En la cúspide del poder industrial, Detroit se convirtió en un motor incontenible de la economía estadounidense, ofreciendo trabajos bien pagados, un pasaporte a la clase media para varias generaciones de trabajadores del ramo automotor y vehículos a precios asequibles que pusieron al mundo entero sobre ruedas. Pero el jueves último, el otrora poderoso símbolo de la fuerza manufacturera de Estados Unidos se había sumido en la ruina financiera como la más grande ciudad estadounidense en declararse en quiebra, como resultado de un prolongado y lento declive en población y fabricación de vehículos.
Detroit, entre el desánimo y la esperanza de volver a resurgir
Aunque se temía desde hacía meses este desenlace, el camino que sigue se torna aún más incierto. La bancarrota podría significar despidos de empleados, ventas de bienes, alza de tarifas y una reducción de servicios básicos tales como la recolección de basura y limpieza de nieve, cuyos gastos ya habían recortados. La ciudad, del noreste de Estados Unidos, tiene una deuda récord de 18.500 millones de dólares y las autoridades ya habían advertido en junio que no podrían pagar parte de este monto.
La bancarrota de Detroit ha sido el golpe de gracia que recibió la ciudad, antaño motor económico americano gracias a su potente industria del automóvil con Ford, General Motors y Chrysler al frente. La ciudad es hoy una sombra de lo que fue. Un tercio de sus 700.000 habitantes viven en el umbral de la pobreza y una quinta parte están sin empleo. La calidad de vida y los servicios públicos también han sufrido un grave deterioro. El índice de criminalidad es el más alto en 40 años, solo un 30 por ciento de las ambulancias funcionan y hay unos 78.000 edificios abandonados que crean "problemas adicionales de seguridad pública", según ha admitido el gobernador de Michigan, el republicano Rick Snyder, quien ayer volvió a asegurar que la quiebra es "una gran oportunidad para remontar".
Caída libre. En el primer trimestre de este año, solo funcionaba un 40 por ciento de los semáforos de la ciudad y solo la mitad del alumbrado público. Y la policía tardaba una medía de 58 minutos en atender llamadas de emergencia; una cifra cinco veces superior a la media nacional. El despilfarro y las acusaciones de corrupción políticas han minado también al gobierno municipal. Una buena muestra del deterioro que ha sufrido la ciudad es el libro "The ruins of Detroit" (Las ruinas de Detroit) de los fotógrafos Yves Marchand y Romain Meffre, que durante cinco años, entre 2005 y 2010, se dedicaron a fotografiar emblemáticos espacios de la ciudad convertidos en ruinas.
Los habitantes de Detroit viven la situación con cautela. Algunos dudan de que la ciudad sea capaz de salir de este pozo. "No sé si la bancarrota nos ayudará a nos dejará de rodillas", opina Jodie Holmes, de 55 años, apoyado en un restaurante abandonado mientras espera el colectivo para ir a trabajar. Damien Collins, jubilado de la industria automotriz, es de la misma opinión. "No sé si servirá, pero no ha funcionado ninguna otra cosa. ¿Por qué no intentar la bancarrota?", apunta en la puerta de su casa, rodeada de viviendas abandonadas.
También hay quien opina que tras tocar fondo, la ciudad resurgirá. "La quiebra es el botón de reinicio", opina el ingeniero informático Jim Fields, de 37 años. El diario The Detroit News se alinea con los optimistas, y señala que la bancarrota es la culminación de un declive iniciado hace años ante la parálisis y la ineficacia y la corrupción de la clase política de la ciudad. El rotativo, que admite que se abre ahora un proceso de incertidumbre, opina que la bancarrota ofrece un "soplo de esperanza" para sus habitantes
Críticas a Obama. Y en este debate sobre el futuro inmediato de la ciudad, ya hay voces en la ciudad que han fijado la vista en el presidente del país, Barack Obama, a quien acusan de no haber acudido al rescate de Detroit. Para calmar los ánimos, la Casa Blanca aseguró a última que Obama y sus asesores están siguiendo "muy de cerca" la situación. "Al tiempo que los dirigentes de Detroit y Michigan intentan encontrar una solución al reto financiero de Detroit, la Casa Blanca sigue comprometida en su colaboración con la ciudad mientras trabaja para recuperarse y mantener su estatus de una de las grandes urbes de Estados Unidos", señalaba una portavoz.
Una posición que no acaba de convencer en la ciudad. The Detroit News señala tras recoger el posicionamiento del gobierno federal que "la semana pasada la Casa Blanca no ofreció ninguna ayuda a la ciudad para evitar la bancarrota". Un portavoz de Orr citado por este diario admitía que en una reunión celebrada en abril no se había pedido de manera formal ayuda a Washington pero que los asesores de Obama habían dejado claro que no iba a haber un rescate como el que salvó al sector del automóvil.