Una Justicia justa ya habría castigado con clausura el local donde sucedieron los hechos. El motivo: haber permitido el ingreso de menores, que además consumen alcohol. Y de paso sientan un precedente atento que es vox populi que los chicos de Secundaria van de boliche en boliche sin problemas, en general con cédulas truchas. Nada de eso parece que vaya a pasar. En la edición digital de este diario se informó ayer que las autoridades prevén reunir a los empresarios para recordarles que dejar ingresar menores constituye un delito; como si no lo supieran ya. La noticia indica que "tanto desde el Ministerio Público de la Defensa, como de la Fiscalía de Violencia de Género decidieron tomar varias medidas con respecto a los show en boliches donde se estila que las jóvenes deban desnudarse para hacerse acreedoras a bebidas alcohólicas. Mientras se trata de establecer si se está frente a un delito, se resolvió convocar a padres, empresarios nocturnos, autoridades municipales y de la Policía para ajustar varios puntos sobre la actividad en los pubs". En el mejor de los casos corren desde atrás. Con que apliquen la ley basta y sobra.
Capítulo aparte es el caso del animador, el que instó al suceso de marras, un joven presentado solo con su nombre de pila, Facundo, para preservarlo de mayores sinsabores. En el video que se viralizó por imperio de la necesidad de alimentar el morbo se lo ve invitando a la menor a que muestre algo más si quería tomar un trago de vino espumante. Vaya por cuenta de ella la decisión de hacer tal o cual cosa, pero no cabe la misma regla para el promotor, a menos que acredite no haber sabido que la eventual bailarina era menor de edad. Ahí radica todo el meollo del asunto: la edad. Y la sanción debe ir hacia los que permiten que los chicos salgan de boliche cuando las leyes lo prohíben. Lo demás es una paparruchada; que en rigor y a juzgar por las mediciones en Internet, generó más interés que las inundaciones, la suba del boleto de colectivo y las novedades del clásico del sábado por la Copa Libertadores. Una señal de que la doble moral pierde espacios ante la madurez cívica se verá cuando esta clase de contenidos dejen de generar interés. Porque, sépanlo, en las redes todo se calcula: quiénes entraron a ver tal o cual cosa, cuántas veces cada uno y el tiempo de permanencia en el sitio. En definitiva, la misma Internet que alimenta el morbo puede servir para aniquilarlo.