Pablo Felizia / De la Redacción de UNO
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Historias de cuando el Túnel modificó el ingreso a Paraná
Dos años antes de la inauguración del Túnel, el ingreso a Paraná comenzó a cambiar su fisonomía. Creían que iba a aumentar el flujo vehicular, que llegarían autos y visitantes de todo el país y no se equivocaron. Algunos vecinos de la capital provincial buscaron algo para vender, que sea propio y característico. Llegaron a constituirse sobre Antonio Crespo más de 12 negocios que ofrecían artículos regionales y al menos cuatro, con nuevos dueños, se mantienen hasta el día de hoy.
Los primeros productos que se vendieron llevaban un cartel donde se leía “Recuerdo de Córdoba”, se los quitaron y así empezó todo. “Mi viejo puso los primeros regionales. Fue en el 66”, contó a UNO Néstor Micheloud, hijo de Héctor Belisario, más conocido como Foto Cacho, nombre de fantasía que llevó el comercio en sus orígenes.
Contó que su padre desde comienzo de 1960 tenía la idea de comprar una casa bien cerca de donde ahora está el Mate, ícono de la ciudad. Los vecinos le decían que estaba loco, que el Túnel no se iba a hacer nunca, pero Héctor se la jugó igual. Debió esperar hasta el 13 de diciembre, un domingo algo gris, según algunas crónicas de la época, para que todo comenzara a cambiar en serio. Semanas antes, Alsina fue inaugurada como avenida Ramírez, pavimentada, ensanchada y transformada en doble mano, Florida se llamó Soler, llegó el asfalto y con los años, ya sobre los 70, hubo hasta comedores de pescado: algunos aún recuerdan a El Moncholo Viudo, entre otros.
Por Antonio Crespo, de un lado está el barrio Villa Almendral y del otro Florida: sobre la cuadra de los regionales aún se mantiene la vereda original de 1969 y la barranca era un problema para el ingreso a los comercios que se solucionó mucho después.
En muy poco tiempo aparecieron en la ciudad patentes nuevas: la A de Salta o la X de Córdoba por nombrar algunas se mezclaron con la E de Entre Ríos; la W de Corrientes y la N de Misiones ya eran conocidas, pero ingresaron a la capital provincial con más regularidad. Llegaron incluso de otros países, un turismo incipiente, solo posible por su traspaso bajo el lecho del río.
Así los regionales tomaron impulso: compraban los que llegaban y los que se iban de la ciudad y por eso, de los dos lados de la calle, hay de estos comercios. En la provincia había artesanos, y hoy también, que producen aquello que se vende en cada uno de ellos.
Para muchos paranaenses fue además un paseo, un lugar para recorrer los fines de semana o después de visitar las playas del Thompson con zonas llenas de árboles cerca del río.
Algunos comercios, como el del padre de Néstor, llegaron a tener 27 empleados. Hoy no está en un buen momento y cree que en febrero puede llegar a cerrar.
En aquella época había dos cosas que se vendían y mucho: postales y calcomanías con fotos de la ciudad. No existía Internet y no todos tenían cámara fotográfica. Foto Cacho creció entonces, con imágenes de una Paraná que ya había cambiado para siempre y un río que muchos visitantes no habían visto nunca desde este lado.
Néstor contó que aquellos que lo creían loco a su padre se unieron en el negocio y abrieron los suyos.
Una noche, antes de que todo comenzara, allá por 1966, don Héctor puso un tablón en la puerta de su casa por Antonio Crespo y arriba acomodó unas bolsitas con hiervas cordobesas. Las había pagado 10 pesos de entonces. Una vecina pasó y se la quiso comprar. Él le explicó que no estaban a la venta, que solo realizaba una prueba para ver cómo iba a quedar el futuro emprendimiento. La señora insistió y entonces multiplicó por cinco el valor del producto. Atrás llegaron otros que también querían y trabajó hasta que vendió todo esa misma noche. Al día siguiente, sobre la balsa, volvió a cruzar el río. Hay quienes aseguran que ya se imaginaba todo lo que podría llegar a pasar dos años después cuando el Túnel permitió resolver en pocos minutos lo que antes era engorroso y llevaba horas.
Cada producto pasa por una mano artesanal entrerriana
En los regionales de Paraná, con la apertura del Túnel, la primera venta fuerte fueron las postales y las calcomanías con imágenes de la ciudad y del río. Era propio y característico. Los artículos de madera como las tablas para las picadas, relojes, mates y termos de todo tipo, cuchillos para asado y para impresionar, alpargatas, cueros y mimbres, llevan una marca entrerriana en su producción y fueron incorporados con el tiempo. Desde hace algunos años, por ejemplo, empezaron a vender mates de vidrio para tereré: en 1969 era impensado.
El padre de Patricia López vendía leche a los obreros del Túnel, el abuelo participó de la construcción y luego fueron parte, también, de quienes abrieron un comercio con regionales en la zona.
Patricia contó que el negocio hoy tiene se mantiene porque los fines de semana largos los visitantes pasan por ahí antes de volver a sus ciudades, y que durante enero y febrero recibe hasta un turismo de otros países que están de paso por la capital provincial.
“Mi papá aprendió zapatería y manejo del cuero, sabía de curtidos, de la costura con tiento y así aprendí yo también”, señaló.
Hoy un mate en los regionales parte de los 16 pesos hasta los 1.000 y estos últimos son de colección.
El grabado sobre la madera, la calabaza o el cuero aún se mantiene a pesar del tiempo. “Vienen a comprar mates que digan ‘Recuerdo de Entre Ríos’ y le agregamos su nombre o el nombre de a quien se lo van a regalar”, contó como un trabajo mantenido a lo largo del tiempo.
Desde chica Patricia vive en la zona y aprendió a conocer el cuero, sus virtudes y cómo trabajarlo; eso también fue una de las causas que lograron mantener el negocio a través de los años.













