La entidad en la capital provincial –que anteriormente se llamó Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba)– atiende en la actualidad a unos 25 pacientes, en su mayoría adolescentes. Al respecto, Sebastián Méndez, licenciado en Psicología y coordinador del equipo terapéutico a nivel local, señaló a UNO: “Si bien hay prevalencia en mujeres, cada vez más se ve en varones”. En este sentido, afirmó: “Han subido en un 300% las patologías que tienen los varones, sobre todo en lo que tiene que ver con la vigorexia. En esos casos se observa mucho cuando una persona empieza a obsesionarse con ir al gimnasio, aumenta la musculatura, se alimenta de otra forma, toma anabólicos o preparados; ahí también está en riego de sufrir una patología alimentaria, con todo lo que eso implica. Suele entrar en un aislamiento y se da lo que se llama la muerte social”.
“No es solamente una cuestión que tiene que ver con el cuerpo y la comida, sino que va más allá de eso”, enfatizó el profesional, quien aseguró: “Se estima que el 10% de la población tiene alguna patología alimentaria; es decir, que de un grupo de 20 personas, dos padecen esta situación, y es mucho”.
“El desorden alimentario es el síntoma de la enfermedad, es lo que se expresa. La enfermedad no se va a curar comiendo, sino que se va a trabajar a nivel terapéutico, viendo en su psiquis qué lo llevó a eso”, aclaró por su parte Hernán Arce, médico clínico que coordina las delegaciones de Fundación Centro del país. En este sentido, indicó: “Es una patología multifactorial, en la cual es difícil individualizar un problema que lleva al paciente al trastorno alimentario como forma de canalizar su frustración, por eso trabajamos dándoles herramientas para manejar esas frustraciones”.
Si bien se trata de una enfermedad crónica, los pacientes que deben realizar un tratamiento interdisciplinario que dura, como mínimo, dos años. Una vez atravesada esa instancia, de acuerdo al criterio profesional, recibe el alta. “Es un tratamiento flexible. El paciente se va con herramientas para poder manejar las situaciones de manera sana, sin tener que recurrir a dejar de comer o a los atracones y el posterior vómito”, explicó Arce.
Aunque la anorexia y la bulimia se expresan de manera diferente, constituyen una manifestación de una enfermedad que se relaciona a otras aristas, más allá de la vinculación con la comida y la valoración de la imagen corporal. “Afecta pensamientos, sentimientos, emociones; es una enfermedad psiquiátrica que a veces requiere medicación”, sostuvo Sebastián Méndez, y añadió: “Cuanto más fuerte es el acompañamiento familiar, más eficiente es el tratamiento”.
Darse cuenta para poder recuperarse
En una cultura en la que las modas pueden llegar a instaurar conductas, advertir el límite entre un comportamiento saludable y uno nocivo resulta complejo. Sobre todo cuando aparece una patología alimentaria, donde quien la padece no la reconoce y en ocasiones tampoco le resulta fácil advertirla a su entorno. “El entorno puede darse cuenta o no. Por eso muchas veces hay un diagnóstico tardío. Incluso los mismos profesionales demoran el diagnóstico por desconocimiento”, aseveró Arce.
Asimismo, expresó que una de las dificultades para detectar la enfermedad es porque puede confundirse con un comportamiento normal. “Por ejemplo, querer cuidarse con la comida e ir al gimnasio puede ser normal. Ahora, si eso conlleva cambios en la conducta, genera ciertas obsesiones, o ciertas manifestaciones que posiblemente tenga que detectar un médico, un psicólogo o psiquiatra, se está frente a una patología que hay que atender”, dijo el profesional, quien explicó que una de las manifestaciones que se está volviendo común es la ortorexia, un trastorno alimentario relacionado a la obsesión patológica por comer comida considerada saludable, pero puede llevar a la desnutrición, con los riesgos que esta conlleva.
Para revertir este tipo de situaciones, los profesionales instan a estar atentos, informarse y consultar ante la duda si algún familiar o alguien cercano modifica sus comportamientos, o pierde peso repentinamente. Para mayor información, se puede llamar al (0343) 4221264, o escribir en Facebook a Aluba Fundación Centro Paraná.
Tratamiento integral
Sobre el tratamiento que se realiza en la Fundación Centro, que en Paraná tiene su sede en calle Courreges 456, Sebastián Méndez comentó que “se trabaja de manera interdisciplinaria, con médico clínico, psiquiatra, psicólogos, nutricionistas, estudiantes de Psicología y de otras carreras que quieran sumarse; y también con un grupo de autoayuda, que es fundamental”. En este marco, señaló que el abordaje apunta a la recuperación del paciente que sufre una patología alimentaria, pero también al fortalecimiento de los vínculos, familiares y sociales. “La familia debe estar presente desde el primer al último día. Aprenden a enfrentar las situaciones cotidianas de una forma saludable; no a través de comer, tener un atracón y vomitar”.
Un vacío legal que perjudica
Muchas veces los adolescentes utilizan el término “Ana” para referirse a la anorexia y “Mía” a la bulimia, y a través de blogs comparten consejos para no ser descubiertas por sus familiares. En referencia a las páginas en Internet donde muchos niños y adolescentes suelen acceder a información sobre cómo sostener las conductas nocivas sin que su entorno lo advierta, Hernán Arce señaló: “Hemos tenido que adaptarnos a estas cuestiones tecnológicas y estar pendientes de estas situaciones. En eso sí hay que trabajar para prohibir esas páginas, porque ahí no hay cuestión de libertad sino de incitación a una enfermedad. No es tan fácil, porque legalmente hay un vacío que hay que revertir”.