Religiosos y laicos contra los africanos, judíos e indígenas

Una nueva denuncia de hostigamiento de las comunidades judías en la Argentina recuerda un mal que viene de lejos fogoneado desde el Estado
13 de abril 2019 · 23:11hs
Abiertos a todos los pueblos del mundo, crisol de razas, sí, pero por debajo subsiste en nuestro país una estructura de discriminación negativa que aflora cada tanto y en algún caso reflota el racismo.
Hace pocos días, dos personas entraron a una sinagoga del barrio de Palermo y profirieron amenazas contra los judíos, e incluso uno hirió a un rabino con un elemento cortante.
En representación de la comunidad, la DAIA expresó su solidaridad con el rabino y los feligreses de la sinagoga Mikdash Yosef. En un breve documento, dijo que se trató de "un acto vandálico con contenido antisemita perpetrado por dos personas embriagadas y en situación de calle. Tal como la DAIA manifiesta reiteradamente, la situación de empobrecimiento de nuestra República provoca, en algunos sectores del colectivo social en situación de marginalidad, la invocación de viejos prejuicios instalados en la sociedad".
La institución afirmó que las denuncias por antisemitismo fueron 400 en 2017 y 2000 en 2018. Ese hostigamiento creciente no debe ser tomado a la ligera. En el caso que nos ocupa, se trató de dos borrachos, al parecer, pero lo que inquieta es el trasfondo.
El Estado nos formó en una falsa historia eurocéntrica racista, con desprecio de los saberes de nuestras comunidades antiguas. Hemos dicho en este espacio que ese monstruo luce una cabeza religiosa y otra cabeza laica.
En la Argentina, no pocos judíos han sufrido alguna discriminación. Este dato debe ser colocado en el mismo análisis que hacemos cuando observamos las prevenciones de muchos argentinos contra los llamados "extranjeros". Prevenciones que generalmente apuntan no contra descendientes de europeos sino contra guaraníes, mapuches, aymaras, kollas, quechuas, en fin, o nietos de esclavizados africanos. Muchas de esas comunidades han vivido en esta región por milenios, por supuesto mucho antes de que se trazaran los límites del Estado (por eso la misma Constitución las considera preexistentes), y es muy probable que quienes señalen con recelo a sus vecinos provengan de familias arribadas hace apenas un siglo.
Ahora, ¿cómo se sostiene semejante despropósito? Muy sencillo: porque lo ha promovido el Estado.
Gran parte de la docencia argentina sigue celebrando su Día del Maestro en homenaje al llamado "padre del aula" que en verdad fue padre del racismo, al sostener que los judíos carecen de sentimiento humano de amor al prójimo, escribir "¡fuera esa raza semítica!", y fundamentar la necesidad de matar (sí, matar) a los pueblos originarios desde la niñez. ¿Por qué asombrarnos, entonces, de los frutos de un plan bien orquestado desde el Estado y con participación de otras instituciones?

Los clericales
Domingo Faustino Sarmiento o sus seguidores como José Ingenieros hicieron historia en el racismo laico, y fueron atacados por sectores clericales no menos racistas. Esos sectores principalmente de la Iglesia católica avalaron muertes, torturas y destrucciones para "civilizar" y evangelizar a los "inferiores". Ahí vemos cómo el racismo unía a clericales y anticlericales, dos muelas de la misma tenaza.
Decimos católicos porque tuvieron alta presencia aquí, pero otras religiones cristianas y no cristianas fueron aún más perversas, al impedir siquiera la relación cultural con pueblos del Abya yala.
El historiador Juan José Rossi nos recuerda que Juan Bosco (Don Bosco), un europeo alabado en Paraná por su dedicación a los niños, escribía estas cosas desde Italia, acompañando a la distancia la sangrienta "campaña del desierto": "Solo a la Iglesia Católica le está reservado el honor de amansar la ferocidad de esos salvajes... Para alcanzar tan noble fin, se ha convenido con el inmortal Pío lX y con el eximio metropolitano argentino el plan siguiente: fundar colegios y hospicios en las principales ciudades de los confines, y rodear, por así decirlo, con estas fortalezas la Patagonia, recoger a los jovencitos indígenas en esos asilos de paz y de caridad, atraer principalmente a los hijos de los bárbaros o semi-bárbaros, e instruirlos, educarlos cristianamente; y luego, por su medio y con ellos, penetrar en aquellas regiones inhóspitas (...) y abrir así la fuente de la verdadera civilización y del verdadero progreso".
La verdadera civilización: la suya. Más europeo, difícil. ¿No hubiera sido mejor, para esos niños que tanto amaba, dejar vivos y libres a su papá y a su mamá?
Antes de esto, Juan Manuel de Rosas había realizado campañas con el resultado de miles de nativos muertos. El historiador Juan Vilar nos recuerda palabras de uno de los oficiales de Rosas: señalaba que el jefe hacía pelear a las comunidades entre sí para deshacerse de todas.

Los anticlericales
Dice nuestro apreciado José Ingenieros, uno de los padres del socialismo y el comunismo argentinos: "La modificación de las condiciones económicas, indispensable para el mejoramiento de las clases pobres, sólo puede ser la obra de hombres pertenecientes a la clase considerada superior desde el punto de vista físico e intelectual".
"Los negros importados a las colonias eran, con toda probabilidad, semejantes a los que pueblan San Vicente: una oprobiosa escoria de la especie humana... Juzgando severamente, es fuerza confesar que la esclavitud -como función 'protectiva' y como organización del trabajo- debió mantenerse en beneficio de estos desgraciados, de la misma manera que el derecho civil establece la tutela para todos los incapaces y con la misma generosidad con que asila en colonias a los alienados y se protege a los animales. Su esclavitud sería la sanción política y legal de una realidad puramente biológica".
Y sigue José Ingenieros: "Los 'derechos del hombre' son legítimos para los que han alcanzado una misma etapa de evolución biológica; pero, en rigor, no basta pertenecer a la especie humana para comprender esos derechos y usar de ellos. Los hombres de las razas blancas, aún en sus grupos étnicos más inferiores, distan un abismo de estos seres, que parecen más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados".
"Los hombres de raza de color no deberán ser política y jurídicamente nuestros iguales; son ineptos para el ejercicio de la capacidad civil y no deberían considerarse personas en el concepto jurídico (...) cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico".
Y algo más: "La nacionalidad argentina no está formada por indios, sino por descendientes de europeos y la experiencia enseña que las únicas regiones del país que merecen el nombre de civilizadas, cuentan en su población un noventa por ciento de sangre europea". Lo afirma, claro, un argentino nacido en... Palermo, Sicilia. ¿Cuánto sabía Ingenieros del vivir bien, la complementariedad, la comunidad, la reciprocidad, como bases de los saberes de nuestros pueblos del Abya yala? Lo mismo que sus enemigos religiosos: casi nada.
Los judíos son aquí víctimas de discriminación en muchos casos, y como descendientes de europeos también algunos de ellos han discriminado. Como señala el profesor Mauricio Castaldo, nuestro querido Alberto Gerchunoff, entrerriano por adopción, celebraba de Urquiza su intención de "desgauchar" a la población... Otros autores, en cambio, han llamado "epistemicidio" a la destrucción de los modos del conocer de los pueblos para uniformarlos a la fuerza en la horma europea.

Cuándo es trágico
Ingenieros, patrón de la reforma universitaria, quién puede desconocer sus méritos. Pero es racista cuatrocientos años después de la invasión europea al Abya yala... ¿No es mucho?
En esa permeabilidad al racismo (contra los pueblos originarios y los afroamericanos) debemos ver una de las ramas de la pinza que estrangula a nuestros pueblos.
Pero notemos el traspié de un autor, en su amable intento de poner a Ingenieros en un contexto. Dice el especialista Ángel Rodríguez Kauth: "debo hacer una reflexión acerca de lo que se puede definir como racismo en los principios del siglo, hasta el nacimiento del nazismo, y cómo se lo puede considerar en la actualidad después del holocausto producido por Hitler y sus secuaces. Hasta la aparición del nazismo, las concepciones racistas no significaban necesariamente un holocausto para quienes caerían en desgracia. En todo caso, el racismo se testimoniaba en desprecio oligárquico o aristocrático, pero no tenía el sentido trágico con que se revistió desde la experiencia nazi en Alemania y su continuación perversa en otros lugares del planeta, entre los que, como es obvio, no ha estado ni está exenta Argentina". Ahora nuestra pregunta: ¿el autor no logró escapar del eurocentrismo? ¿500 años de racismo genocida en el Abya yala y África no le alcanzan? ¿Sólo es "trágico" cuando las víctimas son blancos europeos?
Como se ve, clericales y anticlericales infectaron por igual a los argentinos de racismo. Incluso los grandes defensores y admiradores de la niñez y la juventud, Don Bosco y José Ingenieros, ignoraban la esencia de las culturas milenarias de este suelo, o las despreciaban.
¿Por qué nos sorprenderemos hoy, cuando a tantos les molestan los mapuches, bolivianos, paraguayos, kollas, en fin, si el estado argentino se ha ocupado por más de 150 años de formarnos en el eurocentrismo racista por derecha y por izquierda?
Sarmiento, Ingenieros, Don Bosco, escribían en serio. Son autores intelectuales del racismo argentino cercano, del genocidio argentino practicado sobre guaraníes, mapuches, gauchos, y calzan a la perfección con las campañas de matanzas de los Rosas, Avellaneda, Roca, y la guerra de los Mitre.
Unidos en el eurocentrismo
Un artista y docente entrerriano cuestionó el Día elegido para celebrar la docencia y le saltaron a la yugular, en las redes sociales. No podía estar más acertado. El racismo debe ser atacado en sus raíces, no sólo en sus frutos.
El "padre del aula" llamó en su juventud a matar niños aborígenes, en estos términos: "¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado".
Nuestra provincia está plagada de bustos en homenaje a genocidas, monumentos que desprecian a los pueblos originarios. Veamos lo que decía Sarmiento ya en su madurez, al celebrar la muerte de "todo el pueblo guaraní" con estas palabras: "Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su avance, capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería la detención de todo progreso y un retroceso a la barbarie... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse".
Como se ve, al poder filo católico le sucedió un poder filo anticatólico y ambos hicieron mérito en el bando eurocéntrico, racista, violento, por supuesto: con sus matices.

Incluso Pérez Colman
Largo sería enumerar las manifestaciones del racismo en escuelas de gestión pública o privada y en otras instituciones.
César Blas Pérez Colman, notable de la historia, subraya en más de una página ese espíritu indomable y los derechos de nuestros pueblos. Pero también dice: "La total extinción del poblador aborigen permitió realizar la tarea de conservar uniformes e inalterables los caracteres sustanciales del pueblo español, dentro de sus más preciados atributos y virtudes, en términos tan completos como no es posible encontrar similares en ninguna otra Provincia argentina... La falta de población indígena colocó a Entre Ríos en una situación de privilegio... Es axiomático que las razas vencedoras no mezclan su sangre con las vencidas. Nada inferioriza más al hombre, ante el concepto social, que un matrimonio de ese género. .. Nuestro criollo es de pura sangre española... jamás en nuestra provincia los habitantes hispanos fundaron sus hogares con personas de raza negra o indígena".
Podríamos dar muchos ejemplos del racismo argentino, entrerriano, que se cuela por todos los intersticios.
Dice Juan Bautista Alberdi: "Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaríais la república ciertamente. No la realizaríais tampoco con cuatro millones de españoles peninsulares, porque el español puro es incapaz de realizarla allá o acá. Si hemos de componer nuestra población para nuestro sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona".
Ahora, ¿eso tuvo influencias? Veamos el artículo 25 de nuestra Constitución: "El Gobierno federal fomentará la inmigración europea". En 150 años, nadie cambió ese artículo racista.
Julio Argentino Roca (el "padre del Estado"),dice: "Estamos como nación empeñados en una contienda de razas en que el indígena lleva sobre sí el tremendo anatema de su desaparición, escrito en nombre de la civilización. Destruyamos, pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización política, desaparezca su orden de tribus y si es necesario divídase la familia. Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la causa de la civilización".

Estrangular
Los Rosas y los Sarmiento y sus seguidores formaron las dos mandíbulas de una pinza para estrangular a los indios y a los gauchos y a los "distintos" de la línea colonial.
A diferencia de otros procesos y países, en la Argentina se impuso un estado genocida desde el lema "civilización y barbarie", y sus líderes se calzaron el bronce a medida. Mientras su figura sea el modelo, el racismo que es la norma echará hojitas aquí y allá, siempre renovado.
Hoy, como ayer, el desarraigo, el destierro, el hacinamiento de millones, y los favores en materia de trabajo y obras y títulos de propiedad para pocos, son caldos donde se cuecen las víctimas de un sistema racista.
Si las palabras muestran el estado de cosas (y está muy bien que no naturalicemos las expresiones xenófobas), los hechos dicen mucho más y el Estado, habrá que admitirlo, no ha cambiado su matriz. El racismo muta, y posee una singularidad: deja ver su rostro pasado y se expone al debate, pero oculta el presente, donde se alimenta.
En la Argentina, muchos sufren discriminación. El racismo del siglo 21 se llama hacinamiento, se palpa en los barrios marginales. Esa es la esclavización de hoy, donde la mujer y el hombree quedan bajo la línea de lo humano, y ese racismo no podría sostenerse sin la presencia activa de los Estados nacional, provinciales y municipales.




La modernidad en nuestras facultades

Nuestras universidades siguen rindiendo culto al racismo. Veamos lo que dice Immanuel Kant: "La humanidad encuentra su mayor perfección en la raza de los blancos. Los indios amarillos tienen un talento menor. Los negros están muy por debajo, y en el lugar inferior está una parte de los pueblos americanos". Lo trae a colación un estudioso llamado José Santos Herceg. (Donde dice pueblos americanos y negros, léase nosotros).
Dice Kant: "Ese tipo era de la cabeza a los pies completamente negro, una prueba indesmentible de que aquello que dijo era estúpido". (Donde dice negros, léase nosotros).
Dice Kant: "Los Negros de África no tienen por naturaleza ningún sentimiento que se eleve por encima de la frivolidad". (Donde dice negros, léase nosotros).
Dice Kant de los etíopes: "Los cafés (...) no sólo son horribles, sino que también tan deformes y malvados como el resto de los negros". (Donde dice negros, léase nosotros).
Y bien: este es un filósofo alabado en nuestras universidades eurocentradas, que suelen ocultar el lado racista de sus próceres.
Herceg da lugar a Todorov: "Una vez establecidos los 'hechos', el racialista extrae de ellos un juicio moral y un ideal político. Así, el sometimiento de las razas inferiores, o incluso su eliminación, se pueden justificar gracias al saber acumulado en material de raza. Es aquí donde el racialismo se reúne con el racismo: la teoría da lugar a la práctica".
Ahora nuestro aporte breve: en el mismo instante en que Kant escribía estas cosas, los "horribles, imbéciles, deformes, malvados, sin talento, frívolos, inferiores, sin sentimiento" morían como Micaela Bastidas, a patadas en el vientre, o al modo de Túpac Amaru... Y habían pasado ya 300 años de esclavización aberrante de negros en el Abya yala, con todas las muertes, torturas y violaciones habidas y por haber.
Lo que dijo Kant es propio de una sociedad enferma, no de un pensador.
Claro, Kant no ha estado solo en esto. El eurocentrismo es norma. Los haitianos recuerdan que John Locke, uno de los grandes pensadores del liberalismo, era propietario de uno de los buques que participaban en el tráfico de esclavos hacia América.
Dice David Hume: "Tiendo a pensar que los negros y en general todas las especies de hombres (porque hay cuatro o cinco clases distintas) son naturalmente inferiores a los blancos. Nunca ha existido una nación civilizada cuya tez no fuese blanca".
Otra de Hume: "Para no mencionar nuestras colonias, en toda Europa hay negros esclavos, y nadie ha descubierto en ellos síntoma alguno de ingenio, mientras que entre nosotros hay personas de baja condición y sin cultura que se destacan y llegan a distinguirse en cualquier profesión. De hecho, en Jamaica se menciona el caso de un negro que posee talento y cultura; pero es probable que esa admiración se refiera a alguna habilidad sin importancia, como la de los loros que pueden decir con claridad unas pocas palabras".
Se burla Voltaire: "representa un gran problema respecto de ellos (los africanos) saber si descienden del mono o si el mono desciende de ellos. Nuestros sabios han dicho que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios: ¡he aquí una cómica imagen del Ser eterno, con una nariz aplastada y con poca o ninguna inteligencia".
Dice Federico Hegel: "La inferioridad de estos individuos en todo sentido, hasta en su propia estatura, es notoria".
El eurocentrismo ha llevado a pensadores notables a menospreciar al resto de la humanidad, por derecha y por izquierda (y por eso sigue siendo tabú); no olvidemos que algunos conspicuos revolucionarios como Karl Marx y Friedrich Engels celebraron que Estados Unidos se anexara gran parte de México: para sus fines, era más útil. La idiosincrasia de nuestros pueblos debía ser borrada, si no servía a sus propósitos. Eso es el racismo: creer universal lo propio, y desechable lo ajeno.
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