Rodolfo Bella / Diario La Capital
“Volver al Colón es volver a casa”
El bailarín, que el jueves inaugura la temporada del teatro el Círculo de Rosario, se refirió al “desafío” de dirigir el ballet estable del Colón
Maximiliano Guerra volvió al teatro Colón con grandes proyectos. El bailarín es desde febrero pasado el nuevo director del Ballet Estable del teatro, agrupación que inaugurará el jueves próximo la temporada de la Asociación Cultural El Círculo de Rosario.
En diálogo con Escenario Guerra se entusiasmó con los planes que tiene para devolverle al Ballet Estable un lugar relevante en el mundo, así como superar las dificultades contractuales, “modernizar” y “hacer seductora” la compañía con nuevos coreógrafos, sin perder de vista su tradición clásica. Y también intentar comunicar que este arte “no termina en Julio Bocca, Maximiliano Guerra, Hernán Piquín, en la televisión, Eleonora Cassano o Iñaqui Urlezaga”, para lo cual no descarta la posibilidad de “sacar a la calle” la danza, tal y como lo hicieron con éxito comprobado él mismo y Julio Bocca con el Ballet del Mercosur y el Ballet Argentino. “Volver al Colón es volver a casa”, resumió sobre esta etapa en la que compartirá su nueva responsabilidad en el lugar de su formación con su trabajo como bailarín y director del Ballet del Mercosur.
El jueves, a las 20.30, el elenco interpretará Trilogía Neoclásica, con coreografías sobre música de Mozart, Prokofiev y “Rapsodia sobre un tema de Paganini”, basada en una obra de Rachmaninov, un programa que Guerra calificó como “muy heterogéneo”. El elenco de casi 50 bailarines está encabezado por los solistas Carla Vincelli, Federico Fernández, Macarena Giménez, Edgardo Trabalón, Amalia Pérez Alzueta, Iara Fassi, Ludmila Galaverna, Larisa Hominal y Nadia Muzyca.
—¿Cómo te resultó volver al Colón con tu nuevo cargo?
—Volver al Colón es volver a casa. Uno siempre tiene el corazoncito ahí, donde uno creció. Siempre uno cree que tiene algo para entregarle, devolverle y mejorar. Yo vengo con esa idea, con las ganas de ayudar a mis colegas, a los bailarines, a una compañía que me vio crecer, con grandes ideas y también ideales, que tenga una pisada internacional más fuerte, que podamos seguir haciendo giras, pero que con la pisada internacional vuelva a ser una compañía seductora para los grandes coreógrafos, como pueden ser John Neumeier o Jirí Kylian, que hagan crecer a esta compañía. Hoy esta compañía tiene un gran talento, una gran posibilidad, es una compañía muy joven que debe madurar. Para hacerla madurar hay que tenerla primero arriba del escenario la mayor cantidad de veces posible en el año, y segundo tener esos desafíos con esos grandes coreógrafos que son los que realmente buscan un bailarín distinto, más artístico, más actor, más profundo.
—¿Cómo encontraste a la compañía, al llegar en un momento de crisis y con medidas de fuerza por reclamos laborales?
—Llegás a un teatro del Estado con todas sus letras, con todas sus virtudes y todos sus defectos. Pero, como dije, encuentro una compañía con gran talento, que está bien encaminada y con muchas posibilidades. Me encuentro también con una compañía que está con una medida salarial, trabajando dos horas por día. Por eso cuando entré a dirigir no había forma de llegar al estreno porque eran tres coreógrafos, para tres ballets y con dos horas de trabajo por día no se llegaba. Hubo que hacer una serie de arreglos y compromisos con los directivos y los bailarines para llegar al estreno, con todos los ensayos y en forma. Quedan un montón de cosas para ordenar, hay que organizar muchísimas otras y también con otra visión. Viví y bailé muchos años en el extranjero y la verdad que hay problemas que no se ven y no se conocen. Cada persona está para solucionar un problema distinto y el bailarín está para trabajar y bailar. Y bueno, quizás el problema salarial lo resuelve alguien que está encargado de ese tema. Pero ya lo vamos a ir ordenando.
—¿Por qué decidiste hacerte cargo del ballet en este momento?
—Es un desafío. Igualmente, vamos a decir la verdad, los directores cuando cambian lo hacen porque hay una etapa que terminó, y siempre que termina una etapa, las cosas no están bien. Cuando alguien se va es porque las cosas no están funcionando bien, entonces tiene que venir otra persona a tratar de acomodarlas. Es un gran desafío y es mi casa, y es un desafío por las ganas que tengo que esto funcione, que los bailarines estén contentos, que puedan disfrutar, que puedan subir con alegría al escenario para hacer disfrutar al público. Y por otro lado, aportar lo poco o mucho que pueda aportar en esta gestión, que no sé si será de uno, tres, dos o cinco años. Es una situación bastante compleja porque están tratando de negociar la rejerarquización salarial desde noviembre del año pasado. Entonces hay que mimarlos, cuidarlos y darles puntos de apoyo positivos para que puedan seguir trabajando bien.
—¿La programación tendrá algún sello personal, teniendo en cuenta tu experiencia con el rock con el Ballet del Mercosur?
—Todas las cosas son posibles. No sé si da para hacer “La argentinidad al palo” en el teatro Colón, pero creo que si en algún momento es necesario, y lo creo necesario para el camino que estamos haciendo con la compañía, se va a hacer. Evidentemente todos los cambios, sobre todo en estos teatros que tienen una tradición y que tienen un público acostumbrado a ver determinada cantidad de cosas y otras no, todos esos cambios van a producir resquemores, asperezas, críticas y un montón de cosas, pero creo que de a poco hay que ir modificando las cosas. Que hay que modernizar la compañía, hay que modernizarla, sin olvidar que es una gran compañía de un teatro lírico que sí o sí tiene que hacer los clásicos todos los años para seguir manteniendo ese nivel de excelencia que siempre tuvo.
—¿Qué implica modernizarla?
—Trabajar con coreógrafos que están mucho más avanzados. En Argentina tenemos coreógrafos muy grosos y muy buenos, pero no podemos hacer solamente coreografías de Mauricio Wainrot, Oscar Araiz, Walter Cammertoni, Ana Garat; tenemos coreógrafos muy buenos pero no podemos hacer solamente eso. Creo que tenemos que ir avanzando y en el avance es donde nos vamos a encontrar también que nosotros estamos un poco quedados en Argentina. Creo que se quedó un poquito en los años y creo que hay que avanzar y llevarla a como están los europeos. Ellos hoy están con compañías que bailan casi todos los días y están un día haciendo “El lago de los cisnes” y al otro una obra de Neumeier y al otro vuelven a “Giselle”.
—Tu colega Julio Bocca ahora también lo es en el cargo de director del Ballet del Sodre, de Montevideo. ¿Cómo se puede potenciar esa coincidencia?
—Apenas asumí nos pusimos en contacto. Él me felicitó y lo había visto para su cumpleaños, lo llamé por teléfono, estuvimos hablando. Hay un lugar que es común. Los dos siempre pensábamos más o menos igual, gracias a Dios, en nuestro formato de cómo llevar una compañía adelante. Él con el Ballet Argentino y yo con el Ballet del Mercosur apuntábamos hacia lo mismo cuando éramos más chiquitos sobre la historia de popularizar la danza, de sacarla a la calle y de bailar en las plazas y los estadios. Fue una idea que tuvimos los dos y que la llevamos a cabo juntos, no veo porqué no podemos tener algo juntos entre el Sodre y el teatro Colón. Me parecería ideal porque uno tiene que pensarlo como productor también, que de repente se encuentra con que una producción que tiene que hacer nueva de un coreógrafo X sale una cantidad de dinero, y qué bueno si lo podemos amortizar entre las dos compañías y utilizarla las dos compañías .
—¿También existe la posibilidad de que el Ballet del Colón salga a la calle?
—Ojalá, ojalá lo consigamos. Creo que es una buena posibilidad. Sobre todo porque lo que me parece que le falta al Colón, y que es lo que estoy tratando de hacer a través de muchas acciones de prensa y demás, es que conozcan a nuestros bailarines. Nuestros primeros bailarines son poco conocidos. Creo que la gente tiene que saber que están, que la danza no termina en julio Bocca, Maximiliano Guerra, Hernán Piquín, en la televisión, Eleonora Cassano, Iñaqui Urlezaga. Hay más y están adentro del Colón y hay que venir a verlos y hay que conocerlos y disfrutarlos. Y para llevarlos a conocer un poquito más popularmente, creo que sería una buena idea sacarlos a la calle.
—Quizás en ese desconocimiento incide la idea de que un espectáculo del Colón es restringido...
—Obviamente tenemos plateas de 2.000 pesos, lo que pasa es que justamente popularizar el teatro o acercar el teatro Colón a la gente tiene que ver también con que la gente se entere que hay entradas, que si la gente se enterase por ahí vendría, y que salen 70 pesos, 100 pesos, 150, 400, 500. Después obviamente te encontrás con un estreno de una ópera grande y por ahí tenés que pagar 1.200 pesos una platea, pero no nos olvidemos que vienen artistas a Vélez y te cobran 2.000 o 2.500 pesos.
“Bailando por un sueño”, una experiencia “positiva”
Maximiliano Guerra aseguró que el balance de su paso por “Bailando por un sueño” es “positivo” y minimizó que la experiencia pueda “desjerarquizar” a un artista. “Creo que todo tiene su parte positiva y su parte negativa. Hay un aspecto que evidentemente no era nuestro lugar, no era el lugar más cómodo para estar con mi mujer. Era complejo aprender el sistema que tiene ese programa en particular. Después, el nombre de Patricia hoy lo conoce toda la Argentina. Volvimos a estar en el living y en la boca de la gente gracias a ese programa. En la calidad negativamente no fue nada porque, es más, si el año pasado estuve en un programa como ese que quizás la gente puede pensar que te desjerarquiza, sin embargo este año me llamaron para ser director del Ballet del Colón. Todo fue positivo. Creo que todos los pasos en la vida si uno los sabe acomodar, hasta lo negativo se puede hacer positivo porque de lo negativo se aprende”, razonó Guerra. El actual director del Ballet Estable del Colón y su esposa Patricia Baca enfrentaron a otra pareja de bailarines formada por Hernán Piquín y Cecilia Figaredo.