El realizador chileno Julio Jorquera, director de la serie de thriller basada en hechos reales Dignidad, que se estrena hoy en Amazon Prime Video y narra la historia del asentamiento germánico Colonia Dignidad y su fundador, el exsoldado nazi Paul Schafer, dijo que la pantalla chica necesita de este tipo de relatos para que “estas cosas no se olviden y no se vuelvan a repetir”.
Julio Jorquera: "Es importante no olvidar estas cosas para que no se repitan"
El escándalo de Schafer y del culto que conducía con rigor militar tuvo una gran repercusión en la década de los 90, cuando durante la transición democrática la Justicia se animó a allanar el enclave ubicado en las cercanías de Parral, en la región del Maule, por la creciente cantidad de denuncias por abuso sexual de menores que pesaban en su contra.
Fallecido en 2010 mientras purgaba una condena por 25 casos de abuso, Schafer había gozado de la protección y la connivencia no solo de la dictadura de Pinochet, para quien montó un centro de detención y tortura en la colonia, sino del poder y los gobiernos de los más variados colores políticos.
La trama de la serie sigue a Leo Ramírez (Marcel Rodríguez), un joven fiscal de Santiago con un pasado traumático que recibe el encargo de detener al líder del culto (Gotz Otto) con la asistencia de la policía Pamela Rodríguez (Antonia Zegers). Los estrechos lazos de Schafer con los habitantes locales, para los que es un benefactor, y las relaciones con el autoritarismo remanente harán de la tarea una misión peligrosa.
Compuesta por ocho episodios, la serie es una coproducción chileno-alemana bilingüe (español y alemán) con escenas rodadas en la mismísima Villa Baviera, como fue rebautizado hace unos años el asentamiento.
—¿Qué te sorprendió al investigar sobre Colonia Dignidad para la serie?
—En términos de lo que uno lee de este lugar, hay una idea que aparece en la literatura que es como si fuera una cárcel, y cuando llegás a este lugar hay más de 10 hectáreas, es muy bonito. Ahí te das cuenta de la maquinación psicológica con la que se detentaba el poder, más que con la fuerza.
—¿Quién fue Paul Schafer?
—Era un exmilitar nazi, que trató de armar esto mismo también en Alemania. Ahí fue descubierto y se vino a vivir a Chile. Muchos alemanes vinieron a vivir a Latinoamérica y Paul Schafer se acomodó acá y estuvo más de 50 años, transversal a todos los gobiernos de diferentes tendencias políticas.
—¿Cómo conseguía captar la voluntad de tantas personas?
—Siempre se aprovechó de los momentos históricos. En Alemania lo hizo después de la Segunda Guerra Mundial en una zona empobrecida, y siempre con la promesa de un futuro mejor atraía a la gente y a sus seguidores. En Chile hace lo mismo; llega a un lugar rural, donde para poder permitirse hacer lo que quería y sin que nadie hable empieza a involucrar a la comunidad. Ofrecía ayuda para disfrazar sus propios intereses.
—En la serie se da cuenta de que para la comunidad se volvía importante porque acercaba educación y salud gratuitas. Pero ¿qué significaba para el poder? ¿Por qué se volvió durante tanto tiempo en un intocable?
—En primer lugar porque lo que se decía de él partía de rumores, y eso había que probarlo. Desde afuera parecía que había un buen actuar de él hacia adentro, una buena voluntad. Durante la dictadura militar él se protege aún más, porque ofrece el lugar para hacer cosas lamentables, y así fue permeando en nuestra institucionalidad.
—Desde el comienzo la serie tiene imágenes muy fuertes en relación al abuso de menores. ¿Cómo definieron la forma en que se abordaría eso en pantalla?
—Siempre buscando la sugerencia porque era algo delicado, pero a la vez en la delgada línea de lo sutil porque es una serie de televisión donde uno tiene que ayudar al espectador, y tienen que quedar claros los objetivos de la historia y de los personajes. Siempre cuidando esa línea, y cuidando en cómo hacerlo.
—¿Te referís a la manera en que lo trabajaron con los niños actores?
—Exactamente. Casi siempre se filmaba a los personajes por separado. Siempre con sus padres presentes en el set, con trucos de posicionamiento de la cámara para que parezca que está ocurriendo un contacto cuando en realidad no lo hay.
—¿Dirías que poder ser convincente sin cruzar la línea fue el mayor desafío de esta producción?
—No, esas son cosas hasta naturales de los rodajes. El desafío creo que fue poder entender este lugar y cómo operaba, porque uno puede tener una opinión y sesgar el relato. Uno como realizador tiene que tratar de entender a los diferentes personajes, de alguna manera quererlos. Y cuesta sentir alguna empatía por un personaje como Schafer; esa fue una gran dificultad.
—Venías de realizar “Mary & Mike”, que sigue a un matrimonio de agentes secretos del servicio de inteligencia chileno en la década de los 70, ¿qué te impulsa a trabajar con historias ambientadas en esa dura época de Chile?
—Principalmente porque son temas muy sensibles para nosotros. Es una manera de que estas cosas no se olviden y no se vuelvan a repetir. Tengo sobrinos que no sabían quién era Paul Schafer y tienen 18 años. El mérito de enfocar estos temas tiene que ver con rememorar para que estas cosas no vuelvan a suceder.