El gorrión en el hombro de un muchacho policía que mastica una galletita, y ese policía sacando la lengua a un costado para que el pajarito picotee las miguitas, es la imagen más pura de una Entre Ríos soñada. Arte sin mediaciones ni medidas, nos sorprende y nos deja meditando en la condición humana y nuestra relación con el resto de la biodiversidad.
Las enseñanzas de un policía y un gorrión
Las niñas y los niños de la escuela mirando esa escena concentran en dos minutos un año de clases. Dar, convidar, escuchar, compartir, qué bellos verbos para ensayar conjugaciones.
16 de marzo 2019 · 23:48hs
Las niñas y los niños de la escuela mirando esa escena concentran en dos minutos un año de clases. Dar, convidar, escuchar, compartir, qué bellos verbos para ensayar conjugaciones.
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Si la función de un policía es la prevención, la seguridad, el cuidado de las personas, este muchacho policía nos ha dado cátedra, porque el ser humano no está solo en el mundo, nadie puede cuidar a las mujeres, a los hombres, a los niños, a los ancianos, si los saca de su contexto. El árbol, el pájaro, el río, son miembros de esta sociedad, y su estado de salud hace a nuestra salud. El muchacho policía ha sabido romper compartimentos estancos.
¿Qué nos dice el policía, sin querer queriendo como diría el Chavo del 8? Que si nos mostramos tan solícitos ante la demanda del más pequeño, del que pocos ven, del que diríamos en un escalón inferior, es porque estamos atentos a todo y a todos.
El policía del gorrión es el más atento, nada le pasa inadvertido, ni el pájaro. Tiene visión periférica envidiable y sabe dónde está lo importante y dónde lo accesorio. Qué lección nos da.
La burocracia estatal lo reprendió, como es lógico: una persona atenta no encaja en la burocracia. El que mejor afina, desentona ante los que sufrimos de anteojeras, los que no vemos el conjunto, los que nos ponemos límites como si la organización fuera equivalente al encierro.
¿Qué queremos nosotros de nuestro territorio? Queremos que una vida serena y solidaria se exprese en la bandera del policía sacando la lengua para mimar a un pajarito.
Eso nos hace buenos, nos baja el copete del antropocentrismo, nos llama a cuidarnos mutuamente, a preguntar qué necesitamos, a dar lo poco que tenemos, y en bandeja.
El policía le dio al gorrión una galletita previamente masticada para hacerle más fácil la vida, el gorrión le pagó al policía con sus alas.
Eso llaman jopói, en guaraní: manos abiertas mutuamente. Es un intercambio donde todos ganamos. Y si le sumamos a esa escena el ojo del camarógrafo, chica o muchacho, que supo ver y avisarnos, y la pintura realizada en la pared por otro vecino nuestro, con el pajarito en el hombro del uniformado, entonces podemos celebrar esta jornada porque, fuera de las formalidades y las normas, la vida se manifiesta. Y qué lindo, que el uniforme sea la apariencia nomás, si la uniformidad en el fondo nos confina.
Hay momentos en que arriesgamos el nombre, arriesgamos el salario, arriesgamos la vida. Y hay momentos para celebrar el encuentro y disfrutar la gracia de la espontaneidad, rompiendo el aburrimiento. Eso es el equilibrio.
Existen, es cierto, algunos policías de gatillo fácil, expresiones del apuro moderno y la indolencia. Y hay también policías valientes, como los hay poetas. Comentan que el joven está en seguridad bancaria, de modo que allí se necesita sin dudas personas muy bien adiestradas y con capacidad de respuesta rápida, para protegernos de los que fundan bancos.
El mejor de todos los cuidados se llama amor, eso nos han dicho el policía y el gorrión.
Los policías suelen tener buen ojo y mejor letra. Que lo diga el sargento Fray Mocho, que lo diga el oficial Linares Cardozo. ¿Cómo se llama este muchacho que ha escrito su relato vivo con el gorrión? No sabemos, pero no importa el nombre, ni Mocho fue Mocho ni Cardozo, Cardozo, y vaya si comprendieron al hombre, a la mujer, al pájaro, al paisaje.
¿Acaso tiene un nombre este gorrión de Paraná, protagonista por dos minutos? Mejor así, sin nombre, entonces nos hacemos la ilusión de que ha sido nuestra comunidad, que ese día fuimos todos un poco policía atento y un poco rebelde gorrión. "Siempre sobra una ilusión que mata la soledad, hay tacuaritas que anidan en las taperas", canta el oficial Linares.