En fin. Cada uno hace con su dinero lo que quiere, pero a veces habría que hacer un ejercicio de conciencia. Que la diversión sea en base a creatividad y no que el chasqui boom cope la parada, que la familia –por ejemplo- se reúna a planificar otro tipo de festejo luego de la medianoche: pueden ser desde obras de teatro que rescaten el árbol genealógico hasta el remanido karaoke que nos lleva al centro de la escena por más que desafinemos. Y en este sano ejercicio incluyo el caso de los niños con autismo: pocos saben –también lo desconocía- que por su condición tienen una mayor sensibilidad al sonido estridente de la pirotecnia, por ende, hacen que sufran demasiado con el alarido de bombas y "tres tiros". Y ya que estamos los invito a hacer otro ejercicio, que consiste en calcular en qué se podrían utilizar esos 400 pesos, en vez de gastarlos en pirotecnia.
Lejos se está de poder cubrir con ese dinero una surtida canasta navideña, pero haciendo números se podría acceder al siguiente combo: en una granja de barrio el kilo de asado se vende a 120 pesos, por lo tanto se podría comprar un kilo de ese corte, sumarle un pan dulce, una lata de durazno, una sidra, turrón, garrapiñada y si alcanza, una gaseosa grande. Empecemos a cambiar de mentalidad. No tiren la plata en "cohetes".
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