Mi vieja, que anda por los 80 y tantos, cuenta siempre la historia de la familia. De cómo llegaron sus padres cuando el siglo XX llevaba caminando sus primeros años. Corridos por las guerras y miserias italianas y europeas, pisaron estas tierras para formar su familia y las que lo sucederían a lo largo de años. Una historia similar a la de millones de argentinos, descendientes de los barcos, como cantaba Litto Nebbia.
Miradas: "Todos somos extranjeros"
"Hoy, penosamente, se instala un absurdo rechazo a que los extranjeros sean atendidos en nuestros hospitales. Porque la figura de los bolivianos es la punta de lanza para todo el resto".
Por Gerardo Iglesias
4 de marzo 2018 · 23:12hs
Hasta el padre del actual Presidente tiene una historia similar.
Y el país los recibió de la misma manera que lo hizo con uruguayos, brasileños, paraguayos, bolivianos, chilenos, europeos. Todos, sin importar país, procedencia, color, ideas. Nada. Llegaron, se afincaron, crecieron, trabajaron y dejaron semillas por toda la Argentina.
Hoy, penosamente, se instala un absurdo rechazo a que los extranjeros sean atendidos en nuestros hospitales. Porque la figura de los bolivianos es la punta de lanza para todo el resto.
El Gobierno, repleto de "europeos y rubios", decidió tirar graciosamente a la basura una tradición de hermandad, de solidaridad con el resto del mundo. Y más penoso aún, mostrar un costado inhumano porque eso significa privar de un derecho universal a los semejantes.
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Logró instalar que debería cobrarse en los hospitales a los extranjeros, como Bolivia. El gobierno de Evo Morales, rápidamente, desmanteló la opereta, desmintiendo las acusaciones que llegaban desde la "europea" Casa Rosada. Pero más allá de esto, lo más preocupante es que la propia conducción actual del país y sus satélites repetidores en las redes sociales y alcahuetes varios de turno, se pasaron la Constitución por donde se dice que no llega el sol. Tan sabia, liberal (en el buen sentido) y universal, muestra el camino para semejante atropello humanístico.
La Constitución dice en su artículo 20: "Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República".
Hace más de 100 años, otras gentes supieron abrir los brazos para recibir a todos en nuestras tierras, brazos que se convierten hoy en puños cerrados para quienes quieran llegar en estos tiempos. Porque con esa postura han promovido ataques xenófobos en distintos puntos del país, sin mencionar la basura que se barre en las redes sociales, con los guapos de teclado o los famosos trolls bancados por los pícaros de siempre.
Ya es hora de despejar la mugre, de sacar la mencionada basura afuera, dejarla en evidencia. Correrles el velo de armar una movida fascista bajo el manto de "cobrarle a los extranjeros". Porque detrás de ello vendrán otras cosas, se perderán otros derechos que tantas luchas populares lograron a través de la historia. Nada es inocente en todas las movidas que llevan adelante desde el macrismo. Son claros retrocesos en el campo popular que parecen no tener fin, que suman ya una larga lista, que no son un retroceso invisible como el crecimiento que marcó el Presidente. Son retrocesos palpables, sufridos, cotidianos, que castigan a los que menos tienen. Siempre a los que menos tienen, y estos, y acá estamos todos seguros, son mayoría argentinos.
Por eso, también deben recordar lo escrito por esas otras gentes, abiertas de mente y espíritu, en el nacimiento del país, en nuestra Constitución nacional: "Artículo 16- La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: No hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas".