El fallecimiento de Fabián Tomasi golpeó con fuerza a quienes luchan para que no se siga envenenando a la gente con
agrotóxicos. Las imágenes arrolladoras que habitualmente compartía en su muro de Facebook calaban hondo en los sentidos de cualquiera, mostrando su cuerpo derruido por los pesticidas que lo intoxicaron para siempre mientras trabajaba en una empresa de
fumigación aérea, realizando la tarea de abrir los envases con distintas sustancias, entre ellas glifosato.
Contó en varias oportunidades que dejaban los bidones al costado de la avioneta, para volcarlos en un recipiente de 200 litros que mezclaban con agua, y enviaban el preparado a través de una manguera para que la aeronave rocíe los campos sembrados con soja. No contaban con ningún elemento de seguridad y estaban expuestos así a la muerte que los rondaba. Los médicos le diagnosticaron una polineuropatía tóxica metabólica severa, que le causó una disfunción de una parte del sistema nervioso. Fue en 2005 y le dieron seis meses de vida. No obstante, vivió 13 años y luchó para crear conciencia sobre los efectos de los agrotóxicos.