Más allá de la definición que puede elaborarse de lo que es una causa nacional, y que en algunos casos calificar como tal a determinadas cuestiones pueda resultar excesivo; existen situaciones en las que los argentinos deberíamos –natural y saludablemente– estar de acuerdo.
Incorregibles en redes sociales
Puntualmente me refiero a la postura ante la búsqueda –infructuosa hasta ahora– del submarino ARA San Juan extraviado, respecto de la cual se supone que deberíamos tener enormes coincidencias. ¿Quién puede no querer que se encuentre la nave y a su tripulación con vida? ¿Por qué alguien querría otro final para esta historia?
Sin embargo me asalta la duda cuando observo cómo circulan profusamente en las redes sociales publicaciones que señalan cosas tan extrañas al sentido común, como decir que debemos compartir un posteo expresando nuestro deseo de que se encuentre el ARA San Juan porque allí hay héroes que tienen que ser más recordados que el "delincuente" de Santiago Maldonado.
El razonamiento es tan extraviado, la asociación tan forzada, que poco hay que explicar al respecto. Sirve remarcar igual que el reclamo por la aparición del artesano era más fuerte en cuanto expresaba el rechazo al delito de desaparición forzada de persona. Y si finalmente se supiera que ese delito no se configuró, igualmente no habrá sido en vano manifestar esa postura, intrínsecamente vinculada a los valores de la democracia.
No hace falta decir que muchos argentinos aguardamos esperanzados que Santiago Maldonado apareciera vivo; y pasado el tiempo, que al menos apareciera su cadáver para que su familia tuviera a dónde llevarle una flor. Los mismos que esperamos que aparezcan con vida los tripulantes del submarino. Antes que mártires quisiera ver siempre padres, hermanos, novios, madres que llegan felices a viejos.
La esperanza de hallar a Maldonado no era kirchnerista, del mismo modo que el deseo de hallar al submarino no es macrista. Estoy tan seguro de eso, y de que la mayoría pensamos lo mismo, que me siento un imbécil escribiendo lo que suena obvio.
Tan obvio también como señalar que es lógico sentir molestia si uno entiende que un dirigente o un sector político se embandera con una causa sensible para obtener beneficio electoral. Pero para "castigar" eso están las urnas. No hace falta ensuciar la memoria del muerto, ni ofender a su familia, ni involucrar a los tripulantes del ARA San Juan, ni empañar las expectativas de sus familiares con sórdidas especulaciones; salvo que el deseo de algunos sea sacar el tema del centro de la consideración de la sociedad.
Hace poco más de dos semanas asesinaron a una nena de 12 años en La Plata, de un tiro en la cabeza, cuando volvía a su casa con sus padres, frente a ellos. Es difícil imaginar una situación tan dolorosa. Sin embargo también hubo posteos desafiando a que salieran a reclamar justicia por el asesinato de Abril Bogado los que antes habían reclamado por la aparición de Maldonado, como si la tragedia tuviera color político; o si el asesino hubiera actuado en función de su filiación o simpatía política
No somos ingenuos, insisto. Nos damos cuenta cuando se intenta utilizar electoralmente un hecho, eso es tan viejo como la humanidad. También cuando se trata de sobredimensionar un hecho para tapar otro que resulta inconveniente. No estoy descubriendo nada con esto. Lo que me sorprende es cómo resultamos (como sociedad) incorregibles a la hora de buscar una dualidad de opiniones que tal vez no existe, al menos de manera considerable, pero cuya supuesta existencia sirve para canalizar odios e intereses miserables.
Claro que hacerlo a través de las redes sociales, a veces desde el anonimato, resulta también más sencillo. Pero nuestras conversaciones cara a cara se nutren cada vez más de lo que haya dando vueltas en las redes. Y si no es así, tal vez prefiero eso, en vez de suponer que adherimos lisa y llanamente a razonamientos ominosos.