El 7 de noviembre de 1986 sucedió en Rosario el hecho que motivaría el disco más oscuro, desgarrador e iracundo de Fito Páez. Se trata de “Ciudad de pobres corazones” una obra en la que el músico expresa su estado de ánimo luego de que su abuela y tía abuela fueran asesinadas en su casa, para él eran sus madres, dado que era huérfano desde antes del año de edad.
Rosario: Ciudad de Pobres Corazones
Por Valeria Girard
El asesinato se caracterizó por sus ribetes macabros, ya que el autor, Walter De Giusti, había sido compañero de escuela del ídolo rosarino y se supone que conocía la intimidad de la familia.
Lo extraño del caso es que De Giusti (23), que actuaba en complicidad con su hermano de 18 años, venía de cometer un doble homicidio de similares características tan sólo 6 días antes, el 31 de octubre, y –para dar un toque aún más surrealista a la historia- dos meses más tarde, se alistó como agente de policía.
El nefasto raid criminal de los hermanos asesinos comenzó matando a Ángela Cristofanetti de Barroso, de 86 años, y a su hija adoptiva Noemí, de 31; luego de ingresar a la vivienda haciéndose pasar por trabajadores de plomería. Menos de una semana después, hacen lo propio con Belia Delia Zulema Ramírez viuda de Páez, de 76 años, abuela paterna de Fito, Josefa Páez, de 80 años, su tía abuela paterna, y Fermina Godoy, de 33 años, quien se desempeñaba en tareas domésticas y estaba embarazada.
“El mundo está mal hecho. Hoy me tocó a mí, hace cinco años le tocó a John Lennon. En este momento estoy aturdido, desamparado. Mataron al amor de mi vida, mi abuela”, dijo el cantante.
Los cinco crímenes no habrían podido esclarecerse de no ser por el testimonio de la novia de Walter De Giusti quien lucía un collar propiedad de la abuela de Páez y declaró ante un agente encubierto el autor del regalo. Luego de ser condenado, el asesino transitó un derrotero penitenciario que comenzó en Coronda y terminó en prisión domiciliaria.
Al principio ni siquiera fue exonerado, apenas se le confinó a retiro obligatorio cobrando el 70% de su salario, según crónicas de la época y, luego de conmutaciones de penas y reducciones, tras haberse infectado de VIH, logró el beneficio de la domiciliaria, habiendo acreditado una ceguera avanzada. No obstante, el juez que lo había condenado, ya jubilado, constató por sus propios medios que el asesino, frecuentaba un bar tradicional de Rosario diariamente y varios testigos lo vieron conduciendo un auto, a pesar de la diagnosticada falta de visión. Fueron los últimos instantes de De Giusti fuera de prisión, ya que fue nuevamente recluido y, esta vez sí, por decreto del gobierno provincial, exonerado de la fuerza policial. Pero aquella “ciudad de pobres corazones” ¿habrá quedado en el pasado?
Durante la primera semana de septiembre de 2021, se produjeron en la “Chicago argentina” la friolera de seis asesinatos en menos de 24 horas. En un enrarecido clima de pases de facturas narco, sicarios, menores de edad en balaceras y cruces de acusaciones entre políticos, dirigentes y autoridades policiales, Rosario parece desangrarse entre las ascuas de las detonaciones.
La tasa de homicidios cada 100.000 habitantes, única forma de hacer comparables las cifras entre ciudades, asciende a 16,42, contra un 4, 03 de CABA, números que –aunque parezcan bajos- resultan igualmente intolerables, sobre todo si se tienen en cuenta la progresión de las Villa 21-24 y Zabaleta del sur porteño, en donde las muertes violentas aumentaron un 90% entre 2019 y 2021.
Pero más que una cuestión estadística, la situación se muestra aterradora, más aún teniendo en cuenta la realidad mexicana teñida de la sangre que salpican disputas del mismo tenor. El país azteca no parece un espejo en el que quisiéramos mirarnos, vive una situación que parece salida de control, con diversas organizaciones policiales (nacionales, estaduales y municipales) actuando en paralelo, a las que suelen sumarse grupos parapoliciales. Del otro lado, verdaderos ejércitos de sicarios, equipados con arsenales bélicos suelen prodigar titulares de muerte a diario con innumerables asesinatos, muchos de ellos, a periodistas que encuentran trágicos destinos por la simple intención de decir la verdad.
Si siguen prevaleciendo los “pobres corazones” más que “Rosario siempre estuvo cerca”, podríamos decir “México está muy cerca”.