El vínculo entre María José Rosso y Belgrano nació en su adolescencia. Jose tenía 15 años cuando ingresó por primera vez al club de su barrio. La intención de jugar al fútbol y la cercanía con su casa la acercó a las canchitas ubicada en la sede social de la entidad de calle Salta y Nogoyá.
Belgrano volvió a contar con Jose
Por Matías Larraule
“Fuí de cara rota. Era una nena”, rememora Jose, que actuó dos años en el Mondonguero. Ese tiempo fue suficiente para adquirir un sentido de pertenencia por la institución. Por eso ella nunca se fue del club, más allá que abandonó la práctica del fútbol cuando el estudio la llevo a mudarse a Santa Fe, donde se graduó en técnica superior en periodismo deportivo, y ahora cursa la licenciatura en periodismo.
A su manera Jose continuó vinculada a Belgrano. Primero lo hizo como hincha al respaldar al equipo en los encuentros que disputó por el Torneo Federal B ,la Liga Paranaense y la Copa Entre Ríos. Cuando no pudo ir al estadio recurrió a los medios para buscar data del Mondonguero.
Este año Jose volvió a lucir los colores celeste y blanco. Otra vez golpeó las puertas del club “de cara rota”, como se define, entre risas. Esta vez se acercó al club para cumplir otro rol: la comunicación institucional.
“Estaba trabajando en Santa Fe manejando las redes sociales en una revista de arte. Como aprendí bastante me pareció bueno presentar un proyecto de comunicación institucional porque veía que en Belgrano faltaba darle una vuelta de rosca para hacerlo más atractivo”, relató Jose, en diálogo con Ovación.
Luego continuó: ”Por intermedio del novio de una amiga me contacté con el técnico que estaba en ese entonces (en relación a Romeo Molina). Él nos hizo contacto con Ezequiel Soñez que es el coordinador. Después me reuní con Javier (Martínez, presidente del club). Le dije que hoy en día atrae mucho las redes sociales. Me respondió que le interesaba la propuesta porque necesitaban ayuda desde el lado de la comunicación. Cuando jugaron el Regional nota ron una ausencia en ese aspecto. Sportivo (Urquiza) y (Atlético) Paraná tenían un buen manejo y a ellos les faltó. Me dijeron que le interesaba y ahí quedé”, narró.
A pesar de manifestar en reiteradas ocasiones que es “cara rota”, Rosso mantiene un perfil bajísimo. No le gusta la exposición. Trata de esquivarle a las cámaras y los flashes. ”Soy muy autocrítica y digo “mira la cara que puse en la tele” o “mirá como me tildé tres horas para decir una palabra”. En cambio la comunicación institucional me permite trabajar en el anonimato”, argumentó. “Me conocen por ser prensa de Belgrano, y no por ser María José. Me siento cómoda desde ese lado. Me da cierto temor ser tan conocida”, amplió el concepto.
En el club encuentra libertad y tranquilidad al momento de desarrollar su ejercicio. “Al comparar con otro trabajos que realicé encuentro mayor libertad para crear los flyer. Todavía no he tenido mucho contacto con la cancha y la sede por la cuarentena, pero las conozco, sé dónde están las cosas, sé con qué me encontraré el día que puede hacerlo. Me encanta también trabajar en Belgrano porque me permite mantener en ese perfil bajo. Pero también me gusta porque es un club de barrio. Un lugar donde te encontrás con gente que te saluda sin conocerte. Eso me hace sentir súper cómoda”, valoró.
Pionera.
Uno de los proyectos planteados en el 2020 es el regreso del futbol femenino en Belgrano. Pero esta disciplina había iniciado en 2013. María José Rosso fue una de las chicas que se acercó a la convocatoria inicial. “Me acuerdo que fui a uno de los primeros entrenamientos en la cancha de fútbol 5. Fui como una nenita con unas botitas de lona y un short rosa”, recordó, entre risas.
“Era una tarde que llovía. Éramos cinco, seis chicas. Era todo súper amateur, teníamos una sola pelota. Hicimos solo unos pases. Después, con el correr del tiempo, llegamos a ser un montón de chicas. Ahí comenzaron a verse las falencias que había en el club en el fútbol femenino”, añadió.
Jose formó parte de un plantel que comenzó de cero con la práctica del deporte. Es una de las pioneras del fútbol femenino de Belgrano. “La mayoría de las chicas recién nos poníamos los botines. No teníamos a nadie que venía jugar en la selección o de otro equipo. Éramos todas de un barrio que quería jugar y no sabía como parar una pelota”, describió.
En el campo de juego siempre se ubicó en la última línea. “Jugaba de cuatro”, indicó. “En realidad arranqué como lateral. Después me pasaron a jugar de cuatro. Y terminé de tres por una tendinitis”, repasó. “Si arrancaba mal, jugaba mal todo el partido. Me comía la cabeza. Me acuerdo de un partido que jugué espantoso. Torta, que era nuestro DT, me sacó en el entretiempo. Me fui llorando a mi casa porque sentía culpable. Al jugar en defensa solo tenía al arquero detrás. En cambio quien está en el ataque o en el mediocampo tiene espaldas que lo sostienen”, entendió.
En eso proceso Jose fue reforzando el amor por el club. “Cuando dejé de jugar varias chicas se fueron a otro equipo. Yo dije que no iba a jugar en otro club. Cuando me fui a Santa Fe me preguntaba porque no me probaba en Unión o en Colon. Les decía que me faltaba tiempo y si quería jugar, quería hacerlo en Belgrano, no quería ponerme otra camiseta. Nunca más jugué, no toqué más una pelota”, confesó.
En 2020 Jose regresó al Mondonguero. Nuevamente defiende el escudo del club de su barrio, del que le despierta emociones. Ya no está en el campo de juego, sino que desarrolla una de sus pasiones: la comunicación institucional. “Me tiran los colores. Además en Belgrano no siento que es un trabajo”, finalizó.