“Se acabó el DRAMA de elegir qué ver”. Así publicitó Netflix la llegada a su menú de la herramienta “Reproducir algo”, una función que permite reproducir un contenido de forma inmediata, una serie o una película, a tono con las preferencias del usuario. Porque sí, se supone que no es aleatorio, que es “personalizado”, que los algoritmos van a elegir por vos pero de acuerdo a las series y películas que viste en el pasado.
Netflix: ¿Qué clase de espectador queremos ser?
Por Carolina Taffoni
Es curioso que “elegir” se haya transformado en un problema, o qué decir en un “drama” con mayúsculas, como publicita Netflix. Elegir, hasta donde sabemos, está relacionado con la libertad, con el deseo, con ejercer un derecho. Sin embargo, para Netflix, “a veces la mejor elección es no tener que elegir”, como reza otro de sus recientes eslóganes. Extraño.
La compañía de la N roja se transformó en el mayor servicio de streaming del mundo a fuerza de innovación y de tener un oído siempre atento a las necesidades de los usuarios. Es cierto que con los miles de películas, series y documentales disponibles en la plataforma algunos usuarios se sienten abrumados por esta suerte de exceso de oferta. Ahora bien, ¿es válido, así y todo, dejar que los robots de Netflix o de otras plataformas elijan por nosotros? ¿El botón de “reproducir algo”, con ese “algo” que podría reemplazarse fácilmente por “cualquier cosa”, no nos hace un poco de ruido? ¿No es suficiente con los contenidos “exitosos” que se imponen desde el Top Ten o de las listas creadas “a medida” en el menú principal de la plataforma?
Hay dos quejas con respecto a Netflix que se repiten como un mantra desde las redes sociales: “No sé qué ver en Netflix” o “No hay nada para ver en Netflix”. Los algoritmos, como un Gran Hermano, vigilan y transmiten esta información al cuartel central de la N roja, que diseña la flamante función “Reproducir algo” para solucionar el problema. Así de fácil. O casi.
Resulta paradójico que, en plena era de la información, cuando parece que vamos a morir ahogados en datos, los usuarios de las distintas plataformas (las quejas se extienden a Amazon y Disney+) se lamenten de no poder elegir un simple producto audiovisual. O, en el otro extremo, se lamenten de una “oferta pobre” entre miles de películas, series, cortos y documentales. ¿Cómo puede suceder esto cuando las herramientas para elegir y descartar abundan como nunca antes? Hay críticas de películas y series en diarios, revistas, radios, sitios especializados, blogs, programas de televisión, podcasts, canales de YouTube... Hay críticas y comentarios en distintos lenguajes, para todos los gustos y edades. Entonces, ¿no será cuestión de leer más, de informarse más, y quejarse menos? ¿No será cuestión de empezar a ser un espectador más activo y curioso, y abandonar la pereza de hacer click sobre una opción que sólo nos va a llevar a contenidos muy masticados, digitados desde el Top Ten de Netflix y sus previsibles ramificaciones?
La función “reproducir algo”, no obstante, es sólo la más nueva de las últimas y controvertidas herramientas de Netflix. En estos tiempos acelerados con altas dosis de dispersión y déficit de atención, la empresa también lanzó una “ventana flotante” en computadoras y celulares “para trabajar y ver series a la vez”, sumó la posibilidad de ver un contenido a una velocidad acelerada de 1,25 o 1,50, y, la más insólita de todas, agregó una función de “sólo audio” que permite escuchar series y películas como si fueran podcasts, y ahorrar así datos móviles.
Este último ítem parece sacado de un capítulo de “Years and Years” o “Black Mirror”: “¿Viste tal serie? No, la escuché”. Hace unas semanas se viralizó la foto de un chofer de Uber manejando por alguna ruta de Estados Unidos mientras miraba (¿miraba?) en su celular un capítulo de “Los Soprano”. ¿O era de “Mad Men”? No recuerdo bien. De todas formas no tiene importancia. ¿Qué diferencia real puede haber entre “Los Soprano”, “Mad Men” o “Breaking Bad” si la mirás en un celular mientras estás manejando?
Del otro lado de las cámaras, en tanto, directores como Steven Spielberg, Christopher Nolan o Judd Apatow criticaron con dureza algunas de estas novedades de Netflix, y afirmaron que ver un filme a una velocidad de reproducción mayor, por ejemplo, atenta contra la calidad de su trabajo y de todo un equipo técnico. La razón, por supuesto, está de su lado. Además, las formas de consumir productos audiovisuales terminan condicionando fuertemente las formas de producirlos. Y es por eso que en Netflix hay una amplia gama de series estandarizadas, con historias similares, con personajes de plástico y con estructuras narrativas calcadas. El objetivo es uno solo: mantener al público cautivo, generar la tan mentada “adicción” al siguiente capítulo, promover una maratón visual ad infinitum. Aunque ya no es necesario ver, también podés sólo escucharlo.
La guerra del streaming recién comienza, al menos en la Argentina. Amazon, Disney+ y otras plataformas le han hecho muy poca sombra a Netflix. Pero a fines de junio llega HBO Max con un catálogo potente y un precio muy tentador, y en agosto estará en el país Star+, la versión adulta de Disney+, otro competidor fuerte. Entre tanta oferta, entre tantas opciones, hay una pregunta que se impone. Y no es tanto cuánto estamos dispuestos a pagar por estos servicios, cuánto tiempo tenemos para mirar series o qué clase de contenido nos gusta. La pregunta de fondo es qué clase de espectador queremos ser.