Redes sociales: Twitter, Instagram, Facebook y WhatsApp. Solo por citar algunas de las más usadas. Infinidades de soportes que permiten información fluida, al instante, desde todos los puntos del planeta. Se sube una foto del crudo invierno en Siberia que se disfruta al segundo en el caluroso verano entrerriano.
Comunicación sin emoción
Por Gerardo Iglesias
16 de mayo 2018 · 22:41hs
Saludos de cumpleaños o aniversarios que se festejan desde una pantalla azulada, achican distancias y hasta permiten emociones casi presenciales, casi palpables.
La paradoja es que semejante cantidad de posibilidades para desterrar soledades, lejanías y ausencias, las aumentan, producen grietas (famosa palabrita de moda en nuestro país), desconciertan. Desinforman. Acentúan y extienden diferencias, remarcan poderíos y debilidades.
La Argentina padece un cruce de información tal que se debe tener un ejercicio muy aceitado para poder discernir qué es cierto y qué no, qué son operaciones de prensa o información pura. O simple opinión que pasa como realidad verdadera.
Un simple recorrido por las diversas plataformas mencionadas muestran rumores, nombres, plantean situaciones, episodios, que nunca ocurrieron. O sí. En medio de esto el periodismo, sumándonos a este engendro explosivo de imágenes y textos que van en una sola dirección, sin poner un poco de freno. Parece ser imposible reflexionar en tanto caos veloz, implacable, cambiante. Lo que ves ahora, desaparece ahora.
Un caso paradigmático de una mentira, que aún no fue desmentida, fue la que difundió Canal 13 en el programa de Jorge Lanata. Miriam Quiroga denunció que durante el kirchnerismo se trasladaban al sur bolsos llenos de dinero. La mujer que se presentaba como supuesta secretaria de Néstor Kirchner inventó la historia para vender libros. Hace pocos meses Casación cerró la causa al establecer que "los hechos no existieron". Canal 13 no dijo "mentimos". Pero nada es al azar. Todo está perfectamente planeado para que la realidad pase por otro lado, disfrazada de "cierto" bienestar, camuflada bajo capas y capas de desinformación, de miradas apenas coyunturales que protegen lo que verdaderamente sucede.
En esta nueva era de dominio neoliberal todo avanza sobre los derechos del pueblo, de la gente de a pie. Y uno de ellos, fundamental también, es la libre expresión, pero no solo de expresarse, valga la redundancia, sino de recibir información cierta, veraz, real. Este dominio acentúa su poder en esto, en la información, totalmente contraria a la comunicación. Se arman informes, se escriben miles de columnas para un lado y para otro, todo sobre los bordes de la realidad, meras afirmaciones para que todo este mercantilismo en el que vivimos siga cobrándose víctimas que sonríen para el show diario, sin saber por qué.
Avance sobre las universidades, sobre las responsabilidades del Estado para el conjunto de la sociedad, sobre los medios públicos que pasan a ser manejados con criterios empresariales, buscando el solo fin de rentabilidad en desmedro de la calidad, de la información certera y real. Científicos que se bastardean, casas de estudios que ven cercenados sus presupuestos o, muchas veces, sin ellos.
Represión, despedidos, persecuciones ideológicas, reformas laborales que retroceden derechos obreros. Todo vale. Y en medio de esto, el nuevo concepto de información creado para, vaya paradoja, posar un velo ideal y veloz sobre los padecimientos de miles de gentes de a pie.
La tarea hoy es desmontar toda esta construcción de discursos en una sola dirección. Desarticular ese poder mediático, enfocar las urgencias en comunicar padecimientos diarios. Volver a la comunicación diaria con el vecino, contar padecimientos, esfuerzos, boletas de servicios de se tornan impagables, derechos adquiridos que van perdiendo fuerza en el caos neoliberal en el que estamos inmersos. Los medios deben volver, como este diario, a darle voz a los vecinos, a que cuenten en primera persona sus padecimientos, sus necesidades y hasta sus alegrías y logros.