La directora Laura Casabé estrena hoy Los que vuelven, a la que define como “un melodrama histórico” y “una película de terror rural con una fuerte carga ideológica”, que se ve por Cine.ar TV y desde el viernes por Cine.ar play. “Los temas que se abordan en el filme como la aniquilación de los pueblos aborígenes, el lugar de sometimiento, la pasividad a la que quedaban relegadas las mujeres y la hipocresía eurocéntrica fueron nuestros pilares fundacionales”, expresó la realizadora Casabé en entrevista con Télam.
"Los que vuelven": un filme de "terror rural con carga ideológica"
Ambientada a comienzos del siglo XX y con la selva misionera como escenario, la cinta narra desde el terror y el suspenso la historia de la esposa de un terrateniente yerbatero, quien concibe a su tercer hijo muerto y le ruega a su criada indígena que lo traiga de nuevo a la vida. Pero cuando esto sucede el horror se apodera del lugar y de quienes lo habitan.
“Es una película de época anclada en el período del proceso colonizador en Argentina, justamente para que ese viaje al pasado tenga un reflejo en el presente”, añadió la directora y guionista.
Lali González, María Soldi, Alberto Ajaka, Javier Drolas, Cristian Salguero, Edgardo Castro y Sebastián Aquino conforman el elenco del filme de la realizadora de títulos como El hada buena, una fábula peronista (2010) y La valija de Benavídez (2016).
—¿Qué buscaste reflejar en la historia?
—Podemos reflexionar mil veces y desde el progresismo que la identidad nacional se hizo a costa de la muerte cultural de los pueblos originarios. Incluso en algunos casos es peor, porque hoy la revolución feminista nos permite repensarnos. Pero en lo que se refiere a las comunidades indígenas, que fueron aniquiladas, invisibilizadas y que están en permanente conflicto con los privados y con el Estado por la expropiación continua de sus tierras, llevan más de 200 años viviendo en la marginalidad y en la miseria.
—¿Cómo pensaste la representación de la mujer en el filme?
—Se reflexionó sobre la representación femenina de ese momento a partir de un fragmento de la obra La vuelta del malón (1892), del pintor argentino Ángel Della Valle, donde la mujer es representada como propiedad privada del hombre blanco que pasa a ser posesión del indio al ser secuestrada junto con el resto de los objetos que carga el malón. Esa actitud pasiva, lacónica y que da cuenta de una forma de concebir a la mujer como un objeto de deseo que no debe andar sola y debe temerle al sexo, algo que no es más que un relato cosificador. A partir de esa imagen pensamos los personajes de Julia y Kerana en contraposición, aunque inicialmente no están las dos sometidas al poder hegemónico y patriarcal. Entonces, con todo este bagaje imaginamos una fantasía de empoderamiento y de revancha.
—La mitología guaraní está presente en la historia, incluso los nombres de algunas leyendas, como el caso del personaje de Kerana, ¿por qué?
—La mitología guaraní y sus leyendas eran un material ideal para poder transformar y resignificar a través del lenguaje propio del cine de terror clásico. Pero lo cierto es que tomamos estas leyendas para adaptarlas a nuestro gusto, como es el caso de “la Iguazú”, que es una mezcla del universo de mitos guaraníes con el cuento clásico de terror sajón La pata del mono –del novelista británico William Wymark Jacobs–, hasta Cementerio de animales, de Stephen King.
—¿Qué te motivó a contar la historia en capítulos?
—Se podría definir como una historia de venganza protagonizada por mujeres y contada en capítulos. Se nos ocurrió la idea de desarmar el guión, partirlo y trabajar no desde la afirmación sino desde la pregunta, contar la historia con la cronología rota ayudaba a crear intriga y suspenso. Era funcional a cómo queríamos abordar el relato y daba la posibilidad de dividir el protagonismo de las dos mujeres desde los dos puntos de vista.
—¿Cómo describirías a “Los que vuelven”?
—Son los sometidos, los desterrados. Vuelve el pasado y la culpa pero también una mamá a buscar a su hijo y dos mujeres a encontrarse. Los poseídos son una llave, una posibilidad de todos de pensarse distinto, a pesar de que quizás están solapados y escondidos en la imagen del monstruo.
—¿Por qué eligió ambientar la película a comienzos del siglo XX?
—Fue novedoso investigar sobre el proceso de colonización en Misiones y el trabajo del mensú en los yerbales, que era de una crueldad atroz, bien lo narra (Horacio) Quiroga en el cuento Los mensú y la verdad es que no ha cambiado nada en estos 100 años.
—¿Qué elementos narrativos se tuvieron en cuenta para abordar este relato?
—Es un melodrama histórico y una película de terror rural con una fuerte carga ideológica. También, cuando llegó la hora de trabajar con el montaje sumamos dos actores fundamentales como el diseño sonoro y el musical, herramientas claves para generar sensaciones y, sobre todo, para construir a la selva como un espacio ominoso y cautivante.