La historia del bandolerismo rural en la Argentina está llena de hombres comunes que fueron erigidos en mitos, personas que sufrieron la injusticia en carne propia y fueron empujadas a los márgenes de la sociedad. Y mientras dura su osadía, se ganan el corazón de los pobres con quienes comparten sus botines. Éstos los eligen como sus únicos “héroes” en un contexto injusto y represivo; y ven en sus actos ilícitos verdaderos hitos justicieros. "El rastro. Tras la huella de Isidro Velázquez" es una obra teatral que rescata el nombre del último bandido rural, acribillado en el monte chaqueño en 1967. El unipersonal, protagonizado por Toño López y dirigido por Gabriela Trevisani, se estrenará el sábado 17, a las 21, en la Escuela del Bardo (Almafuerte 104 bis).
"El rastro", tras las huellas del último bandido rural
“Isidro es un padre de familia, un trabajador que se convierte en el hombre más buscado de la Argentina. La policía lo caza sin descanso, pero en el monte es inalcanzable. Camina hacia atrás, borra sus huellas y deja rastros falsos. Conoce como nadie esos parajes y sus animales, algunos afirman que se transforma en ellos o que se desmaterializa. Desde niño habita y come del monte y mata con la seguridad del hambre. Una historia de rebeldía ante la injusticia, la pobreza y la opresión”, adelanta la sinopsis del espectáculo.
Escenario dialogó con Gabriela Trevisani acerca de esta producción: “Hace algunos años, cuando Toño (López) trabajaba en Chaco, lo llamaron para hacer la dirección de un espectáculo. Se enteró de esta historia y empezó a juntar información. Incluso fue a un bar donde los manteles individuales tenían impreso el cartel de ‘buscado’ de Isidro Velazquez, así que la idea le resonó mucho. Es un personaje que es obligado a escapar y exiliarse, y Toño, que es del sur de Chile, se vio de alguna manera forzado a dejar su lugar para buscar la moneda en otro lado. Pero Isidro tuvo que irse porque el hostigamiento era tal que empezaron a atacar a la gente que él quería, a golpear a su madre y a amenazar a las personas que él amaba”.
Trevisani contó, además, que Toño López se acercó a Belisario Ruiz con la inquietud de hacer un unipersonal sobre Isidro Velázquez. “Toño está cumpliendo 30 años desde que comenzó con la actuación. Así que quería festejar con un espectáculo, por eso le llevó la propuesta a Belisario para que escriba el libreto. Belisario empezó a hacer una investigación, luego a escribir y Toño iba corrigiendo algunas cuestiones. Después me convocaron a mí para dirigir y la verdad que fue un proceso muy lindo. Empezamos a ensayar y Belisario iba a los ensayos a hacer el trabajo de dramaturgista. Está buenísimo, porque pudimos ir puliendo el texto en escena, quitando cosas y agregando otras. Yo pude trabajar el texto desde lo que se pone en escena, y lo que se dice se lo dejé a Belisario”, comentó.
La historia
En 1961 Isidro Velázquez vivía con su mujer y cuatro hijos en Colonia Elisa, Chaco y trabajaba como peón rural. En la zona era tenido como el mejor baqueano, rastreador y cazador de los esteros y los montes. Se lo describe alto, delgado, de rostro enjuto y mirada penetrante, aceptado como buen vecino, hasta que, por alguna razón no muy clara, comenzó a ser hostigado por la policía.
“A Isidro lo contrataron para ir a un campo y hacer 40 pozos junto con su hermano. Luego no les quieren pagar, y el hermano, que era más fosforito dice: ‘ Yo a esto me lo voy a cobrar’. Entonces parece que van a la estancia en cuestión y se roban una máquina, para cobrarse el laburo. Y a partir de eso, la policía los comienza a perseguir y se va haciendo una gran bola de nieve, todo lo que pasaba se lo achacaban a ellos. Y por el constante hostigamiento policial, él no puede ser otra cosa que un bandido, no puede salirse de ahí. En otro episodio, son perseguidos por la policía y al hermano lo matan; a Isidro lo dan por muerto. Entonces él intenta escaparse al Paraguay, pero luego la policía se entera y retoma la persecución. Se hace un operativo inmenso para atrapar a una sola persona: lo terminan acribillando. Y lo pudieron hacer porque lo traicionan dos amigos, un cartero y una maestra. Aunque hay que tomar lo de la traición con pinzas, porque esta gente se vio acosada y acorralada por la policía”, explicó Trevisani.
Evidentemente, Isidro Velázquez no fue un simple asaltante. Su forma de actuar, la solidaridad con los pobres y sus humoradas a la hora de evadir a la policía le valieron la devoción popular: “Hay una anécdota de él, que conoce a un muchacho que había sembrado tomates y le había ido muy mal con la cosecha, estaba endeudado y le iban a rematar todo. Entonces, cuando Isidro se entera, le dice: ‘Tomá la plata, pagá las cuentas y cuando te firmen los papeles avisame. Pero necesito que ya esté todo firmado’. Entonces, después de que el muchacho les paga y recibe el libre deuda, Isidro los espera a los banqueros a poca distancia de la quinta, y apenas salieron del campo, les volvió a robar la plata. Así se empieza a erigir en justiciero. Creo que lo que inspiraba más temor y saña contra él es que los ricos del lugar tenían miedo de que empezara a contagiar esas ideas a otra gente, que siembre esa idea de luchar contra la desigualdad y la injusticia”, concluyó.
Vale destacar que habrá funciones los días sábados 17 y 24 y domingos 18 y 25 a las 21, en la Escuela del Bardo. Por reservas, comunicarse al 342 4565943.