Ambiente, un tema de vida o muerte. El dolor de los copoblanos se manifestaba en rostros, en palabras: Samir Flores, un joven periodista náhuatl defensor del ambiente y las comunidades, con un discurso elocuente y jugado, fue asesinado el pasado 20 de febrero. Estaba liderando las protestas contra una termoeléctrica en Morelos, México.
El eje México-Bolivia conmueve a todo el continente y nos llama
Aún en los países que exhiben una preocupación manifiesta desde los gobiernos por temas ambientales ocurren estas desgracias.
El móvil del crimen no está claro, pero el pueblo siente que un poder violento acalló en Flores la voz de muchos, y esta sensación nos llena de interrogantes. Es que el periodista murió durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador –AMLO–, que plantea en teoría una gestión de raíz revolucionaria, cerca de los pueblos originarios y trabajadores.
En nuestros centros de estudio en Entre Ríos son frecuentes los mensajes con palabras del presidente de México, uno de los pocos jefes de Estado que generan expectativas frente a la tendencia actual generalizada al neoliberalismo en el continente. Y este crimen viene a poner en tensión el vínculo entre la palabra y los hechos.
Territorio cerrado
Con el joven Samir Flores muerto podemos ingresar a la realidad de nuestros países que muestran al mismo tiempo caras distintas. México es esto y es aquello. Algo parecido ocurre en Bolivia, donde la gestión de Evo Morales es fuente de estudio y de controversias por los profundos cambios que promueve, en paz.
En estas horas se divulga una “declaración de resistencia” de distintas comunidades zapatistas en el sur de México para denunciar cercos narcoparamilitares contra los indígenas, que provocan “desabastecimiento de alimentos, terror, desplazamientos forzados y asesinatos selectivos”, ante la “omisión” del Estado. “Nuestro territorio será cerrado totalmente para evitar una masacre por parte de los grupos narcoparamilitares, pero también está cerrado para cualquier partido político o funcionario gubernamental, porque solo se han venido a burlar de nosotros”, dice el documento, y enumera nombres de los líderes asesinados en estas semanas, entre ellos Samir Flores, vanguardia en defensa del ambiente y de los principios zapatistas. Esa es una cara del México profundo, sin dudas.
Claves para salir
Veamos ahora otra cara del mismo país hermano, con la asunción del biólogo Víctor Manuel Toledo en la Secretaría de Ambiente de México. “La cuestión o preocupación ambiental –dijo Toledo– no es más que la reaparición de la naturaleza, la madre tierra, la dimensión femenina de la humanidad en las sociedades modernas, como una fuerza que los seres humanos debemos tomar en cuenta y respetar para seguir existiendo. Algo que, debe decirse, quedó en el olvido. En efecto, la naturaleza estuvo presente en el imaginario de las culturas ancestrales como una entidad viva y sagrada desde sus orígenes hace 300.000 años. Y fue solo con el advenimiento de la modernidad materialista, tecnocrática, patriarcal y mercantil que la naturaleza se convirtió en un ente a ser dominado y explotado, en un recurso natural externo, en un capital natural, en una máquina a ser analizada y escudriñada por el ojo objetivamente frío de una ciencia al servicio de la acumulación de la riqueza”.
“Qué tenemos de nuestro lado –se preguntó Toledo-: muchas y muchos. Primeramente un gobierno antineoliberal sustentado por 30 millones de votos y una sociedad cada vez más consciente que aglutina desde cientos, quizá miles, de comunidades indígenas en resistencia ante los proyectos depredadores (lo que llamamos aquí el México profundo; ahí están las claves en todo el mundo para salir de las crisis del mundo moderno); hasta sectores urbanos, jóvenes de universidades, resistencias barriales, maestros democráticos, la iglesia católica que sigue la teoría de la liberación ecológica a partir de la encíclica Laudato Si”.
Bolivia vanguardia
El mensaje de Toledo es una luz en el Abya yala. Y nos recuerda el decálogo de Evo Morales ante la ONU: “los cambios climáticos no son producto de los seres humanos en general sino del sistema capitalista vigente, basado en un desarrollo industrial ilimitado”. Toledo repitió: “no somos los seres humanos los culpables de esta situación de crisis. Los culpables son una minoría de minorías, parásita y depredadora, y esa minoría tiene un nombre, se llama neoliberalismo”. Y luego: “bajo la perspectiva de la conciencia ecológica, la habitual geometría política de izquierdas y derechas desaparece para ser reemplazada por una nueva y sola disyuntiva: no hay más que políticas por la vida, y políticas contra la vida, o hacia la muerte. Visto globalmente este dilema se traduce en políticas que enfrían el clima del planeta, y políticas que lo calientan”.
México sigue intentando megaproyectos censurados por comunidades regionales (Tren Maya, por caso). Habrá que ver si la llegada de Toledo al gobierno tuerce el rumbo. Son horas decisivas.
Bolivia hizo punta en la promulgación de derechos de la madre tierra. Pero también concretó rutas contra sus propias leyes en el Territorio indígena Tipnis. Los vaivenes quedaron al desnudo en “la selva más hermosa del mundo”, como la describió Alcide D’Orbigny. Con esto decimos que en los países que mejor comprenden la relación de la especie humana con la madre tierra los conflictos se acumulan, y las leyes suelen ser interpretadas de manera caprichosa, llegada la ocasión.
Luz de un poeta
Dice el chamamé de Ricardo Maldonado: “Pedazos de colectivo y canoas enterradas/ todo al óxido rendido y el Gualeyán en la cara”.
Sabemos de la contaminación extrema de nuestros arroyos, y el poeta no vio otra cosa en el Gualeyán. Ahí están las chapas, los plásticos de las butacas, las cubiertas, pero esos “pedazos de colectivo” son también expresiones de una comunidad destruida, capaz de ensuciar el agua.
Las canoas, símbolos de la relación hombre-río, ¿enterradas? Hemos roto lazos con el paisaje. “Todo al óxido rendido”, equivale a un panorama en franco deterioro, en proceso de corrosión. Corrupción, incluso, de la palabra empeñada. Nuestros pueblos nos llaman a mirar el paisaje, lo integral, a saludar la coherencia entre lo que decimos y hacemos; occidente en cambio se empeña en cultivar un relato y fragmentar. “Y el Gualeyán en la cara” es la conciencia que hiere la vista.
Todos decimos cuidar la biodiversidad, pero el arroyo nos enrostra la realidad. En una sola estrofa el poeta ha resumido ese mundo que la mayoría de los estados tapa. Consumo suntuario, industrialismo, energías fósiles, contaminación, apuro. Bolivia y México padecen los mismos conflictos y muestran alternativas desde sus organizaciones y el Estado. Hay algo distinto allí que seguimos expectantes. Pero las contradicciones afloran. Los pueblos originarios están de pie, el sistema parece rendido al óxido. Nuestra hora es clave.