Últimamente una denuncia pública basta para que a una persona la declaren culpable (la repudiable condena mediática), más allá de lo que luego dictamine un juez, una vez que haya culminado su investigación.
Las condenas mediáticas
27 de noviembre 2017 · 09:34hs
Los medios denuncian (y muchas veces inducen al lector a arribar a un veredicto condenatorio) y en las redes sociales se condena, indefectiblemente. Si tiempo después el juez absolvió, es un corrupto, y si condenó es bueno. La maniquea dicotomía depende del "humor social", eso que alguna vez, tal vez con más propiedad, se denominó "opinión pública".
Aquellos estados se potencian, podríamos decir "se crispan" (verbo que dejó de estar en el léxico de la mitad de los argentinos) si el imputado es un militante político. Así, el artículo 18 de nuestra Constitución nacional desaparece por completo, se transforma en letra muerta. Ese artículo de la carta magna sostiene: "Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo, fundado en ley anterior al hecho del proceso...".
Hace poco tiempo UNO publicó una nota sobre el suplicio que tuvo que vivir una nena por un conflicto entre adultos: papá, mamá y padrastro. En el texto se explicó que la denuncia por el presunto delito de abuso sexual que formuló el padre de la menor no tenía fundamentos, que se trató de un conflicto motivado, principalmente, por el pago de la cuota alimentaria.
Las pruebas objetivas, tanto médicas como de los equipos técnicos en Psicología, demostraron que no existió abuso, aún más, sostuvieron que posiblemente existió manipulación de la niña. Sin embargo, en las redes sociales cuestionaban a los jueces y fiscales que dejaron en libertad al hombre, que era inocente ¡Una cosa de locos! Una mujer se encargó en el Facebook de UNO de agraviar a la persona absuelta y de atacar a los jueces por la medida.
Otros lectores, más atentos, le pidieron que leyera la nota antes de opinar, pero la mujer siguió con su postura y otros lectores se sumaron en su apoyo.
No es bueno que un grupo de personas, escudadas en el anonimato que ofrecen los foros, opinen sin más fundamento que su propio prejuicio, "arreando" a otras personas a sostener opiniones desajustadas de los hechos y de la realidad. No es bueno que esto suceda porque nos daña un poco a todos.
Si bien los tiempos de los medios de comunicación no son los mismos que los de la Justicia (una nueva grieta se consolida en el suelo de la Patria), la ciudadanía tiene que saber que los únicos que pueden condenar son los jueces.
El Poder Judicial ha hecho mucho para que todos descrean (descreamos) de su imparcialidad y transparencia, pero el periodismo ha hecho mucho también para que la sociedad piense así, porque de ese modo los medios logran su cometido, en especial las grandes empresas comunicacionales que están llenas de intereses.
Otra grieta (me aburre hablar de grita, pero como todos utilizan el término lo sumo) que divide aguas en suelo judicial desde hace tiempo refiere a las diferencias entre garantistas y partidarios de la mano dura. A modo de autocrítica, desde el periodismo se debe reconocer que se ha abonado con mucho "fertilizante", la última posición, en especial desde Buenos Aires. Sobran periodistas que dicen "Zaffaroni esto, Zaffaroni aquello" y jamás en su vida leyeron un libro sobre el exministro de la Corte Suprema para entender su modo de ver el Derecho Penal.
Para salvar aquella brecha, es imperioso recordar que la Constitución nacional garantiza el principio de inocencia, citado al comienzo de esta columna. Pero más urgente aún es pensar aquel principio como un estado que solo puede ser conmovido por pruebas (no por constelaciones de indicios) que no dejen lugar a dudas respecto de la autoría de una persona investigada, y de las sentencias emitidas por tribunales idóneos tras recorrer todas las instancias que las normas prescriben. Quedará para otra columna el desempeño de los tribunales del Juicio por Jurado.