Calle Corrientes. Día de semana a la hora de la siesta, la hora en que el hambre se desvanece. Alguien apura el paso rumbo al trabajo en turno vespertino, subiendo la cuesta de una vereda típicamente paranaense. Intenta mirar sin ver alrededor. Lleva la cabeza hundida en pensamientos inmunes al viento que lo golpea fuerte y frío. Los auriculares le oprimen los oídos desde el borde de los orificios de las orejas, desde donde el sonido de la música se arroja sin red hacia el tímpano.
El hambre: un hueso de pata de pollo
Por Alfredo Hoffman
Pero una figura humana lo interpela de vereda a vereda. Es un adulto joven y delgado, sentado en el cordón de la vereda, que devora algo con manos y dientes. Acaba de ubicarse allí, junto al metálico contenedor de residuos, luego de encontrar su almuerzo entre la yerba y los envases que la gente tira al tacho de la basura. Lo rescató antes de que vaya a terminar al Volcadero.
Cruzan miradas. El hombre que come mueve los labios. El hombre que camina se quita los audífonos. Entre el ruido de los autos, escucha el grito:
—¡Ayudame con algo! Mirá: estoy comiendo de la basura.
El que caminaba primero duda, después se frena y comienza a buscar en los bolsillos del pantalón, del abrigo, de la mochila. Detrás de un colectivo que se atraviesa calle abajo, el que come aparece. De pie es más alto de lo que parecía acurrucado al ras del piso. Avanza y retrocede. Esquiva los vehículos que lo rozan, hasta pararse de frente al otro.
—Estoy comiendo de la basura —repite.
Mientras habla, todavía sobre el asfalto y todavía en riesgo de que lo choquen, agita una mano con la que sostiene una bandeja de plástico transparente. Una bandeja de plástico que contiene un hueso de pata de pollo. Un hueso de pata de pollo del que no sobresalen más que unos pocos hilos de carne. Hilos de carne de dudosa fecha y lugar de origen.
Habla pero sobre todo espera. Espera a que el que caminaba saque un billete y se lo ofrezca y le diga que se compre comida, que solo comida, que no vaya a comprar otra cosa, que de verdad se lo dice. Y se lo da y el otro lo agarra y le contesta que sí, que seguro que sí. Son cien pesos. Alcanza con suerte para un litro de leche, dependiendo de dónde la compre.
El que caminaba vuelve a caminar. No verá al que comía volver a su lugar junto a la basura, a terminar su almuerzo rescatado de las garras del camión recolector. Pero el que de nuevo camina ya no se colocará los auriculares en las orejas, para que la música no bloquee el pensamiento de lo que acaba de ver. Y llegará a la plaza y ahí se cruzará, como siempre, con los que duermen la siesta a la intemperie, abrazados a sus pertenencias. Y pasará entre los niños y las niñas que le pedirán ayuda o le venderán algo, tal vez bolsas de residuos en las que luego algunos arrojarán los restos de comida que engañarán los estómagos de los que revolverán desperdicios colgados de cabeza en un contenedor o metidos adentro con cuerpo completo.
Dicen las noticias que en Paraná hay alrededor de 120 personas en situación de calle, otras noticias mencionan que son 150 y otras afirman que son 200. Dice el Indec que las personas en situación de pobreza en el Área Metropolitana de Paraná son el 40,9%, algo así como 114.846 hombres y mujeres que viven en la capital provincial, San Benito, Oro Verde y Colonia Avellaneda. El índice de indigencia es 5,7%, o sea, 16.144 habitantes.
Las personas en situación de pobreza son las que no llegan a reunir 20.856 pesos por mes para hacer frente a sus necesidades básicas. Y son 64.445 pesos si se trata de una familia compuesta por un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un hijo de 6 y una hija de 8. Indigentes son quienes no llegan a reunir 8.875 pesos para poder comer, o 27.423 pesos si se trata de un hogar con los mismos cuatro integrantes.
El hombre del hueso de la pata de pollo debería conseguir 274 billetes de 100 pesos como los que consiguió una siesta en calle Corrientes, más uno de 20 y tres monedas de un peso para llegar a conseguir alimento todos los días para una familia tipo. De lo contrario, solo tendrá hambre.