Sabido es que cruzar la calle para el peatón requiere la atención necesaria para evitar ser colisionado. Hay arterias donde los vehículos desarrollan gran velocidad, ya sea por falta de semaforización o directamente porque el conductor del vehículo quiere llegar a la luz verde del semáforo como sea. En ese lapso de "pasé en amarillo y cambió justo al rojo", el transeúnte tiene que estar muy alerta. Primero porque cree que el automovilista tiene que frenar, pero como ya no se puede esperar el respeto por la norma vial, debe asegurarse –quien va a atravesar la arteria– de que el automóvil esté totalmente frenado. Eso para una persona que tiene todos los sentidos atentos.
Pero en Paraná, algunas esquinas poseen semáforos de peatón, que emiten un sonido cuando se enciende la luz de paso, y le avisa a personas ciegas o disminuidas visuales que pueden pasar al otro lado de la calle. También los niños se acostumbran a utilizar este dispositivo, que es una especie de disparador que habilita el cruce. Quienes no han entendido aún la importancia de respetar los tiempos son los automovilistas. Entonces cuando la chicharra suena, por unos segundos, la mayoría del parque automotor acelera como si tuviera bandera a cuadros en la recta final de una carrera de Turismo Carretera. Esta situación se vive a diario en un cruce tan transitado como el de avenida Ramírez y su intersección con Enrique Carbó y Deán Álvarez.