Por Lucio Ortiz
Enviado especial a Brasil
La multitud de todos los días en San Pablo
El centro de San Pablo se mueve al ritmo que sus habitantes prefieran. Son 40 millones los que viven en este estado brasileño y esta concentración de gente tiene las necesidades diferentes como cualquier capital del mundo.
La llegada de los turistas para el mundial se nota en los días de los partidos, en las cercanías al Fan Fest (lugar con una pantalla gigante que pasa gratis los juegos) y cuando la gente se traslada al Itaquerao, de Corinthians.
Todo lo demás es lo que sucede día a día y transcurre con los habitantes de este lugar. Es una ciudad inmensa y lo que parece descontrol está controlado. Los artesanos están en las veredas, la gente toma sus cervezas en la calle y venden a cualquier hora, sin límites. Los puestos de venta de remeras de fútbol , artículos relacionados al mundial o cualquier otro producto están instalados en varias calles peatonales.
Venden frutas, cortadas y en bandejitas, en la calle. Abundan los puestos de comidas en lugares pequeños que sólo tienen una barra y unos banquitos.
Los artistas pueden manifestarse como un violinista japonés o dos guitarristas que hacían su música con amplificadores. También un escapista, de esos que terminan desatándose todas las cuerdas que lo amarran, hacía su show con un colaborador, con música secuencial en una peatonal. Al final el desatanudos termina con éxito la función mientras la gente le da su recompensa.
Todo pasa en la ciudad. Los lugares de comidas rápidas están llenos, los que venden chorizos gigantes y el negocio de sanguches mortadela explotan de gente. La galería de rock con tatuadores, remeras, skates (patinetas) tiene sus clientes en los cinco pisos del lugar.
El cartonero se lleva la ganancia diaria, los indigentes sin techo duermen o escuchan a los músicos callejeros, los empleados municipales piden permiso para tirar agua con desinfectante en lugares que acumulan olores fuertes.
El que vende películas no se hace drama y exhibe todos los títulos sin temor a que vengan los inspectores. Los que compran oro no se esconden y portan unos chalecos amarillos que lo dicen claramente.
El muchacho con la camiseta de Boca, el de la casaca de River, el de Racing caminan por las veredas en donde los rascacielos hacen sombra.
Los policías están en cada esquina y la seguridad parece ser parte incorporada de la ciudad. Pero dicen que es por el Mundial. Han reforzado la vigilancia para evitar hechos de violencia, robos y hurtos.
El monstruo edilicio y de millones de habitantes se mueve. Los turistas son una pequeña cantidad para esta San Pablo que se nutre de su gente todos los días. Siempre es así.