Alegoría del canario preso desde adentro, como los panzaverdes

El dilema de un Estado que maniata cada gestión de gobierno provincial. ¿Centralismo feroz, o complejo de inferioridad?
30 de diciembre 2017 · 21:21hs
Tanto machacaron contra los entrerrianos por 500 años, primero sobre los charrúas, luego contra los artiguistas, después los jordanistas y finalmente los obreros, que es muy probable que la repetición de torturas y escarmientos nos haya convertido nomás en siervos.
Habría que estudiar en los panzaverdes una suerte de síndrome de la dependencia, un complejo de inferioridad que nos lleva a esquivar las dificultades y culpar al "otro".
Quizá ese complejo se nos instaló en las conciencias en algún momento histórico, para ocupar el lugar de la otrora rebeldía panzaverde que hizo fama.
Las grietas de tantas derrotas pudieron meternos la humedad abajo, como en los pavimentos, para hacernos tambalear los cimientos. Si fuera así, es probable que gocemos de independencia, soberanía y autonomía y no nos demos cuenta, de modo que seguimos con las prácticas del siervo. Sería una de las formas del colonialismo interno, una suerte de inferioridad adquirida, un estado de resignación que nos hace mendigos y llorones.
Si los entrerrianos tenemos altísima influencia de cristianos, judíos, afroamericanos, charrúas, chanás, guaraníes, como bien resume el chamamé de Marcia Müller, y todos ellos en algún momento sufrieron genocidio, diáspora, persecución, holocaustos variopintos y esclavización, a lo que se suma la persecución a los paisanos en las últimas luchas federales y alguna que otra matanza de obreros y reducción a estado de servidumbre a las mujeres, más el destierro de miles y miles; si esa es nuestra historia resulta medio lógico que caminemos medio encorvados, como cargando una presión atmosférica que no se mide en hectopascales ni en mercurio sino en sangre derramada (si hasta nuestra bandera fue pintada roja, para que no lo olvidemos). Pero entonces deberemos preguntarnos cuándo termina el velorio.

Los fantasmas
La imposibilidad percibida, el "no va'ndar" naturalizado, nos recuerda una enseñanza, que conocimos a través del amigo Fortunato Calderón Correa, sobre el modo de enjaular a los canarios. Nos lo explicó en una mateada, más o menos así: "Un instructor quiere domesticar un canario, procedimiento no muy diferente del que usa el sistema educativo con los niños y adolescentes. Empieza por ponerlo dentro de una jaula que es una campana de vidrio. El canario no ve el vidrio y se supone libre, pero cuando quiere volar las paredes transparentes de la campana se lo impiden. Intenta muchas veces hasta que se convence de que algo que no ve ni entiende le impide volar, y abandona los intentos. En ese momento, el instructor retira la campana y el canario queda preso en libertad. Más o menos como todos nosotros".
Ahora veamos: ¿Cuándo nos encerraron? Quizá con la derrota de José Artigas, quizá con la muerte de Francisco Ramírez, hace mucho. O antes, con las matanzas a los pueblos originarios.
Pero sabemos de expresiones de soberanía territorial en los tiempos de Justo José de Urquiza, con esa promesa federal que sedujo a rebeldes de armas tomar como Ángel Peñaloza o Felipe Varela; esa conciencia de hermandad que se manifestó en los aullidos de Basualdo y Toledo para cuerpear la guerra con los hermanos del Paraguay, y que luego se chocó una y otra vez en la resistencia jordanista contra el Remington del despotismo porteñista, "civilizador". Es decir, las rebeldías no son tan viejas al fin y al cabo.
Las derrotas acobardan, no hay dudas. Pero ¿cuánto duran sus efectos narcóticos? ¿Cuándo nos colocaron la campana y quedamos presos de fantasmas? Conocer el origen del síndrome de la dependencia puede no ser un mero pasatiempo, porque quizá a través de la conciencia podamos desatar conjuros insospechados. ¿Estamos maneados y resignados?
"Hay hombres que disparan cuando hay fuego/ y están enfermos para la pelea/ porque adentro ya tienen su manea", dice Fermín Chávez, como si hablara López Jordán, en referencia al Urquiza que se escabulle en Pavón. Y agregamos esto: una cosa es la manea, otra cosa es la naturalización de esa manea: la resignación.
¿Acaso se nos rompió la resiliencia? ¿Acaso la destrucción fue tan poderosa y sostenida que nuestra elasticidad, nuestros aceites, se fundieron?
El síndrome de la dependencia nos inhabilita, nos deja fuera de juego en el pensamiento y en las prácticas. Y aclaramos: no estamos sosteniendo aquí este diagnóstico, solo nos preguntamos, planteamos una hipótesis, y ahora vamos a ofrecer algunos síntomas.

Soberanía
Dice Claudio Martínez Payva en su Antigua Litoralera, una recopilación que Ricardo Maldonado canta bellamente y con voz rotunda: "Federales, federalas/ no doblemos las rodillas/ ansí rieguen las cuchillas/ con un chaparrón de balas".
¿Estaban sospechando, hace ya siglo largo, que podíamos inclinarnos, y nos alentaban entonces a no aflojar?
Hemos escuchado en forma reiterada, desde los más diversos ángulos de mira, que el federalismo es en la Argentina letra muerta de la Constitución. Nosotros mismos abrevamos en esa corriente crítica de las normas incumplidas, por constitucionales que sean. Hoy queremos detenernos en un punto de vista un tanto diferente. Veamos esto: Entre Ríos tiene jurisdicción sobre la educación, nada menos. Primaria, Secundaria, Terciaria, incluso con universidad propia. Lo mismo sobre la salud, con una obra social enorme como el Iosper y una envidiable red de hospitales y centros de salud y profesionales altamente capacitados. La mayoría de las decisiones sobre salud y educación corresponden a la jurisdicción provincial.
También la provincia es autoridad en materia de seguridad, justicia, ambiente.
Dice el artículo 124 de la Constitución nacional: "Las provincias podrán crear regiones para el desarrollo económico y social y establecer órganos con facultades para el cumplimiento de sus fines y podrán también celebrar convenios internacionales en tanto no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades delegadas al Gobierno federal o el crédito público de la Nación; con conocimiento del Congreso Nacional.... Corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio".
Intereses sectoriales ponen en discusión un artículo clarísimo, tratando incluso de relativizarlo. Pero lo cierto es que ese dominio originario de las provincias sobre los recursos naturales devuelve a las provincias una autoridad notable, y una legitimidad para actuar. Y entre esos recursos están el suelo y el subsuelo, los ríos, arroyos y acuíferos, es decir: una riqueza formidable, inmensa, de los entrerrianos para envidia de los hermanos del planeta (sana envidia digamos).

Comadres
Entonces: un Estado con jurisdicción sobre salud, justicia, educación, alimentos, producción, industria, trabajo, viviendas, cultura, suelo, agua, montes, seguridad, caminos, y posibilidades de realizar convenios interprovinciales a internacionales, ¿por qué se ha convertido con las décadas en un mar de lamentos por las causas perdidas?
¿Por qué cada vez que un gobierno desde Buenos Aires necesita una ley complicada nos soborna con la billetera, al imaginarnos sedientos, enfermos de dependencia y abrazándonos como comadre en desgracia?
Hay que pelear la forma de recaudar, hay que pelear la forma de repartir, hay que pelear las políticas económicas, hay que recuperar herramientas de la soberanía provincial. Todo eso es cierto, hay que hacerlo. Ahora: en el mientras tanto y en forma paralela, ¿no tenemos aquí numerosas herramientas que no cuidamos, caminos que no transitamos, facultades que no ejercemos, atropellos que dejamos pasar como si fuéramos inválidos?
Veamos algunos ejemplos: si nuestro estado provincial es deficitario y por ese déficit y esas deudas cada vez que suena el teléfono desde la Casa Rosada temblamos como maripositas ante los Carlitos, Fernandos, Néstores, Cristinas y Mauricios, ¿entonces qué parásito nos ganó la cabeza para que estemos pagando a los jueces 200.000 pesos mensuales, si la línea de pobreza está en los 14.000 pesos? Para que un juez no sea pobre le alcanza con 15.000 pesos, es una obviedad, y como no queremos jueces pobres, es más, los queremos ricos, tenemos que pagarles... 30.000 pesos. ¿Por qué, entonces, son miles los jueces, secretarios, jubilados, etc, de la justicia que cobran más de 100.000 pesos cada mes?
Hemos escuchado a empleados de la justicia, y no solo jueces, que nos dicen en la calle y en la cara que les da vergüenza cobrar el sueldo o la jubilación que cobran. ¿Por qué no prestamos atención a esas tensiones internas de tantas personas de bien, entrerrianos de pura cepa que desean ver un equilibrio en su patria grande? Sabemos, incluso, de trabajadores judiciales que han preguntado cómo pagar el impuesto a las Ganancias porque no quieren cobrar tanto. No estamos bromeando, esto es verdad, no es un cuento para el día de los inocentes.
Ahora pasemos a los demás poderes: ¿alguien quiere que un legislador, un ministro, un secretario tengan a sus familias por debajo de la línea de la pobreza? ¡Válgame Dios!

Las guampas
Nosotros, desde esta columna, seremos los primeros en defender sus derechos. Por eso proponemos, con total justicia, que a través de una reforma constitucional se resuelvan estas iniquidades a las que están sometidos. Así, el gobernador cobrará dos o tres sueldos por encima de la pobreza, digamos: tres veces 15.000 pesos, que suman 45.000 pesos. Y de ahí para abajo, todo el mundo. (Pensamos otra cosa, pero evitamos ser tan drásticos).
No es que el Ejecutivo tenga más importancia: lo que pasa es que el gobernador es uno solo. Los demás son cuerpos, colegios, son muchos.
Si eso se discute, podríamos conceder: gobernador, legisladores, jueces: todos 30.000 pesos por mes. División de poderes, equidad, "nadie más que nadie". El techo que pague el Estado a activos o jubilados, 30.000.
Y por supuesto: no legislar con retroactividad. No estamos pidiendo a los jueces que cobran 200.000 mensuales durante décadas que devuelvan. Ellos habrán hecho sus ahorros, de modo que eso nos facilita, incluso, esta decisión tan justa y bella a la vez, compartida por todos los federales y todas las federalas, con excepción de algún par de egoístas que siempre habrá.
¿Alguien ve aquí algún viso de injusticia, cuando sabemos que la bolsa del Estado se junta con miles y miles de pobres, desocupados, que pagan impuestos cuando compran un kilo de yerba, un paquete de arroz, o encienden un foco?
Si de la bolsa del pueblo se trata, si de la plata del Estado se trata, ese es un tesoro que debiéramos cuidar como oro para que alcance a todos y queden reservas por las dudas.
Por supuesto: basta de licitaciones truchas, basta de subsidios a los ricos, basta de gastos inconducentes, basta de patria contratista. Basta de estudios jurídicos saqueando con la industria del juicio la bolsa del pueblo, es decir, al Estado. ¿O no sabemos por dónde se cuelan las monedas en Entre Ríos, al punto de convertirnos en siervos? La corrupción y el manoteo a troche y moche no nos sacan canas verdes, nos sacan guampas.

Por los "nadie"
De modo que las personas que cobran sueldos por debajo de la línea de pobreza o están desocupadas tendrán entonces una posibilidad. Ahí sí que indigencia cero. Nadie, absolutamente nadie, quedará sin comida, sin techo, sin ropa, sin hospital, sin escuela. Qué lindo.
Nuestros hermanos del altiplano dicen "khuskakipxañasataki" para referirse, en una voz antigua de ese suelo, a la necesidad de vivir sin discriminaciones, en condiciones y posibilidades parecidas, con todos incluidos, sin excepción.
Por supuesto que eso debe correr para empresarios, para todo el país, para corporaciones, obispos, profesionales, periodistas, y ni hablar de los grupos de poder, hipermercados, banqueros, exportadores, etc.. Hay una sangría de fondos que hemos tratado más de una vez, pero en esta columna nos estamos concentrando en un problema: el estado fallido de Entre Ríos y la posibilidad cierta, concreta, a la mano, de hacer uso de las facultades federales que tenemos, en vez de agachar la cabeza ante cada grito que pegue un porteño o aporteñado.
Ocurrirá, claro, lo siguiente: Fulano no querrá asumir como juez porque los 30.000 le parecerán poco. Entonces vendrá el Estado entrerriano en ejercicio pleno de sus facultades y con todo el amor heredado de viejas tradiciones, le dará la mano a Fulano en agradecimiento, y alzará apenas la voz para repetir esta bella y antigua frase: "Que pase el que sigue".
Mengano no querrá asumir como intendente, y Zutano no querrá asumir como legislador, porque los 30.000 no les alcanzan. El Estado les dará amorosamente la mano en agradecimiento para repetir: "Que pase el que sigue".
Los que no quieran trabajar por 30.000 pesos en el Estado seguramente cobran más en otra parte, entonces nos viene esta pregunta, ¿verdaderamente luchamos 500 años contra invasiones, injusticias, atropellos de toda laya, para preocuparnos porque cuatro ricos no quieran gobernarnos? ¿Tan bajo hemos caído, tan de rodillas, que tenemos que tentar a los ricos con mucho dinero para que nos "representen"?
Reforma impositiva, sí. Reclamos al Estado central, sí. Que pongan más los que más tienen, sí. Todo eso. Y también: 30.000 de techo. Lo mismo para médicos, arquitectos, todo el que desee trabajar para el Estado provincial. Nadie debe cobrar poco, y nadie mucho.
Claro, ¿y los derechos adquiridos? Se reforman las constituciones y listo.
¿Acaso los jueces son más honestos cuando cobran 150.000 pesos, que si cobran 30.000? ¿Quién inventó y sembró con tanta eficacia esa mentira, que sigue engañando a multitudes? Es exactamente lo contrario. Los jueces que cobran de 150.000 para arriba entran en un mundillo de ricos, con viajes de ricos, con inversiones de ricos, sus temas son los de esa clase social, lo mismo que sus relaciones.

Romper y romper
En Entre Ríos el Estado está endeudado y con déficit, el 30% de la población es pobre, el 50% de los niños son pobres, dentro de ellos hay una masa de indigentes, y eso sin contar los miles que se marchan cada año porque no hay oportunidades de trabajo. Por eso los gobernantes exigen a sus legisladores que les voten las leyes a Buenos Aires para sobrevivir. El estado de cosas rompe el federalismo, rompe la república y rompe la democracia. No lo decimos solo nosotros: políticos de los más diversos partidos y los analistas y demás estudiosos han denunciado esto muchas veces. Nosotros escuchamos y repetimos. Entonces, ¿qué parte del diagnóstico de situación nos estamos perdiendo, para que por fin nos animemos a cuidar el tesoro del Estado, a cauterizar los vasos, detener esta hemorragia, y hacer que los fondos del pueblo lleguen a los pobres?
¿Cómo podemos aceptar que los mismos sindicalistas que dicen defender a los jubilados porque cobran 7.000 pesos se autoadjudiquen un sueldo de 150.000 pesos en la obra social de los entrerrianos, el Iosper? ¿Hasta qué punto estarán dispuestos a tomarnos el pelo, manoteando entre un puñadito de directores y entenados más de 15 millones de pesos al año, cuando tantas veces la obra social no tiene ni para medicamentos?
Con la norma que proponemos, si el gobernador cobra 45, supongamos, un director del Iosper cobrará lo que un legislador o un docente: 30.000, y que dé las gracias, porque un peso más y le estará quitando las curitas a un chico.

Igualar para arriba
Igualar para arriba es una entusiasta consigna, tan vieja como mentirosa. Ya llevamos décadas así, y todo nos hace pensar que el cuentito es eterno. En los empleados del Estado (incluidos legisladores, jueces, ministros) ocurre como en el cuento del vaso lleno que desborda en el neoliberalismo. ¡Minga va a desbordar!
Mientras "igualamos para arriba", cada tanto tenemos nuevas crisis, nuevos enfrentamientos en las calles, más muertos inocentes, y vuelve la "normalidad" con pobres más pobres, ricos más ricos, sueldos estrafalarios e indigentes hambrientos, hasta la próxima sangría.
Para el que diga que no es justo dar salarios con equilibrio sin tocar otros sectores, empezaremos por la fuente de trabajo extraordinaria que conseguiremos apenas podamos ver la obscenidad de esas estancias de 30.000 y 50.000 hectáreas que la Constitución permite a unos pocos, mientras el resto es desterrado o se debate en la indigencia o el hacinamiento. ¿Por qué podemos declarar de utilidad pública un espacio para construir una ruta, y no lo hacemos con una estancia para dar trabajo? Basta con declarar el arraigo y el trabajo en estado de crisis, es decir, aceptar los datos objetivos, para obrar en consecuencia.
Con una emergencia de dos gestiones, reforma constitucional de por medio, empezaremos a revisar los números. Entonces sí, las exigencias de la Casa Rosada serán respondidas con federalismo, república, autonomía, libertad de conciencia. La fortaleza nos permitirá encarar otros asuntos que tenemos en agenda y siempre dejamos para después porque estamos llorando los déficit, las deudas, el no va'ndar.
¿No es esta una linda manera de soñar el Año Nuevo?
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