Por más que se busquen eufemismos para la división cada vez más fuerte que se da en la Argentina, un clima que se parece mucho al antiperonismo crece de forma agigantada con el show de presos que Cambiemos le ofrece a la platea en horario central.
Ojo por ojo en un país tuerto
20 de noviembre 2017 · 13:58hs
Nada está librado al azar, y más que una estrategia de marketing, el oficialismo le apunta a la oposición con una política de destrucción total.
Solo sobrevivirán aquellos que capitulen de forma incondicional.
"A los amigos, todo; al enemigo, ni justicia". Paradójicamente, aquellas palabras de Perón cuando le ponía sello propio a las citas de Mao, cobran total literalidad hoy en manos de quienes buscan desterrar al peronismo del menú de opciones de los votantes. Ya no es necesario quemar los bustos ni prohibir el movimiento. Hoy alcanza con un celular que "casualmente" graba a los referentes opositores esposados, con chaleco y casco, o en las celdas donde han sido recluidos. El mensaje es claro: Esto le espera a todos aquellos que están sospechados de corrupción. Hoy alcanza con "sospechados", porque para muchos de ellos todavía no hubo juicio ni sentencia. A esa te la debo.
Pero eso no es lo importante. Pocos pondrían las manos en el fuego por los "presos". El verdadero objetivo es mostrar que cualquier cosa que esté relacionada con el peronismo está sospechada de corrupción. Y ahí aparece un problema serio para la sociedad. En la Argentina hay peronistas.
Por más que las elecciones hayan sido contundentemente amarillas, hay peronistas que no tienen nada que ver con Boudou, De Vido, López o Baez.
Y muchos de esos peronistas no claudicarán sus banderas por más desfile de chalecos antibala que le pongan en horario prime time de la televisión.
Esta aniquilación política mediática tiene su espejo en la sociedad, y hay que tener cuidado, porque esto se le puede escapar de las manos a Durán Barba y su elenco. El aire de revancha de los ciudadanos comunes que sienten que al fin se dio vuelta la torta después de haber aguantado 12 años de kirchnerismo, se agarra del desfile de presos y se lo tira por la cara a cualquier peronista que encuentra por la calle, con la televisión como única prueba.
"Hacen leña del árbol caído", afirman. ¿Y qué otra cosa se puede hacer con un árbol caído? Golpeados por todos lados, muchos peronistas se sienten atacados, en una encerrona, y reaccionan como si ellos mismos estuvieran ocultando bolsos con millones de dólares en sus casas. No saben bien como defenderse. Trabajan desde las seis de la mañana, no les alcanza la plata, hacen malabarismos para llegar a fin de mes, y resulta que muchos son puestos en una posición donde ser peronista es defender la corrupción.
Claro que el peronismo no es inocente en todo esto. Pensar que no habría vuelto después de 12 años de ser parte del enfrentamiento, no le cabe a muchos personajes que hoy llorisquean por los rincones olvidando su paso por el poder. El desahogo y la revancha también han sido parte de su historia, y peor aún, de su historia interna.
Pero la reacción a la encerrona, la humillación, a la falta de Justicia real, a la lapidación mediática que se hace hoy a todo lo que tenga un sesgo peronista, puede ser peligrosa. El peronismo no es cualquier partido. La historia lo demuestra. Podrá ser herbívoro, pero no deja de ser un león. Y si hay alguien parado en el único lugar por el que puede salir del encierro, el choque será inevitable.
Cambiemos baja línea con una sonrisa y mensajes esperanzadores llenos de amor, pero en política trasunta algo que se parece demasiado a la venganza.
En la Argentina nada de esto es menor. Porque aún en el piso, los pisoteados de hoy mascullan revancha en algún futuro.
El país ya está tuerto, y acá se sigue jugando al ojo por ojo.