La ciencia y la tecnología ya encontraron la manera de reproducir el aspecto y el sonido del mundo real con altísima precisión, han llegado incluso, a recrear la sensación táctil que implican algunas experiencias. Tenemos simuladores de vuelo, lentes de realidad virtual y joysticks que tiemblan; pudimos revivir a Michael Jackson mediante un holograma. Sin embargo, el olfato artificial aún está fuera de nuestro alcance.
Los científicos un poco se lavaron las manos. Dicen seguido que de los cinco sentidos el olfato es el más complejo y el más desconocido, pero también advierten que es el que más perdura más nuestra memoria y que es casi el único capaz de evocar emociones que ya olvidamos.
El primer intento de resolver este dilema fue en 1960, con el experimento que dieron en llamar "Olorvisión". Consistió en liberar una serie de olores en una sala de cine, sincronizados película que se proyectaba, el sistema fue empleado solo por una película Scent of Mistery (El olor del misterio)- y fue un fracaso.
¿Cómo vamos a llenar este bache en la experiencia sensorial?
Cada tanto, desde Silicon Valley llega alguna noticia diciendo que esta vez sí, que lo están logrando, pero siempre es mentira. Siempre es un "dispositivo en fase de prueba que solo se consigue en Japón" o una aplicación que solo funciona en el último Iphone, pero ¿quién va a Japón? ¿Quién tiene ese teléfono? Nunca es para nosotros, nunca es algo que se pueda conseguir en el Bazar Yes, nunca nadie quiere saber la opinión de nosotros. Yo creo que se están haciendo los boludos, y que añoran un mundo frío, plateado e inoloro, donde la huella de lo subjetivo sea cada vez más imperceptible. Quieren convertirnos robots, porque ¿qué otra cosa más que un robot es una persona que no viaja a la cocina de su abuela cuando siente el aroma de la albahaca fresca? Vivir en los aromas para morirse menos, para transformarse en algo hermoso.
No falta mucho para que todo acabe siendo una pantalla, y no parece haber solución. Me desespera un poco pensar que a los bebés que están naciendo hoy no les dirá nada el olor a cuaderno sin estrenar, que no sentirán nada en la panza cuando huelan una cartuchera con lápices recién afilados. ¿Cómo se van a conectar con aquello que no tiene palabra ni forma? ¿Cómo viajarán al pasado los niños del futuro?
Nadie suspira profundo al llegar a casa para sentir el olorcito al wifi recién reseteado. Nadie le pide a su hijo adolescente que se saque el whatsapp y lo deje la puerta antes de entrar, para que se ventile.
Todo indica que en el futuro, las conversaciones más trascendentales de nuestra vida llegarán a través de un audio de whatsapp, y que las vamos a perder, sin más, cuando nos quedemos sin espacio en la memoria del teléfono; que hacer un gol en la Play puede dar tanta alegría como hacerlo después de atravesar un campo de césped húmedo, aunque se guarde en ese relieve tan sutil en el que imprimen las vivencias modernas, ahora que no huelen a nada.