Marcelo Medina/ De la Redacción de UNO
Macanazo
El bombardeo informativo negativo sobre Brasil previo al Mundial fue intenso. Los medios de comunicación no aflojaron: violencia y fracaso eran las palabras que se remarcaban cada dos minutos y cada dos párrafos en las extensas notas que le dedicaron a la organización del Mundial 2014. Pero otra vez nos mintieron. Nada de eso sucedió. Sin embargo, reconozco que cuando pisé Porto Alegre sentí temor. Tanta información tendenciosa surte efecto.
Confieso que esperaba que un tipo, de bermudas, ojotas, pelo crespo, moreno –el estereotipo de delincuente que divulgan en Brasil, como acá es flaco, de gorrita, pantalones holgados y buzo con capucha– me apuntara a la cabeza con un arma de fuego y se llevará mis cosas. Algunos conocidos me contaron que en la tierra del Inter y Gremio la violencia era extrema. No digo que sea una ciudad tranquila, ya que en su centro urbano viven un millón y medio de personas, pero no es una metrópolis violenta. Es más probable que estalle una bomba en Estados Unidos o que un alienado suelto te mate a balazos en Texas, que eso ocurra en Brasil.
Es obvio que un país de 200 millones de habitantes tiene problemas de seguridad. También es indiscutible que hay cosas más importantes que el fútbol. Es irrefutable que mejor es hacer viviendas que estadios de fútbol. Pero la batería de mentiras se cayó. Todo aquel que pudo estar unos días en la tierra donde se realizó la 20ª copa del mundo sabe que los agoreros se equivocaron. Esta mala, negligente o malintencionada manera de informar ya la sufrió Sudáfrica en 2010.
Esto no es nuevo. Cada vez que un país o una región del planeta decide llevar adelante, con sus complejidades y complicaciones, un proyecto independiente que privilegie los intereses de sus ciudadanos, los mal llamados países desarrollados ponen en funcionamiento la máquina de difamar y desinformar. Marchas, muerte, represión y despilfarro fueron algunas de las palabras más utilizadas en las crónicas sobre lo que pasaba en el país que gobierna Dilma Rousseff en los días previos al inicio del certamen. La intensión clara era ensuciar a Brasil. Dañar la imagen de un país que a pesar de haber realizado millonarias inversiones para el mundial logró reducir su pobreza y cambiar la vida de millones de brasileños.
No descubro nada si digo que Brasil, que será sede de los juegos olímpicos en 2016, se codea con los pesos pesados y juega en las grandes ligas. Hace un par de años se convirtió en la sexta economía del planeta, superando a la del Reino Unido. Participa en las negociaciones internacionales de más alto nivel, en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Naciones Unidas (ONU). Al igual que los otros miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tiene una población de 200 millones de habitantes, cinco veces más que la Argentina. Es líder mundial en producción de biocombustibles y ha desarrollado un proyecto nuclear con fines pacíficos.
Tanta mala prensa se le hizo a Brasil que había europeos, en especial españoles, que nos contaban en Porto Alegre que ellos pensaban que en los alrededores de los estadios se iban a desatar batallas campales entre manifestantes opositores a la copa y la Policía. Mas allá de esto, existen coincidencias entre el mundial que realizó Brasil en 1950 y este que termina hoy. Algunas tienen que ver con lo político. Antes de que se iniciara el torneo que se inmortalizó con el nombre de Maracanazo, por aquella final perdida por los locales 2 a 1 ante los uruguayos, los medios americanos y europeos atacaron al gobierno de Getulio Vargas. Decían que el país no tenía infraestructura para organizar un certamen de esas características. Pero Brasil lo hizo.
Antes de meterme en algunas coincidencias futbolísticas entre el mundial de 1950 y el de 2014 quería recordar dos encubrimientos de la prensa internacional ante los ojos del mundo. O por lo menos a los ojos de este lado del mundo. En Londres hubo marchas antes del inicio de la Copa del Mundo que se realizó en Inglaterra contra las políticas de ajuste. Participaron 50.000 británicos. ¿Dónde salió publicado? en ningún lado. En Brasil una marcha de 1.000 personas tuvo repercusión mundial. Tampoco se conoce que Islandia ajustó cuentas con los banqueros que llevaron a ese pequeño país nórdico a convertirse en la primera víctima de la crisis financiera internacional. Siempre el silencio favorece a los poderosos.
Pero el Mundial es, mayormente, de fútbol, por eso, hablando de la final de hoy hay algunas cosas para resaltar. En 1950 Brasil llegó a la final tras ganar 7 a 1 Suecia y 6 a 1 a España y la perdió ante Uruguay. Siempre que Alemania se cruzó con Francia en un mundial, no pudo salir campeón: 1958, 1982, 1986.
Pero hay un dato que le juega en contra a los dos finalistas de la edición 2014: desde 1938, el país natal del Papa que está en ejercicio de la función nunca ha logrado coronarse campeón del mundo. Ocurrió con los italianos Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I quienes ocuparon el trono de San Pedro durante ocho mundiales, en los cuales su país natal no pudo coronarse campeón del mundo.
Luego llegó el polaco Juan Pablo II, y recién ahí Italia logró finalmente salir campeón en el Mundial de España 1982. Posteriormente, fue elegido papa el alemán Benedicto XVI, quien reinó durante dos mundiales (2006 y 2010), en los cuales, a pesar de ser favoritos al título, los alemanes no pudieron alzar la Copa. Esperemos que hoy Francisco nos ayude y logremos revertir estos números, que al final son solo datos.