Una camada entera de adolescentes van con sus amigos a ver los recitales del Indio. Chicos que nunca vieron a los Redondos, pero que crecieron con esa música en sus oídos. Periodista especializado en rock con una vasta experiencia en distintos medios, Alfredo Rosso dice que este escenario no le sorprende, porque entiende que “la mística de los Redondos está presente en la obra posterior del Indio Solari”. Y porque “además de la música y la poesía hay un sentimiento de unión, de identificación con un mensaje liberador y enaltecedor de la persona, del ser humano, que todos estos jóvenes siguen encontrando en la música y en la figura del Indio”.
El mensaje “liberador” en la música del Indio
“Hay entre la multitud que va a ver al Indio una sensación de pertenencia, de experiencia vital compartida que les da una energía vital rica, que seguramente no encuentran en otros escenarios de sus vidas. Esto se hace más evidente aún en una época en que las sociedades se polarizan cada vez más entre unos pocos que tienen todas las posibilidades de realización social (educativa, laboral, etcétera) y unos muchos que miran la fiesta de afuera, como decía aquel tema de Charly”, agrega Rosso. Así, para el periodista “puede decirse que, además de la música en sí, hay miles de jóvenes de ya dos o tres generaciones, que han encontrado en la música de los Redondos primero y del Indio y Skay después, una especie de Estado sustituto, que sienten como propio, frente a ese otro Estado mayor que los expulsa y los deja afuera de sus planes”. Rosso también acepta reflexionar sobre la necesidad de escuchar el mensaje de los pibes y la “información de futuro” (como diría el Indio) que hay en las expresiones juveniles:
“Creo que, más allá de un gobierno u otro hay una sensación de que quienes han tenido la responsabilidad de planear nuestra sociedad con visión de futuro no han cumplido bien su cometido. Y no creo que sea un problema solamente de la Argentina. Las utopías de cambio y el optimismo juvenil de los ’60 han dado paso a una sensación de impotencia; de que lo que uno hace en la vida diaria no produce efecto alguno en el estado global de las cosas; de que uno no es partícipe de su propio destino, porque hay fuerzas aparentemente impenetrables que manejan el escenario global como una especie de gran criadero de ganado humano que utilizan exclusivamente para su beneficio y prosperidad más allá de todo control y de toda decencia”.
“Nunca como en el siglo XXI se vio tan claramente cómo los políticos de los diferentes países son esclavos de estos grupos de poder y defienden sus intereses por encima de los de la mayoría de los habitantes de ese país en particular que los llevó al poder con el voto. Y los medios de comunicación contribuyen a la confusión general al convertirse en «franquicias» de esos grupos de poder; al polarizarse y embanderarse al extremo de ocultar o distorsionar, según los colores que defienden, las verdades de este nuevo «status quo» global”, sostiene el periodista. Y añade al respecto que incluso “cualquier resumen de noticias es en general un montón de informaciones sensacionalistas que ya ni se molestan en balancear las posiciones enfrentadas o de poner las noticias en su contexto, ni hablar de cosas verdaderamente trascendentes en un plano existencial”.
Medios y estigmas. Para Rosso, frente a un estado que considera “de confusión general, lo que queda es unirse con espíritus afines para operar dentro de esa macro realidad, desarrollar mecanismos de defensa contra males en común y tratar de crear un medio ambiente más propicio para el desarrollo de cada individuo”.
Afirma además que “los medios que estigmatizan al Indio, en realidad, no comprenden y por lo tanto temen su capacidad de convocatoria y la ausencia de un mensaje reduccionista y/o demagógico como el que están acostumbrados a procesar cuando tratan con políticos. El tácito mensaje humanista de Solari les resulta incomprensible y todo lo que no comprenden, les parece peligroso.