Salí de la Vieja Usina tarareando una canción que hacía unos minutos había tocado Samba na Esquina y Pedro Guastavino, que es una de las voces del grupo y toca el pandeiro, me escuchó. Acercando su mano a mi pecho dijo: "Te dura la alegría". Por lo menos una semana me dura –le respondí– y seguimos caminando por calle Corrientes para arriba. Lejos de exagerar, Samba na Esquina alegra, y eso en la ciudad se sabe.
Samba na Esquina alimenta un circulo que proyecta una alegría difícil de explicar
Me daban más ganas de escribir porque sabía que el fotógrafo Agustín Zuttión había logrado algunas imágenes a pesar de que –luego me confesó- se había sorprendido cuando al entrar a la sala del centro cultural se encontró con los músicos sentados en círculo. A juzgar por el resultado final de su trabajo, es claro que sorteó las barreras. Hoy Pedro me escribió algo parecido sobre la roda: "A nosotros como grupo nos ha llevado a cambiar la perspectiva del juego... de modo que ya no hay un frente sino más bien un centro y al cual todos estamos alimentando, y el público también es parte de esa alimentación, se sienten más cerca de la posibilidad del ritmo, de la melodía. Para esto hay que romper mucho las costumbres y dejar de ocupar los mismos espacios cada vez que nos movemos en lo habitual. A todos nos ha costado un poco (como a los fotógrafos), tanto a nosotros como al público, pero se han creado nuevas formas llenas de vidas y experiencias alrededor de ese centro", opina.
Mientras tanto, el público baila o acompaña sentando invadiendo los espacios de saudade o malegría, como le dice Manu Chao. "A mí me encanta esto", me responde Fede Páramo, que siguió el recital parado, sin bailar. Cuando dice "esto" enseguida me imagino que habla de tener un pedacito de Brasil en su ciudad. ¿Viste cómo suena el zurdo? –le pregunté a Federico–. A mí me llena el corazón", aclaré rápido y él asintió con la cabeza. A esa altura ya no quería que terminara, porque siempre me dan ganas de que sigan tocando. Me angustia saber que hay que volver al silencio de las palabras.
"A veces me pregunto por qué algunas cosas duran tanto", me dice Pedro, advirtiendo que en la madrugada del primer día del 2017 la formación cumplirá una década de vida. Por ahora tienen el plan de seguir alimentando el flujo de energía que circula en la roda. Todo aquel que tenga ganas de sumarse puede probar este 22 de julio en la Cueva Cultural Obrera, donde Samba na Esquina se presentará nuevamente. El que llegue por primera vez, es muy probable que se impacte con la presencia de las tres mujeres que suman sus voces al ritmo. Después sonreirán porque el público adoptó a Juan como el preferido y siempre lo alienta para que siga disfrutando.
Samba na Esquina son: Natalia Damadian (voz y accesorios), Guadalupe Abero (voz y accesorios), Jorgelina Barbiero (voz), Diego Sánchez (zurdo y congas), Sebastián Báez (accesorios), Juan Costa (repique y accesorios), Román "Mandy" del Prado (rebolo), Pedro Guastavino (voz y pandeiro), Mauro Gabriel Leyes (cavaquinho), Mauricio Guastavino (guitarra de 7 cuerdas y dirección musical) y Juan Bonetti, técnico de sonido (también parte estable del grupo).
Se me ocurre pensar que en estos tiempos, la roda, el baile, la compañía, el contacto de (semejantes) músicos con el público, sirven para dejar de lado las angustias o pensar cómo hacer para cambiar eso que nos afecta.