Da pena realmente ver el estado de la peatonal San Martín, en Paraná. Un emblema de la ciudad que hoy es símbolo del abandono; basta con recorrerla en algunos de sus tramos para darse cuenta. Salvo en el sector comprendido entre Gualeguaychú y Alem, y en la zona de la plaza Alvear, donde se puso en marcha la obra de remodelación encarada durante la gestión de Sergio Varisco, el resto del paseo público presenta un importante grado de deterioro estructural.
Miradas: La Peatonal que no queremos
Baldosas flojas aparecen como verdaderos obstáculos para los transeúntes, aunque lo más peligroso son los pozos de varios centímetros de profundidad. Desde Alem y en dirección hacía el río Paraná se puede advertir que el paseo público quedó a merced del paso del tiempo y de las malas decisiones de las últimas gestiones municipales. El observador neutral puede pensar con razón que el actual gobierno municipal definió otras prioridades en materia de obra pública, tales como el arreglo de calles estratégicas, sumado a las distintas prestaciones que se brindan en los barrios. El análisis tiene mucho de coherencia: la administración asumió con un “rojo” en sus cuentas y se presume que era demasiado imprudente continuar con la obra de la Peatonal. A principios de 2019 se anunció la megaobra, presupuestada en 240 millones de pesos y que se había pensado para reivindicar el proyecto original en la intendencia de Humberto Varisco, quien la inauguró en 1987. Se cree que los trabajos avanzaron hasta un 30%, dejando sin cumplir una de las promesas de campaña más fuertes del varisquismo.
De cualquier manera, el estado calamitoso de la Peatonal debería preocupar a las autoridades, al menos con el objetivo de proyectar algún plan de emergencia destinado a “cubrir” los pozos, reparar las baldosas y los bancos de descanso, abandonados a su suerte.
Para ser sinceros, el paseo comercial a cielo abierto dejó de ser el mismo durante el período de aislamiento: entre marzo y abril el microcentro fue lo más parecido a un pueblo fantasma, sin negocios abiertos ni circulación de personas. La cuarentena hizo estragos, no solo porque paralizó la actividad económica, sino porque además dejó un tendal de establecimientos cerrados y mucha gente sin trabajo. Buena parte de esos locales que esperan ser alquilados tienen poca iluminación y se han convertido en un depósito de basura.
Otro detalle que se suma a la lista del relevamiento que hizo UNO: los gazebos policiales que habían sido instalados para mejorar la visual de los agentes, a esta altura no cumplen esa función. Pocas veces suele verse a los efectivos cumplir la guardia desde las alturas, a lo sumo utilizan el dispositivo para dejar sus pertenencias mientras dura su jornada de trabajo.
Desde que tengo uso de razón, los pozos son para los paranaenses una de las consecuencias de la ausencia del Estado. “Si pago mis impuestos, es para que la trama vial se encuentre en buenas condiciones”, es un razonamiento que podría ser de cualquier vecino de la ciudad.
Esas verdaderas trampas que soprenden hasta al más preparado, también fueron objeto de bromas y hasta de campañas realizadas en las redes sociales. La última de ellas comparó a uno de los pozos de la peatonal con una bomba de la guerra entre Armenia y Azerbaiyán. La foto se viralizó como reguero de pólvora, aunque lo más risueño del caso es que para señalizar el pozo se recurrió a uno de los tachos de basura -roto- de la Peatonal.
Uno siempre suele añorar otras épocas, donde la ciudad era sinónimo de pujanza y de orgullo no solo para los paranaenses sino para los visitantes que admiraban nuestras bellezas naturales y los paseos que son parte de nuestra idiosincracia. Todavía se está a tiempo de hacer algo para recuperar la dañada Peatonal, hacerla más amigable e inclusiva. Se entiende que este año ha sido excepcional y que la emergencia por la pandemia ha puesto en la agenda otras prioridades, pero hay sitios que deben ser reivindicados para ser justos con su historia y el valor que tienen en la memoria de nuestra comunidad.
Todavía se está a tiempo de recuperar nuestro patrimonio, que en definitiva es el de todos los paranaenses.