En materia política, las mayorías mandan, ganan elecciones y suman poder, a las minorías no les queda otra que aguantar y seguir luchando para tratar de revertir la situación. Claro que para dar vuelta el escenario hay que reconocer errores y no volver a cometerlos, hay que reinventarse de ser necesario, y por sobre todas las cosas, conocer lo que quiere la gente.
Ni kukas ni globoludos
24 de octubre 2018 · 00:07hs
Entender esto fue la base de Cambiemos para ganar las elecciones generales y sostener su electorado en las legislativas del año pasado.
Conocer lo que quiere la gente no es tarea sencilla. Al Gobierno le demanda sondeos constantes de la opinión pública. Hay encuestas, focus group, trolls, y todo lo que sea necesario para ir acomodando el rumbo. Hay decisiones que parecen incomprensibles, pero se sostienen durante días en los medios para ocupar así la atención sobre algo que no es lo realmente importante. Después retroceden y vuelven a empezar. Hasta ahora ha funcionado.
Pero ahora, después de tres años de gobierno propio y con varias expectativas destrozadas por la realidad, ya no resulta tan sencillo saber "qué" es lo que quiere la gente.
Ya no se puede hacer pie sobre globos amarillos, alegría, "sí se puede", y la felicidad por decreto.
Una salida menos complicada ante este nuevo escenario parece ser conocer a fondo qué es lo que NO quiere la gente. Y creen saber por dónde ir. Hacen base en el gobierno anterior, mostrando día y noche un desfile de presos, arrepentidos, valijas y cuadernos que pretenden dejar a la población en medio de una sola disyuntiva: darle otra oportunidad a Cambiemos o el retorno de todo lo que fue el gobierno anterior.
El tema acá es que hay una gran avenida en el medio donde están aquellos verdaderamente arrepentidos de su voto amarillo, pero no quieren, por nada del mundo, muchísimas cosas del pasado.
El desafío estará en elaborar una alternativa que permita sumar a todos aquellos que tienen ganas de encolumnarse en un proyecto y votar sin que los caratulen de kukas ni globoludos. Una válvula de escape que licúe las vergüenzas y las culpas ajenas.
Es así que aparecieron los radicales que ahora tratan de diferenciarse de los que forman parte del gobierno, los peronistas que dicen no tener nada que ver con la década kirchnerista y los Cambiemos que serían mejores gobernantes que los actuales.
No queda mucho tiempo para el armado de un candidato "diferente".
Los desaciertos económicos del gobierno nacional han hecho creer a muchos opositores que la indignación de la gente bastará para volcar hacia ellos los votos indignados. Tienen todas las fichas puestas en el voto castigo.
La gente de Durán Barba, por su parte, sostiene adversarios en el escenario para que la gente vea lo que puede volver, sin percatarse que la gente está tratando de sobrevivir al gobierno actual.
La opción entre los muy malos y los peores ha hecho de la política un circo que se debate en paneles de televisión en horario central.
La base de las campañas presidenciales de todos los partidos es instalar el candidato a través de los medios nacionales. Por lo tanto, la aparición de un "candidato diferente", estará supeditada también a esta necesidad. Ergo, no será "tan" diferente. Pero con que no se identifique tanto con los otros bastará.
Si esto no sucede (lo cual es muy probable), habrá que volver a elegir entre unos y otros.
Un brete hecho a propósito, generado desde el gobierno y aceptado por gran parte de la oposición, donde ninguno de los dos contendientes quiere dar lugar a un tercero y donde los dos, ganando o perdiendo las elecciones, terminarán ocupando cargos, sólo es una cuestión de ubicación.
Es una encerrona de la que no será fácil salir, y donde el descreimiento generalizado, la falta de expectativas y las urgencias del presente se llevan gran parte de la energía de los argentinos comunes y corrientes. También de esto se aprovechan.
Han reducido la política a fomentar los fanatismos, sin importar las consecuencias.
Ya está más que comprobado que el futuro del país es lo de menos.