“Alquilo casa sobre calle General Espejo, muy buena $200; en Churruarín, $200; Miguel David, excelente $230; Suipacha, $250; Libertad $300; Misiones, amoblado, $320; C. Redentor $350, otra $400; Parque Urquiza, excelente, vista al río, $1000. Importantes bonificaciones”. El aviso en las páginas de Clasificados de UNO es del 31 de enero de 2001, hace 19 años.
Es verdad que la plata nada vale
Cultivando el hábito de revisar archivos surge la información que parece la nada misma; pero refleja el impacto del daño hecho al país en menos de dos décadas. Eran tiempos que un alquiler medio era de 200 pesos, un salario promedio rondaba los 400 y una familia tipo necesitaba casi 600 pesos para satisfacer sus necesidades. El país estaba estallando una vez más y la coalición de gobierno integrada por radicales, progresistas del Frente Grande y liberales que poco después formarían el PRO estaba en desbandada.
Aquella no fue ni la primera ni la última crisis cuyas deudas pagó el pueblo argentino. Nada más otra. Los precios de los servicios y el valor de esos salarios hoy en día casi nadie los recuerda. La gente, en general, ya se acostumbró a vivir en la zozobra, en un sin saber cómo disponer mejor de su dinero. Bastan algunos otros ejemplos, hasta risueños, publicados en este diario de aquel día: “Vendo, zona Casa de Gobierno 3 departamentos, uno más lindo y más amplio que otro, el precio un verdadero regalo $31.000, $34.000, $36.000. Atención- Brown y 3 de Febrero, 2 departamentos faltan terminaciones, más 4 locales, 2 alquilados, precio increíble, las 6 unidades por $35.000. Financiación, recibo vehículo. 3 de Febrero y Almafuerte, departamento alquilado ($230), patio, 2 garage, usted ya tiene la renta segura por sólo $17.000, financiación. Oportunidad inmejorable”.
Cambiando el tono del relato, es posible decir que con lo que hoy fija el Indec como ingreso mínimo mensual para que una familia no caiga en la pobreza, 37.000 pesos, en 2001 era posible acceder a la compra de una propiedad en la zona donde reside la alta burguesía, por así decirlo, de la capital entrerriana.
Casi que con lo que hoy vale un asado se podía comprar un inmenso terreno; vean si no: “Vendo, ideal para clubes e instituciones; en calle Lebenshon 10. $6.000 (La hectárea)”. Demás está decir que en naciones donde hay reglas de juego inamovibles, sea el gobierno que sea, el valor de las cosas sigue también casi inamovible desde hace mucho tiempo.
Es que, aunque usted no lo crea, existen sociedades donde sus líderes pactan un rumbo que se sostiene por el respaldo de la población. Pueden discrepar en subir o bajar un poco los impuestos, en prestar algo mejor el servicio de salud o modificar leyes que impulsen los derechos civiles; pero lo esencial que es la manera de vivir no se toca porque cuando eso sucede arde Troya. Aquí elegimos dejar que la clase dirigente corra de una banquina a la otra ensayando modelos de Estado como si fuera una diversión y en el mientras tanto la masa de trabajadores paga los desastres. Vayan sino los ejemplos de las crisis más recientes, las de 1989 sucedida por la aventura del 1 a 1, la de 2001 y la que estamos tratando de sortear por estos tiempos. De construir una República ni hablar. Mientras tanto, la plata, la suya, la mía, la de todos, no vale nada.