Para muchos, la denuncia de Thelma Fardín contra Juan Darthés por violación, abrió la caja de Pandora. Hay gente preocupada por los "escraches" en redes sociales y denuncias públicas. Bajo el hashtag #MiráCómoNosPonemos se entretejió una catarsis colectiva de miles de mujeres relatando situaciones de acoso o denunciando abusos. Muchos de esos testimonios fueron rescatados tras largos años de silencio; algunos solo cuentan hechos, otros exponen al abusador. La reacción luego de la denuncia de Fardín, para muchos desproporcionada, causó un tembladeral.
Muchos hombres se sienten descolocados y están a la defensiva. No llegan a comprender el quiebre. Otros ya comenzaron a hacerse preguntas sobre esas actitudes naturalizadas como inocentes, como el piropo callejero, hoy considerado –no sin razón– una forma de acoso. Muchos comienzan a comprender y a aprender. Ya se están mirando en otro espejo. Esa chica con lágrimas en los ojos y voz quebrada, tan vulnerable y tan poderosa a la vez, puso palabras a muchas voces acalladas por el miedo o la vergüenza, y conmocionó a todos. Su denuncia fue la primera ficha de un dominó imparable. Horas después de la conferencia aumentaron exponencialmente los pedidos de ayuda en la línea gratuita que recibe las denuncias por abuso sexual infantil.
De 16 llamados diarios promedio se pasó a 214, un aumento mayor a 1.000%. Solo por eso valió la pena. Datos de Unicef Argentina revelan que 7 de cada 10 víctimas de abuso menores de 18 años son niñas y que el 51% tienen menos de 11 años. La abrumadora mayoría de los abusadores son del entorno de la víctima (7 de cada 10 diez son familiares, más del 50% son padres o padrastros). Luego de que se conociera el caso, la joven actriz logró empatía pero también recibió feroces críticas, sobre todo en las redes sociales, donde muchos se ponen el traje de Torquemada para opinar, dudar, juzgar e insultar. Muchas personas se hicieron preguntas, aunque no las correctas (dónde estaban los padres, qué hacía en esa habitación, por qué de short, por qué comió torta y sonrió para la foto, por qué tardó años en denunciar el hecho; por qué las actrices tenían pañuelos verdes). Más allá de este caso particular, cuán malnacido hay que ser para cargar a la víctima con las culpas del victimario. El delito nunca es pasarse de alcohol, andar en la calle o mostrar las piernas, el delito es avanzar sobre el cuerpo del otro sin su consentimiento, sobre un o una menor de edad siendo un adulto. Los violadores son violadores, nadie "los pone" así. Es desalentador leer comentarios defendiendo a los perversos, sembrando dudas sobre las víctimas, juzgando el tiempo que tardaron en hablar. Es duro que la mayoría de estos conceptos sean de mujeres.
Las actrices que acompañaron la denuncia inmediatamente fueron tildadas de "trolas", "locas", "aborteras". "Si no les gusta que las manoseen y les metan la lengua en la boca vayan a limpiar casas, no sean actrices", comentaron; como si tener tal o cual profesión salvara a las mujeres de un abuso. A decir verdad, lo que más molestó al poder patriarcal fue el reclamo de derechos. Las actrices no solo denunciaron una violación, también pusieron de relieve la situación de precarización en la que trabajan, la desigualdad en los salarios y oportunidades. Difundieron los resultados de una encuesta que revela que el 66% de las consultadas fue víctima de acoso, o abuso sexual en el ejercicio de la profesión. Porque nadie ignora la existencia del "casting sábana" y del "cuarto piso" sin embargo, hay pocas posibilidades de denunciar sin quedar expuestas, aisladas y sin trabajo, porque la Justicia pocas veces actúa con perspectiva de género y exponer al victimario suele ser una alternativa a la injusticia. El "escrache" advierte: aquí hay violador, que a nadie más le pase. Esta columna no es apología del "escrache". El camino institucional sigue siendo la salida en una sociedad democrática donde también es importante el debido proceso. Pero la Justicia debe estar a la altura de las circunstancias para que no haya fallos perversos como el que liberó a los asesinos de Lucía Pérez. Lo que viene es bueno. La denuncia de Thelma no es la caja Pandora, es tan solo una bisagra.