Protagonistas de su historia
Todos los lunes a las 17 un grupo de mujeres de los barrios San Martín, Antártida Argentina, Cáritas, San Agustín, comenzó a poner en palabras sus preocupaciones, sus miedos, a todo lo que les pasa en comunidades donde la violencia, la vulneración de derechos y la falta de oportunidades son moneda corriente. "Estuvimos más de dos semanas calladas, hasta que empezamos a hablar, de los problemas que hay en el barrio, de los vecinos, de gente que conocemos. Así nos enteramos como podemos ayudarlos; así empezamos todas", contó Mirtha acerca de una experiencia inédita en
Paraná para prevenir y erradicar la
violencia de género. El taller Cosas de Mujeres responde a los lineamientos del proyecto de ley que plantea la declaración de la emergencia en violencia hacia las mujeres en Entre Ríos, donde se sostiene la necesidad de formar promotoras y preventoras "como un modo de hacer un trabajo territorial para poder llegar con tiempo a casos de violencia y abusos, y parar de alguna manera los femicidios", explicó una de las coordinadoras de la iniciativa e integrante de la CCC, Daniela Vera.
Primero con cierta timidez, quizás algo de desconfianza, las talleristas relataron en primera persona cómo es atravesar por situaciones traumáticas en el seno familiar, o de saber de otros casos de violencia que requieren de una urgente intervención, y no poder tener las herramientas para brindar una ayuda a tiempo. Sin quererlo, Mirtha se transformó en la vocera del grupo; en el salón la acompañaron otras mujeres, algunas con sus pequeños hijos en brazos, quienes aceptaron hablar de sus historias en función de un contexto social que las condiciona por el solo hecho de ser mujeres. "Hay muchos problemas de violencia de género y acercándonos acá ahora sabemos cómo tirarle un salvavidas a la persona para poder salir. Hemos visto la realidad, porque a veces no la queremos ver: vemos muchos problemas del barrio, de la familia y no solo de gente conocida. Acá tratamos de ayudarnos. Muchas mujeres no quieren pedir ayuda, por miedo", señaló.
Desde una silla cercana asiente Betiana, mientras atiende a su beba que no para de llorar. "Las mujeres a veces se acostumbran a la persona que las maltrata, las golpea, sufren violencia o lo quieren -en referencia a la pareja- o no lo quieren dejar", analizó. Dijo que la experiencia la ayudó a "verlo de otra manera. Antes nos venían a pedir ayuda y no sabíamos como ayudar a esas personas que sufren violencia. Respecto del proceso de aprendizaje explicó que comenzó buscando información sobre los canales donde encontrar ayuda, por ejemplo la línea 144 o el 911.
Reconocerse como sujetos de derechos fue otro de los cambios positivos ocurridos durante este tránsito. Solo basta con escuchar el mensaje de Natacha. "Aprendimos de las distintas violencias, porque nosotras hemos escuchado que un hombre le dice a una mujer 'estúpida' o que no sirve para nada. Y a veces las mujeres a eso no lo tomamos como violencia; aprendimos que también es violencia", afirmó. A esta altura ninguna quiere desaprovechar esta oportunidad de contarse para que otras puedan sentir que no están solas. "Si nosotras sufrimos un abuso u otra persona, nosotras tenemos que enseñarles. La que sufre un abuso tiene que buscar a una persona con la que sienta confianza y que si ella te ayuda, ir hasta la comisaría. Suele sucede que vas a la comisaría y no te toman la denuncia", aportó Jeanette.
La mayoría de las mujeres –de diferentes edades– dijo que la familia se mostró interesada en que sean parte de esta propuesta. A la vez insisten en que la falta de información todavía sigue siendo una barrera para combatir este flagelo. "No debemos hacerle sentir a la persona afectada que nosotros nos metemos en esa relación", recalcó Betiana.
Una enseñanza compartida que va dando sus primeros frutos
Mirtha, Jeanette, Natacha, Laura, Betiana y otras mujeres de diferentes barrios populares son protagonistas de una construcción colectiva con perspectiva de género, al igual que los talleres en prevención de adicciones, taller para niñas y adolescentes, apoyo escolar y alfabetización, y una escuela deportiva, que se sostiene únicamente por la voluntad de organizaciones sociales, universitarias y partidos políticos. "Demostramos al Estado que podemos hacerlo con casi nada de recursos económicos y con recursos humanos formados. Desde el Estado se podría prevenir", advirtió Vera.
Recordó que comenzaron a trabajar sin energía eléctrica, y que con el tiempo fueron incorporando la mayoría de los servicios.
La coordinadora destacó que uno de los primeros proyectos conjuntos fue un video para prevenir la violencia de género donde participan todas las talleristas. "Sería lindo que viniera más gente", aseguró Laura.
Betiana explicó que el trabajo audiovisual puede servir para que la sociedad se informe acerca de la existencia de la Casa y de su rol de asistencia.
Sobre la realización del spot agregó: "Nos costó, porque es algo que no hacemos todos los días. Nos pusimos las pilas, porque es para que las chicas vean que nosotras las podemos ayudar; de alguna manera las vamos a ayudar. Que se acerquen al taller, ese es el primer paso".
"La dinámica del taller permite que ellas puedan encontrar un espacio para empezar a contar una serie de problemas que sufren y un conjunto de cosas que no están planteadas como problemas. Además de este taller funciona otro que tiene lugar los lunes a la mañana con otro grupo de mujeres, que empezó hace un mes".