Tras el dramático cierre de listas que vivimos hace casi un mes en el que -admitámoslo- más de uno quedó con un semblante de sorpresa, ahora las y los ciudadanos tenemos una importante y extremadamente necesaria herramienta: certeza, lo que nos permite dejar de preguntarnos quién estará o no en las boletas el domingo 13 de agosto y centrarnos en la decisión que importa: cuál de todos los “patos” que decidieron sumarse a la ronda tendrá la suerte de pasar a la siguiente y estar más cerca de ser el “ñato”.
Elecciones 2023: jugando al 'pato ñato'
Por Fedra Venturini
Si usted, estimado lector o lectora, tiene la fortuna de recordar el entrañable juego de la infancia sabrá que ser elegido “ñato” conlleva una responsabilidad y un desafío: correr tan rápido como se pueda para evitar quedarse sin el lugar. Eso se hace con estrategia, una mente despierta y, por qué no, un poco de viveza. Para quienes aspiran a los cargos a los que se postulan esto significa darse a conocer entre la ciudadanía, presentar propuestas, saber jugar correctamente las cartas y, al fin y al cabo, esperar que se confíe en ellos.
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Pero he aquí el quid de la cuestión: ninguna opción entre la “amplia” variedad de candidatos y candidatas que se muestran sonrientes, impolutos y con dientes perfectos en los spots, posters y videos que circulan en las redes sociales tiene en gran medida la absoluta confianza de quienes tenemos la obligación u opción de votar. Es hora de confesarlo: tristemente las y los argentinos nos sentimos traicionados por los últimos gobiernos en mayor o menor medida y resulta complejo para las y los votantes depositar confianza en las urnas una vez más. Esto resulta entre paradójico y triste, teniendo en cuenta que este año electoral cuenta con la carga simbólica de ser el 40° aniversario del retorno a la democracia. Sin embargo muchos nos imaginamos ingresando al cuarto oscuro frente a las distintas boletas, pero saliendo con un sobre vacío y las esperanzas por el piso, pues las conciencias no permiten elegir a nadie para representarnos, pues las alternativas disponibles no tienen la confianza de que cumplirán lo que prometen a los cuatro vientos.
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Aquí tenemos otra arista interesante: desde que comencé a participar en las elecciones, en 2015, escucho mucho frecuentemente la expresión “mal menor” en referencia a la clase política utilizada de la siguiente manera: “Fulanito es malo, pero Menganito es peor”, ¿desde cuándo los argentinos debemos tomar una decisión tan importante basada en este lamentable parámetro? ¿Algún candidato o candidata se ha puesto a pensar que una importante porción de la población piensa de este modo? ¿Nadie ve como un problema que se use esta frase de forma liviana con una gran cantidad de nombres?
Se supone que votar consiste en pensar lo mejor para el país desde una perspectiva colectiva, no con el objetivo de vengarnos o que sea una ruleta rusa y que ojalá no entremos en una crisis social, económica y política como la que estamos transitando. Justamente por este motivo es que mi conciencia no me permite, de momento, salir del cuarto oscuro con una boleta dentro del sobre. No quiero que al país y a nuestra gente se le tome el pelo de nuevo, porque nos merecemos más y mejor, pero las cosas son como son y ya no sirve de nada lamentarse.
Es hora de que veamos esta gran ronda de candidatos y pensemos a conciencia nuestra decisión, de forma seria, responsable e insisto: con una mentalidad colectiva.
Alguna vez escuché que las PASO son una señal sobre quienes tienen la posibilidad de ser protagonistas en el momento más álgido electoralmente: octubre. Pensemos en quienes tienen oportunidades reales, qué propuestas son realistas, qué promesas es probable que queden solo en eso, y -muy importante- revisar exhaustivamente el historial de ese candidato que golpea nuestra puerta. Al final del día, es eso: confiar en el ñato y aunque hoy en día la gran preocupación es llegar a fin de mes con las deudas pagas y la heladera medianamente cubierta, es necesario votar con total conocimiento de nuestra decisión. Inició la cuenta regresiva, es hora de jugar.