A partir de los resultados de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 11 de agosto, en las charlas cotidianas y en las redes sociales hubo un bullir de comentarios de usuarios disconformes, con análisis de los más diversos, muchos de los cuales solo contribuyen a profundizar la grieta de la que tanto se habló en los últimos cuatro años.
Democracia para todos
“A la mitad del país no le interesa insertarse en el mundo. El argentino no quiere cloacas, gas, mercados internacionales, rutas, puentes ni proyectos a largo plazo”, rezaba una de las afirmaciones reproducidas, junto con la premisa: “El argentino quiere asado, joda, no trabajar, cobrar un plan, o tener sueldito del Estado, luz barata, fútbol gratis”. Como si comer asado y disponer de un servicio público como la energía eléctrica con precios razonables debieran ser un lujo para pocos.
Desde entonces hubo insultos xenófobos, discriminatorios, estigmatizantes y se vertieron comentarios distorsivos edificados y enquistados en el imaginario social de una franja de la sociedad que no mira más allá de sus narices y a la que le es imposible percibir cuál es el pedido encarecido que manifestaron en las urnas muchos de los votantes que verdaderamente la pasan mal ante la asfixia económica que padecen.
Quien nunca pasó necesidades no puede imaginar la desazón de un jubilado al que no le alcanza para comprar los remedios que precisa para su enfermedad crónica o para sostener su calidad de vida, y a veces ni siquiera para comer dignamente, después de una vida de trabajo y de aportes. Tampoco puede sospechar cuál es la sensación de una familia que no llega a fin de mes desde hace bastante tiempo, no puede comprarle un par de zapatillas nuevas a sus hijos, o alguna golosina o un juguete, y en muchos casos acumula deudas por sus gastos diarios, que en un momento se tornarán impagables, aunque la gente se parta el lomo trabajando para ganar su sustento.
El panorama cotidiano de muchos se asemeja a la jaula de un hámster, en la que su habitante puede girar con todas sus fuerzas la ruedita, pero sin forma de avanzar, nunca, porque el sistema está ideado de ese modo.
Desde hace varios días la Iglesia y numerosas instituciones están pidiendo que se declare la emergencia alimentaria, porque la mitad de los niños de uno de los países que alberga riquísimos recursos tiene hambre, mientras otro fragmento de habitantes se enriquece de manera descomunal a partir de la especulación financiera.
La pobreza se expande y se agudiza en los tiempos que corren. Ya no se trata de comprarse celulares, acceder a mirar los partidos de fútbol gratis y otras cuestiones que después de todo son derechos, no privilegios de una casta que se cree superior quién sabe con qué argumentos, idea que en algún momento se pretendió instalar.
Se trata de paliar la miseria cada vez más acuciante a la que fueron empujados muchos argentinos, de garantizar el acceso a la salud, la educación y los demás pilares de la democracia que hay que sostener y defender.