La tercera ola de la pandemia de coronavirus en la Argentina será recordada y distinguida de las anteriores por el gran factor diferencial de la vacunación. Sin el porcentaje de la población del país con el nivel actual de inmunización contra el virus, la realidad del país sería la más fatal desde el advenimiento de la enfermedad mundial en curso y el país sin dudas estaría conmocionado con un clima social de tragedia.
La ola de la vacunación
Por Ramiro García
La diferencia del pico de contagios actual en comparación con los anteriores ya viene siendo destacada por autoridades sanitarias nacionales y locales, directivos de hospitales y clínicas y profesionales de la medicina en las últimas semanas, a la luz de las evidencias. El éxito de la campaña de vacunación histórica y sin precedentes que vive la Argentina desde hace nada más de medio año se observa en las cifras y estadísticas y también a simple vista. Mejor dicho con una paradoja, los resultados del impresionante plan de protección de la salud colectiva que inició a mediados de 2021 se demuestran con fenómenos “no visibles”: no se ven salas de terapia intensiva colapsadas, no se ven pacientes graves de Covid en pasillos de hospitales públicos y sanatorios privados, no se ven muertos por el virus tirados en la calle, no se ven operativos de emergencia para cavar fosas a granel en cementerios, o para crear camposantos donde no los había.
Por supuesto que convocar a la imaginación a dichas imágenes o situaciones parece exagerado e innecesario, pero quizás no es tan forzado citarlas, ya que esas escenas más fatales sí se produjeron en otros lugares del mundo y seguramente estaríamos viviéndolas acá si no estuviésemos tan vacunados como sociedad.
Los números que demuestran la importancia histórica que tuvo el plan de vacunación son elocuentes. Para ilustrar la dimensión del fenómeno, podemos poner un ejemplo. En plena segunda ola, a mediados de 2021, el país batía récords de contagios y muertes diarias. El 22 de junio se detectaron 21.387 nuevos casos positivos y 792 fallecimientos por coronavirus: una tasa de mortalidad de 3,7%. Por entonces la población objetivo del plan de vacunación eran las personas mayores de 50 años y empezaba a vacunarse a embarazadas. El porcentaje de la población total vacunada era pequeño.
Un promedio de 20.000 casos positivos diarios parece insignificante en comparación con los reportes de este año. En enero la Argentina alcanzó un récord que parecía inverosímil luego de un diciembre que transcurrió casi sin que el Covid sea noticia de primera plana. El récord absoluto de casos diarios se registró el 15 de enero: 139.853 contagios, el número más alto desde que comenzó la pandemia. En tanto, el pasado miércoles 19 se reportaron 208 fallecimientos, la cifra más alta de decesos diarios en los últimos cuatro meses. Tomando ambos datos (contagios y muertes), la tasa de mortalidad actual resulta de 0,16%.
El nuevo objetivo del plan de vacunación, ahora, son los menores de 11 años. Como se dijo en esta misma columna ayer, “los chicos deben vacunarse”. Algunos especialistas vienen sugiriendo que si se mantiene el porcentaje actual de la gente joven y adulta vacunada, y se suma a la población infantil, la reducción de la circulación del virus sería muy alentadora. Si algo nos enseñó esta pandemia es que no conviene hacer pronósticos sino ir evaluando la situación a corto plazo y en función de la experiencia que se va adquiriendo. Lo que también aprendimos y queda absolutamente confirmado, es eso de que las vacunas -y, agregamos, todo el personal de salud que trabaja para investigarlas, producirlas, distribuirlas, protegerlas, almacenarlas y aplicarlas- “salvan vidas”.
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Quizás lo habíamos olvidado o lo dábamos por hecho, al no habernos enfrentado en tanto tiempo a una crisis sanitaria y social tan importante. Pues conviene recordarlo una vez más, y no pasar por alto sino valorar todo el esfuerzo que les llevó llegar (y traernos) hasta acá.