Gerardo Iglesias / Ovación
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Las horas más duras de Gimnasia
Fue como un espejismo del que todos nos prendimos, ávidos de agua, de un poco de fútbol que cure las lastimosas heridas que regalan, desde hace tiempo, los protagonistas en toda la Argentina, de cualquier categoría.
Gimnasia, luego de un arranque que lo dejó en la misma ubicación en la que está hoy, último, regaló un par de partidos con fútbol de alto vuelo, dentro y fuera del Núñez.
Todo pasó pronto, desnudando falencias en el equipo que dirige Luis Benítez. Pero el Pilo también carga con 10 años de ausencia absoluta de trabajo. Cuando se ve el plantel que dirige, las preguntas surgen solas ¿cómo es posible que Gimnasia no haya sacado un central en 10 años? ¿Un volante, un delantero con gol? Dónde está el proyecto de las inferiores, dónde fueron a parar los pibes. La última gran proyección del Lobo fue Mauro Quiroga, que se fue a España de manera turbia.
El presente
Pilo Benítez, un DT con gusto por el buen juego, intentó armar un equipo liviano y rápido. Lo logró con Umpierrez y Ferreyra, a costa de un gasto tremendo de ambos y con una clara dependencia a los humores de Matías Padilla. El 10, como todos los talentos, carece de regularidad para sostener por si solo una ilusión. A esto se suma, con claridad, que los rivales ya saben cómo juega, que se averigua a quien hay que marcar o por donde atacar.
La preocupante ausencia de gol marca también la responsabilidad que recae sobre Conrado Besel. Pero el goleador de Galarza sufre mucho la falta de habilitaciones y de un compañero definido en ataque.
Defensa
A la hora de defender las cosas también son complicadas. La presencia de Catriel Orcellet no basta para que el arco termine en cero. Con dos laterales con más proyección, con más ambiciones ofensivas, los centrales pagan muchas veces el tener que cerrar a sus espaldas, quedando indefensos en el mano a mano. Y acá falta lo que el DT quería en el inicio de la pretemporada, un “cinco que raspe”, un volante central que marque y ensucie el juego del rival .
Pero así están las cosas hoy en el Lobo. Con un grupo de entusiasta dirigentes que encabeza Héctor Schab, con Benítez al frente del plantel del Argentino A que comenzó tarde la pretemporada, con el equipo armándose al paso de los partidos, para consumir una ronda en el fondo de la tabla.
Es tarde para lágrimas. La luz roja del descenso dejó de titilar para quedar fija, encendida, iluminando una caída que lleva 10 años. Ojalá se frene, que los actuales jugadores dejen hasta lo último para mantener la categoría y, con ellos, refundar un club que supo ser el más grande de la provincia pero hoy está sumergido en una crisis en la que perdió hasta los jugosos ingresos que podría haber obtenido de su última joya.