A falta de recursos en la niñez, las ramas de una planta y el barro se convertían en el material ideal para dar rienda suelta al arte y a la necesidad de expresarse. Pudo ser plomero o policía, pero la vocación, la resiliencia y un formador comprensivo, lo impulsaron por el camino de la capacitación y la profesión que tanto anhelaba. Diego Sánchez, docente y artista plástico paranaense radicado en Bovril, así lo relata.
"No me considero un artista sino un trabajador del arte"
Por Julio Vallana
Foto UNO/Mateo Oviedo
"No me considero un artista sino un trabajador del arte"
Plantas, murales de un hospital y un tío
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, en Tacuarí y 3 de Febrero, donde viví hasta los diez años y después un tiempo en Colonia Avellaneda, donde una amiga, a los once años, influyó para mi carrera porque me dijo que tenía que ir a Artes Visuales.
—¿Cómo dibujarías aquella zona?
—Como detenida en la década de 1990, muy alegre, chicos jugando y música afuera, como también sucede en Navidad. Muchos le temen porque dicen que es peligrosa pero es al contrario, muy familiar, nos conocemos todos, y la gente es buena y solidaria.
—¿Lugares de referencia?
—En mi barrio no; los encontré en el centro.
—¿Qué visión tenías de éste?
—Venir era algo impresionante, lejísimo. Cuando tenía cinco años me impactaron mucho los murales del Hospital San Roque, porque me parecía que ya los había visto. Soñaba con que tenía que dibujarlos. Mi interés era volver al centro y conocer más, como cuando vi el san Pedro de la catedral y los edificios históricos. Me preguntaba cómo los habían hecho.
—¿A qué jugabas?
—Con las plantas (risas); mi casa, un ranchito muy humilde, estaba frente al arroyo, detrás de la cancha de Toritos, donde vivía con mi mamá. Tenía un árbol de Campana y como no había dinero para comprar juguetes, agarraba las plantas, le atravesaba palos, hacía los brazos y manitos, un poco de barro para hacer la cabeza y jugaba con eso. La campana era como el vestido de una figura o muñeca, o creaba un personaje.
—¿Qué te inspiraba para hacerlos?
—Tal vez lo poco que miraba en los dibujos, aunque no teníamos televisor. Un tío, autodidacta, que dibuja muy bien, cuando pintaba me daba un pincel. Me decía que yo lo hacía muy bien.
—¿Qué actividad laboral desarrollaba tu mamá?
—No tenía trabajo; vendía tortas, huevos de Pascua y se dedicaban a la repostería junto con mi abuela, quien la ayudaba con su negocio. Era difícil porque estábamos solos.
—¿Tu papá?
—No lo conocí y fui reconocido por mi abuelo, cuando mi mamá quedó embarazada a los 16 años.
—¿Por qué se fueron a Colonia Avellaneda?
—Mi mamá conoció a un policía que la ayudó y tengo unos hermanastros que amo muchísimo, son de fierro. Mi abuelo le regaló un terrenito que tenía y pudieron levantar la casita.
—¿Cómo fue el contraste?
—No me gustó, la pasé muy mal porque tenía mis amigos acá, con quienes jugaba a las escondidas, a la cachada y andábamos por el arroyo.
Un profesor, la motivación
y el “cagarse de hambre”
—¿Qué materias te gustaban?
—Plástica y odiaba Matemáticas. El profesor Leandro Giménez, a quien hasta hoy admiro, me daba las herramientas que necesitaba y satisfacía mi curiosidad de conocimiento. Me ayudó muchísimo.
—¿Un momento particular?
—Decía “la paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces” y “tenés que esperar Diego, tenés que esperar”. Una clase especial fue cuando tuvimos que dibujar, con témpera, la escuela, me dijo que era muy bueno, por las sombras y las luces, y que “era lo mío”. Le pregunté cómo y me dijo que terminara la secundaria; en ese momento conocí a una amiga, Susana Ramírez, quien me dijo que estaban tomando chicos para Pintura. Averigüé en Artes Visuales, comencé y también estaba mi profesor, enseñando técnicas pictóricas, tomé clases con Mari Valente, Diana Butvilofsky, en caricaturas e historietas, Guillermo Hennekens, Claudio Osán y Marcelo Olmos.
—¿Sentías esa vocación cuando niño?
—Mi familia estaba muy metida en la construcción: mi abuelo era plomero, me encantaba ver cómo soldaba los caños de plomo y tal vez hubiera seguido ese oficio. Al igual que me gustaba la albañilería que hacía mi tío.
—¿Una influencia importante en los talleres?
—Había mucha competencia pero tenía muchos amigos y todos me reconocían, al igual que los docentes. Hubo un momento en que me dijeron que una obra no era buena y que no era lo mío, pero me sirvió para seguir y no paré. En 2000 era muy difícil porque los materiales eran muy caros y había familiares que me decían que “me cagaría de hambre” y “dedícate a otra cosa”. Como fui medio rebelde, me importaba tres carajos y me motivaba.
Salvador Dalí: del amor al odio
—¿Te atrajo alguna corriente de la Historia del arte?
—En ese momento miraba mucho las obras de Salvador Dalí, quería pintar como él, pero hoy lo detesto (risas). Cuando estudiás y profundizás…
—¿Por las cuestiones extra artísticas?
—Encontrás cosas que cuando sos joven no le das importancia: no es un referente del surrealismo y hay artistas que me gustan más como René Magritte, Remedios Varo y Leonora Carrington, de un surrealismo más onírico. Edward St. John Gorey es otro artista de quien soy un gran seguidor por sus libros y dibujos y Alfred Kubin, un verdadero genio. Soy un gran defensor de las grandes artistas olvidados y de los locales.
—¿Qué observaste en el surrealismo de aquellos artistas?
—Fui viendo que la técnica de Dalí no me gustaba y cuestiones de su vida, obsesionado por el dinero, la política y el ego. Su técnica terminó siendo muy empalagosa y se descubrió que un artista pintaba sus obras. Es para pensarlo. La persona también hace a la técnica, sino fíjate en Edvard Munch y en Zdzisaw Beksiski, “el pintor de las pesadillas”. De las obras de Dalí rescataría San Juan de la Cruz, El gran masturbador y paremos de contar. Vivía de el Bosco y de otros artistas. Junto con Frida Kahlo, quien vendió lo de “ser mártir”, son los reyes del merchandising. Hay obras de ella que me gustan pero otras son muy obvias. Hay que reescribir la Historia del arte porque hay artistas que no debieran estar en ningún libro, como, además, (Joan) Miró.
Barrer la calle y estudiar
—¿Qué decidiste hacer al terminar la secundaria?
—Fue la gran pregunta y nada de lo que me ofrecían me gustaba. Mi padrastro quería meterme en la Policía pero odiaba eso porque no quería sentirme subordinado al poder, que te manden, golpeen y critiquen, atado, encerrado en una coraza, estar parado en un barrio… ¡No quería saber nada porque no era lo mío y me querían meter a toda costa! Mientras estaba en los talleres, el profesor Giménez me dijo que hiciera la carrera de Artes Visuales. El problema eran los materiales, que me resultaban inaccesibles, entonces durante la mañana trabajaba con mi abuelo en plomería y haciendo cloacas, con lo cual aprendí mucho. Trabajé un año, mi abuelo habló con el intendente (Edgardo) Dellizzotti, quien me dio una mano y comencé a barrer calles, durante el segundo año de la facultad. ¡Fue terrorífico porque me levantaba a las 6, barría calles hasta las 12, salía, comía algo, me iba a la facultad, estaba hasta las 12 de la noche y a veces se me descomponía la moto o perdía el colectivo! Pero podía comprar todo lo que necesitaba para la facultad, así que estaba orgulloso. En 2009 me dieron la posibilidad de trabajar en el centro cultural, hicimos un proyecto con la señora Elsa Trossero, comencé a enseñar, hice murales y esculturas para la ciudad, y no paré nunca.
—¿Qué materiales y técnicas te resultan más afines?
—Hago con lo que tengo a mano. Si me surge hacer una escultura, busco materiales y la hago con lo que encuentro, o no la hago… pero me resulta que no paro hasta que consigo el material. Es muy raro que deje inconclusa una obra que tengo en mi mente. Si no tengo el material, lo invento o reemplazo.
—¿Has logrado un estilo?
—No lo tengo, lo sigo buscando… estilo tiene un pantalón o una ramera. En el arte, para mí, no hay estilo. Estoy haciendo cuadros con técnica suelta, en media hora, pinto con manchas, y tal vez el mes anterior hice algo muy pulido. Hago lo que me surge en el momento y lo que hay en la mente, cambiante. Hay muchos colegas que se quedan en una técnica pero a mí no me gusta estancarme. Somos naturaleza y estamos en constante movimiento: hago escultura, dibujo, técnicas aguadas, tallado… Hace poco terminé un trabajo con (pintura) encáustica “encapsulada”, que había desaparecido y se trabaja con cera, en tarritos y frasquitos antiguos. Queda maravilloso.
—¿Podés explicarlo mejor?
—Por ejemplo, en una lata antigua vierto la cera caliente, y voy dibujando y pintando con espátula, cuando se seca queda como un vidrio.
—¿Cómo lo redescubriste?
—La encáustica siempre existió, desde la época romana, cuando se hacían murales y rostros con cera natural. Se hacía en soportes de madera, chapa zinc y bastidores. Fui buscando cierta originalidad y encontré las latas antiguas y por eso la bauticé “encapsulada”. Hay chicos de Artes Visuales que me consultan sobre esto y estoy haciendo un video para mi canal de Youtube. Ahora estoy haciendo un curso de Composición e Historia con Diego Arellano.
La fusión del arte
clásico con el digital
—¿Cuál fue la primera aproximación al arte digital?
—Cuando vi que salían nuevas herramientas tecnológicas. No soy muy amante de ese mundo pero me gusta utilizarlas para el arte ya que es una ventana más. En cuanto al estudio, antes para hacer un trabajo había que recurrir a los libros y se complicaba. Me encanta tomar fotos y subir videos a mi canal, en el cual me sigue gente de distintos países, así que si el arte trasciende, bienvenido sea.
—¿Qué es lo esencial de este nuevo universo?
—El material. Hasta hace poco no podía salir de los pinceles, y del dibujo y la pintura del arte clásico, hasta que descubrí los nuevos programas, las tabletas para dibujo digital… entonces me di cuenta que no se necesitaba pintura sino el talento y la técnica. Lo bueno, y por eso se lo recomiendo a los chicos, es que no gastás material, trementina, aceite de linaza, acrílico, no comprás pintura, no se gasta el pincel… Es muy bueno y abre una puertita a lo desconocido, aunque no sea la misma calidad. No es mi fuerte pero me gusta conocer lo nuevo, mis trabajos han gustado y se han vendido, no obstante que el mercado es difícil.
—¿Pensás que es válido el debate en torno a estas nuevas herramientas?
—Van de la mano: para hacer un buen dibujo digital tuve que pasar por las técnicas antiguas. Soy un defensor del arte clásico pero hay muy buen arte moderno y digital.
—¿Seguís un referente o corriente?
—No tengo, aunque consumo mucho anime, manga y de Studio Ghibli, como La tumba de las luciérnagas, Los caballeros del Zodíaco, cuyos muñecos colecciono,… Todo esto me llevó al dibujo digital.
“Abro las puertas para que los
artistas puedan exponer y vender”
Sánchez realizará durante octubre la tercera muestra de una exposición de la cual participarán artistas entrerrianos y en la que se podrán apreciar distintas vertientes y técnicas del arte plástico.
—¿Cómo trabajás en Bovril?
—El taller, privado, es similar al que tenía en Colonia Avellaneda, aunque más pulido, y trabajamos con técnicas de la manera en como se lo hacía hace 100 o 200 años, con tinta china, acuarela, acrílico, pigmentos naturales, grabado… El 80 por ciento son chicos de barrio, gente humilde y con muy buena onda. Entre todos compramos y usamos los materiales. En su momento el Centro de Jubilados y Pensionados, y Mabel Vogel, me dieron una gran oportunidad para hacerme conocer.
—¿Cuándo será la exposición que estás organizando?
—La primera y la segunda las hicimos en el centro cultural de Bovril, todo a pulmón, y tuvieron muy buena concurrencia. Hemos expuesto trabajos de huevo al temple, una técnica anterior al óleo y muy delicada, y hubo trabajos de grandes dimensiones. Ahora será en los primeros días de octubre, en el Colegio José Manuel Estrada, con apoyo municipal. Además, gracias a la directora de Turismo, Zunilda Romero tuve oportunidad de hacer una escultura en homenaje a Pepe Ruíz, un gran músico de la localidad, y murales. Estarán los músicos Gerardo Farías, de Paraná, y Mauro Nelli, de Santa Elena, los profesores Eugenia Gómez, con esculturas, Diego Arellano, y chicos de Artes Visuales, porque soy un gran defensor de los artistas locales, que están olvidados, y del patrimonio urbano, que no está cuidado y se lo maltrata. Abro las puertas para que expongan y vendan, al contrario de lo que sucede en otros lugares. No me considero un artista sino un humilde trabajador del arte, porque sino sería faltarle el respeto a maestros como Miguel Ángel Buonaroti y Leonardo Da Vinci.
—¿Cuál es tu canal en Youtube?
—Locos por el arte, con más de 2.600 seguidores, donde, por ejemplo, muestro como hacer una litografía, un aguafuerte o una encáustica con lo que se tiene en la casa. Hay de todo.