden se mantiene en la relación que Pablo mantiene con la pasión popular. “Pago regularmente la cuota del club. Trato de leer todas las noticias vinculadas al club de mis amores. Salgo con tiempo suficiente para poder llegar al lugar de la tribuna donde quiero llegar”, enumeró. Pero la pasión a veces lo supera. “La disciplina está hasta que llego a la tribuna. Y ni hablar cuando tengo que discutir de fútbol. Esas son cuestiones en la que pierdo un poco la rigurosidad (risas), pero creo que es un por una cuestión de amor”, argumentó.
Pero más allá de la pasión, Pablo se considera un hincha respetuoso . “Soy un tipo serio. Soy de Unión de Santa Fe y no soy de entrar en pelear. Desde el año 1989 no discuto de fútbol con un hincha de Colón. No suelo gastar ni hacer esas cosas”. Tampoco es de trasladar su frustración hacia los protagonista del juego. “Siempre fui muy de aceptar las limitaciones. Como venía del deporte decía “si no puede, no puede”, interpretó.
Pablo definió a los momentos del partido como de sufrimiento, especialmente cuando el Tate sale de gira. “Hoy, para ver un partido de Unión por televisión, lo tengo que ver solo. Me cuesta si hay alguien al lado”.
Como todo futbolero, las cábalas están a la orden del día. “Es parte del ritual”, subrayó. “Algunos no las quiero decir por las dudas, pero sí uso una ropa o determinado accesorio para ir a la cancha y ese día los resultados no fueron los esperados, no la uso nunca más, por lo menos para ir a la cancha. Hay remeras de fútbol que no las uso desde hace, por lo menos, 15 años. Están guardadas, pero no me la puedo poner porque están complicadas”, señaló.
También se catalogó como “muy hincha” de la Selección nacional. “Agradezco a la vida haber visto jugar a Maradona con la selección aunque sea por la tele”. Aunque deja en claro que la prioridad está en las raíces. “Soy de Unión de Santa Fe y desde ahí me proyecto a todo el país”, chapeó.
La pandemia le permite seguir nadando en el mundo de las letras. Pablo le dedica varias al día a su trabajo en la editorial. Lo hace con pasión, pero también con disciplina. Espera el fin de esta modalidad de vida para regresar al 15 de Abril. También quiere saldar una deuda. “Me gusta mucho jugar al fútbol pero hace mucho que no lo hago por un problema en la vista. Cuando pase la pandemia me gustaría intentar jugar un rato. Sería uno de los deseos”, cerró.
Una aventura inolvidable
con su madre En diciembre de 2019 Pablo participó junto a su madre del Cruce a Los Andes, la carrera de aventura que une Argentina y Chile. “Todos los días volvimos a salir, que ese fue el objetivo. Fue una experiencia de aprendizaje y contento de haber acompañado a mamá”, revivió.