Mañana tendrá lugar la última función de la obra Elsa y Anita, de Soledad González, dirigida por Daniela Osella y Gabriela Trevisani. Se trata de una puesta de Teatro del Bardo que indaga sobre las memorias, los recuerdos, los miedos de dos hermanas que regresan a su casa paterna para cerrar un ciclo. La cita será a las 21, en Arandú Espacio de Arte (Racedo 289, de Paraná)
Dos hermanas atrapadas por un pasado esquivo
Mañana, en Arandú Espacio de Arte se presentará la obra "Elsa y Anita", dirigida por Daniela Osella y Gabriela Trevisani. Una historia de reencuentro fraternal, reproches y recuerdos que se construyen en el presente
22 de abril 2017 · 10:59hs
Si hacemos memoria, el miedo se desdibuja, la soledad se extingue ¿Pero qué pasa si quedamos petrificados en el pasado? ¿Qué sucede con el presente? ¿Y el futuro? Congeladas en un tiempo que quieren olvidar, Elsa y Anita regresan a una casa vacía y absurda habitada por sombras que murmuran. Así la memoria, que siempre guarda un revés, desenfunda su raíz que se extiende hacia otras realidades.
Las actrices Tati Paulini y Marisa Grassi dan vida a estas dos hermanas que buscan respuestas entre un centenar de cajas vacías, en una casa deshabitada.
"Después de la muerte de sus padres, ellas vuelven a una casa en la que han pasado muchos veranos de su infancia. Van a buscar algo, sus recuerdos, esos vínculos que hay que reformularlos cuando los padres se mueren. Se reencuentran entre ellas", adelantó a Escenario Daniela Osella.
En este sentido, señaló que en la obra se indaga sobre los recuerdos y cómo son construidos, dónde están y dónde se alojan: "Las dos se encuentran en esa casa que está saqueada y abandonada, donde vive un personaje de la infancia, el jardinero. Pero, en algún punto, uno empieza a preguntarse si ellas realmente están ahí o esa casa es producto de sus mentes".
Aunque pueda sonar compleja, la historia es simple y más cotidiana de lo que uno puede llegar a imaginar. Esa reformulación de los vínculos fraternos que suelen darse tras la muerte de los padres con reclamos, reproches y reparto de bienes de por medio.
"La obra está contada en clave de absurdo, tal como es el estilo de Soledad González, la autora. La puesta también es bastante abstracta, la escenografía está conformada por casi 100 cajas de cartón donde se supone que es donde están depositados esos objetos y recuerdos que nos constituyen, pero en realidad las cajas están vacías. Y eso es una metáfora también", comentó Osella.
Las distintas aristas que componen la trama –incluso se llega a tocar la temática de la eutanasia– son más que trágicas, pero en esta puesta se incluyeron algunos pasos de comedia para desdramatizar una temática algo densa.
La autora
Escritora, directora de teatro, performer y traductora nacida en Córdoba en 1970, Soledad González estudió literatura francesa en la universidad nacional de Córdoba como así también teatro en Córdoba y Buenos Aires con Graciela Ferrari, Adriana Barenstein, Manuel González Gil, Daniel Veronese, Alejandro Tantanian, Rubén Szuchamacher y Alejandro Finzi. Distinguida con becas de la Sociedad de Autores de México, el Ministerio de Cultura de Francia, la Secretaría de Cultura Argentina, el Instituto Nacional del Teatro, la Fundación Antorchas y el Fondo Nacional de las Artes.
Recibió distinciones como escritora y directora de teatro: premio del Concurso Versiones, C.C. Ricardo Rojas (UBA) por La luna (2005); premio del Concurso de monólogos Solos y solas, C.C. España-Córdoba por Ana María, estuve pensando a pesar mío (2004).