"Sentí que eran desinteresados y que podía salir del sufrimiento"

Un italiano y su convencimiento profundo por una doctrina política y filosófica argentina que trascendió por todo el mundo
2 de febrero 2019 · 23:06hs
Vincenzo Carella había superado el largo y difícil proceso de rehabilitación por su adicción a las drogas duras. Por ese entonces se planteaba nuevos sentidos para su vida y fue cuando en su barrio de Turín –Italia– una mujer perteneciente al Movimiento Humanista le hizo una pregunta que comenzaría a delinear ese nuevo rumbo. Conoció las ideas del pensador, escritor y fundador de dicha corriente –el mendocino Mario Luis Rodríguez Cobos, conocido como Silo– y de ahí en más se convirtió en un entusiasta difusor de su mensaje. Que, además, lo trajo a vivir a Paraná.

Del sur al norte
—¿Dónde naciste?
—En Italia.
—¿En qué provincia?
—Piamonte –en la ciudad de Torino–, en 1969. Vengo de una familia de inmigrantes del sur de Italia –Regio de Calabria–, en 1967.
—¿Quiénes llegaron desde allí?
—Mi padre y mi madre. La hermana de mi vieja fue antes que nosotros porque en Calabria había violencia por la mafia. Somos 10 hermanos –seis varones y cuatro mujeres, de los cuales fallecieron tres– pero por entonces eran cinco hermanos, así que mis padres pensaron no quedarse porque alguno podía afiliarse a la mafia. Además, la Fiat incorporaba personal en Torino. Mi vieja no se acostumbró tan fácilmente, entonces tres o cuatro veces al año se iba conmigo –que era el menor– a Calabria.
—¿Contrastes?
—Una forma totalmente distinta de vivir porque en el norte la gente anda muy velozmente, hace mucho frío y no está acostumbrada a juntarse ni se hacen reuniones en la calle, mientras que en el sur se pasa mucho tiempo en la calle, no se trabaja de corrido, hay siesta y las personas parecen más cálidas. La comida también es diferente y en el sur los fideos son con carne picada, chorizo, huevo y fiambre, mientras que en el norte la salsa es menos elaborada.
—¿Cómo era en la infancia tu barrio de Turín?
—Lo llaman el barrio "del fumo", porque había una fábrica de cigarrillos. Mi casa estaba en una calle con árboles, había actividad comercial, mucha gente del sur y con una de las mejores heladerías del mundo. El Piamonte es famoso por la nocciola, una especie de...
—Almendra.
—Sí. Y también es conocido por la Mole Antonelliana –una estructura como la Torre de Pisa.
—¿Había un límite físico que no podías trasponer?
—En 1985 era peligroso porque había barrios donde no se podía entrar, ya que estaba la mafia, gente que se drogaba y robaba, pero se acabó a partir de 1995. Ahora es más tranquilo.
—¿Cuál era la actividad laboral de tus padres?
—Mi padre era restaurador y mi vieja se ocupaba de la familia.
—¿A qué jugabas?
—Al fútbol, básquet y tenis.
—¿Hincha de?
—Juventus.
—¿Referentes?
—Crecí con (Michel) Platiní, Paolo Rossi y Dino Zoff, un equipazo.
—¿Qué cambios sociales destacás mientras viviste allá?
—Desde que nací hasta 2000, en Europa el modelo social era hacer una familia, viene un hijo, tiene que estudiar, trabajar y casarse. Desde aquella fecha –gracias a la emigración– se rompió esa tradición, entonces los chicos italianos crecieron con otras ideas. Tengo sobrinos de 40 años que no están casados.

Viaje de ida y vuelta
—¿Sentías una vocación?
—Vengo de la experiencia de la droga ya que en los 80 y 90 había mucha, y Silo me ayudó para salir de eso.
—¿Cuándo comenzaste a consumir?
—A los 14 o 15 años, y terminé a los 23 años. Caí en un grupo de gente que se drogaba y tuve una vida bastante violenta, lo cual también fue difícil para mi familia. Comencé con drogas livianas y terminé con las más fuertes.
—¿Heroína?
—Sí. Jugaba muy bien al fútbol, pensé hacer una carrera pero dejé al comenzar a drogarme. El modelo que imponía la sociedad era ser futbolista o músico.
—¿Cuál fue el momento más complicado?
—Mi hermano mayor y su mujer vinieron a vivir con nosotros –cuando mi padre ya había fallecido. Mi hermano se hizo un estudio y tenía cáncer. Mi madre me preguntó "¿qué iba a hacer con mi vida?". Me conmoví, pensé que no podía hacer esa vida y quería salir pero no tenía fuerza (se emociona). Mi hermano me llevó a un lugar, me encerré cinco años y salí.
—¿Cómo fue la experiencia con la heroína?
—Es una dependencia física y mental, y te puede dejar secuelas permanentes.
—Por eso te pregunto.
—Hay posibilidades de rehabilitarse y salí bastante bien.
—¿Cuál fue la clave?
—Al principio pensé que fue la palabra de mi vieja. Ella me llevaba todos los días en las primeras etapas y me sorprendía su fuerza –porque para ella la familia era lo central. No fue fácil vivir en una comunidad donde la gente venía de esas experiencias, y porque compartía habitaciones, comida... mientras que cuando me drogaba estaba solo. En otra etapa no pude salir durante un año pero agradezco porque me sirvió mucho y comencé a sentir el contacto con la humanidad verdadera, que la gente se preocupara por mí y yo por ella. Descubrí una vocación por el otro y eso me gustó –lo cual luego profundizaría con Silo. Mi vieja estaba feliz. Al poco tiempo de terminar mi tratamiento, murió mi hermano.
—¿Qué sentiste durante la etapa de encierro?
—Como que tenía un cáncer y que lo tenía que sacar de adentro. La droga fue un cáncer muy grande.
—¿Descubriste algo que desconocías?
—La situación de la mujer, porque cuando se droga... es difícil... vende su cuerpo... Escuchar que una mujer vendió su cuerpo por la droga no es fácil.
—¿Recordás el primer día de rehabilitado?
—Fue en 2000; muy lindo, aunque antes ya me habían dado tres días de vacaciones y salimos con mi familia –que estaba feliz por verme normal. Me emocionó porque se juntó mucha gente en mi casa. Agradecí a mi vieja y sentí que el cáncer ya no estaba.

Una mujer y el humanismo
—¿Pudiste integrarse fácilmente?
—Me fui a vivir a una casa compartida con un amigo –quien también estuvo en ese camino. Al poner los pies de nuevo en mi barrio tenía vergüenza y era cerrado, pero apareció lo de Silo. No quería frecuentar la gente que frecuentaba antes pero no me quería ir del barrio. Comencé teatro pero no era mi afinidad, hasta que encuentro a una mujer (Paula Rossi) del Movimiento Humanista, me dice si me podía hacer una pregunta y lo hace sobre el sentido de la vida. No fue casual porque era lo que me estaba preguntando. Me invitó a una reunión semanal que hacían en su casa, se habló sobre lo personal y lo social, y enseguida me gustó. Hasta ahí mi vida había ido en una dirección totalmente contraria.
—¿Qué te impactó?
—Gente que se preocupara por mí; me sentí en familia, en medio de una sociedad egoísta. Allí la gente hablaba en forma desinteresada y ofrecía una puerta para salir del sufrimiento. Para mí fue una solución y estoy muy agradecido a ese principio. Gracias al trabajo interno pude lograr que creciera mi autoestima, resolver situaciones personales, encontrar mis puntos de fuerza, y en lo social me dio la posibilidad de acercarme a la gente que me conocía –que no podía creer mi cambio– y que me felicitara.
—¿Cuál fue ese gran cambio interno?
—Vino después –en 2006. Antes de conocer El mensaje de Silo, me sumé al Movimiento Humanista –cuyo fundador fue Silo–, que se ocupaba más de un camino interior pero también de formar una nueva sociedad a través de un partido político. Me di cuenta de que lo hacía para compensar todo el desastre que había hecho en mi familia y otra gente. Hice una revista que se llamaba El juego del barrio y me ocupaba de lo comercial y escribía algo sobre cuestiones personales y la droga. En 2002 Silo formalizó su mensaje espiritual en Sudamérica y en 2006 lo hizo en Europa, fue a Italia –cerca de Roma–, me entero por un amigo, vamos, lo veo, me emocioné y sentí que era una persona sabia y buena, sin intereses personales.

El valor de la reconciliación
—¿Conversaste con él?
—En esa oportunidad no. Presentó su libro, habló de una solución al sufrimiento, la posibilidad de romper con la muerte y construir un espíritu que va más allá de ella. En 2007 vine a Argentina porque daba una charla sobre la reconciliación.
—Ese mensaje es común a muchas ofertas religiosas y espirituales.
—Me sumé para buscar una forma de vivir en el mundo y porque me pregunté cómo seguía la vida.
—¿Habías tenido anteriores búsquedas de este tipo?
—Sí, pero no era muy consciente. Cuando era niño creía en la solidaridad.
—¿Leías cuando niño?
—No, pasaba mucho tiempo con los amigos. De la vida sin drogas, me importó y me importa pasar el tiempo con la gente, por eso me gusta Argentina.
—¿Volviste a escuchar a Silo?
—En 2007 –en Punta de Vacas, en la montaña, donde había dado su primer mensaje y formalizó el Movimiento Humanista. El tema era la reconciliación, explicó que no tenía que ver con la culpa ni con el perdón, sino con la consciencia de que algo no está bien dentro de uno mismo. A partir de ahí se crean parques (centros de estudio y reflexión) en distintas partes del mundo.
—¿Te reconciliaste?
—No en ese momento, aunque sentí una gran conmoción y lloré mucho, porque me estaban diciendo algo nuevo. Me ayudó porque ese es un lugar sagrado. Quedé pensando en Argentina, hablé con mi familia sobre lo vivido, y mi vieja y mis amigos me felicitaron –aunque no me entendían muy bien. A partir de ahí nos reuníamos en el barrio, hablábamos sobre el mensaje de Silo y a la gente le gustó –no obstante que reconciliarse con uno mismo no es fácil.

Amor web y del norte al sur
—¿Por qué viniste a vivir a Argentina?
—En 2010 murió Silo, estuve muy triste y vacío –aunque gracias a su libro pude entender que está dentro de mí, ya que el cuerpo no es fundamental. En esa época hablábamos mucho sobre la muerte y la trascendencia. En 2012 se hace la primera reunión mundial en el parque de Punta de Vacas y siempre tuve la tentación de venir a vivir acá. Conozco a Gladis (Delgado) por Internet –por Facebook– a propósito de la reunión, vendí la moto, me vine y nos casamos.
—¿Cómo fue el encuentro con ella?
—Me vi con ella en Buenos Aires, la abracé, le di un beso y sentí lo que me trasmitía –un vínculo espiritual– y después nos fuimos al parque de Punta de Vacas. En Paraná hemos organizado mucha actividad social tales como festivales y reuniones del mensaje de Silo.
—¿Qué rasgos encontraste como comunes en Argentina?
—Los del sur de Italia. Me gusta Argentina porque me dio un registro de lo que había vivido en el sur, gente que no vive en forma frenética, que le gustan las relaciones, tomar un mate...
—¿Sufriste el desarraigo?
—El primer año fue difícil porque en Paraná vi gente viviendo en la calle y el sistema urbano no me gustaba, mientras que en Italia esas cosas están resueltas. Tampoco me acostumbré al verano, porque de donde vengo hace mucho frío. El paranaense es cerrado pero reconozco que le resulta fácil juntarse –como en general a los argentinos. Paraná es una ciudad cerrada pero también hay buena gente que quiere ocuparse del otro y la humanidad.
—¿Volverías a Italia?
—(Risas) Me vuelvo en marzo, por un tiempo.
—¿De qué características fue el reciente encuentro en Punta de Vacas?
—Fue el 4, 5 y 6 de enero, resultó muy emotivo porque había gente de todos lados y se habló de cómo llevar el mensaje de Silo a lo social. Está difícil hablar de lo espiritual en esta sociedad y la gente no entiende mucho, pero tengo la sensación de que está la necesidad de salir de la locura, la violencia y el sufrimiento. Para eso, puede ser un hito, un punto abierto hacia el futuro y se están haciendo muchas cosas con los jóvenes.
—¿Tienen alguna página en Internet?
—En Facebook, El mensaje de Silo Paraná Argentina y nos reunimos los martes –a las 21– en calle Gualeguaychú 780. También los viernes a las 19 se hacen reuniones sobre el mensaje de Silo en el centro cultural La Hendija. En Internet se puede encontrar más información en http://www.silo.net o se pueden conectar conmigo a través del 343154512405.




"La violencia sexual marca profundamente"

Gladis Delgado –referente paranaense de la comunidad El mensaje de Silo– informó que recientemente se constituyó un grupo de mujeres víctimas de experiencias de abuso sexuales. La idea se enmarca en una red con otros países, a los fines de lograr contención e intercambiar experiencias, tanto para mujeres como hombres.
"Por mi vivencia personal sé que es muy difícil de sobrellevar, porque la violencia sexual marca profundamente", agregó quien fue víctima de violencia intrafamiliar durante su infancia.
"Tenemos las herramientas y respuestas de Silo, y queremos desplegarlas para que la gente las conozca", dijo, e informó que quienes se interesen pueden conectarse a través de Facebook –Gladis Delgado– o a su teléfono 3434255195.
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